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Es siempre difícil ver claro en un momento de crisis como el que atravesamos en Colombia, pero siempre viene el momento de tratar de pensar serenamente en lo que estamos viviendo. Propongo para la discusión las reflexiones siguientes:
- La crisis que estamos viviendo es una profunda crisis de confianza en el gobierno, que estalla después de la acumulación de muchos errores que terminaron desconectándolo de la opinión pública.
- No estamos en una situación insurreccional en Colombia. En este sentido, esperaría que se restablezca relativamente rápido la situación de orden público que ha sido perturbada en la capital y algunas otras ciudades. Sin embargo, eso de por sí no resuelve el fondo de la crisis de confianza en el gobierno.
- Una característica llamativa de esta crisis es que está autoinfligida, particularmente por la gestión desastrosa del tema del paro nacional del 21 de noviembre. El gobierno anunció la crisis, creó sus condiciones, las agravó poco a poco y quedó enredado en ella sin saber qué hacer.
- El gobierno actuó bajo el miedo suscitado por los ejemplos de los países vecinos (Bolivia, Ecuador, Chile). Quiso demostrar autoridad preventivamente, pero su insistencia en tratar el paro como un tema de orden público exclusivamente llevó a lo contrario: sugerir que el gobierno estaba asustado y débil.
- Circunstancia agravante: en su narrativa autocumplidora de que el paro iba a terminar en caos, el presidente de la República se expuso inútilmente multiplicando alocuciones y entrevistas en medios de comunicación en los días previos al paro.
- El paro del 21 no tenía por qué ser otra cosa que una movilización habitual en contra de la política del gobierno, pero la coincidencia con el tema del bombardeo en el Caquetá y la consecutiva salida del Ministro de Defensa Guillermo Botero, así como la insistencia del gobierno en criticar el paro lo convirtió en una bandera para todos los insatisfechos.
- Por eso, la protesta fue masiva, y se notó en ella la voluntad de no dar pretextos para la estigmatización del gobierno a través de varios gestos de rechazos a la violencia.
- Sin embargo, unos pequeños grupos radicales muy distintos del grueso de la marcha también leyeron el contexto regional y la actitud del gobierno como propios de una situación revolucionaria, y protagonizaron las habituales y lamentables violencias después de la marcha, particularmente en el centro de Bogotá.
- La actuación de la policía también tradujo el nerviosismo ambiente y terminó en varios abusos en el uso de la fuerza que no se dirigió solo a los grupos violentos sino a manifestantes pacíficos, por ejemplo, al día siguiente en la plaza de Bolívar. Estos casos quedaron registrados en redes e indignaron aún más a los que protestaban.
- El sorpresivo y masivo cacerolazo que se llevó a cabo a continuación tiene que ser entendido no solo como una forma de prorrogar el mensaje de descontento contra el gobierno sino también como una reivindicación del carácter pacífico de la protesta contra los grupos violentos y los abusos de las fuerzas de represión.
- Finalmente, la sensación de caos fue aprovechada también por grupos de delincuentes que no tienen nada que ver con la protesta para cometer saqueos a comercios en barrios de Cali el 21 y Bogotá el 22. Esos casos fueron pocos, pero ahí también, su difusión en redes añadió a la zozobra.
- La alocución de ayer (22 de noviembre) del presidente es importante porque marca la primera medida acertada del gobierno desde el principio de la crisis, el llamado a un dialogo nacional. Sin embargo, llega tarde, y con mucha incertidumbre en cuanto a su metodología, objetivo, y plazo. Esto tendrá que ser precisado rápidamente si el presidente quiere que sea una salida viable.
- Por lo demás, como de costumbre, el presidente eligió no elegir entre sus partidarios que lo presionaban para una respuesta autoritaria y la mayoría de los lideres de opinión que le pedía dialogo. O más bien, eligió ambos. Así, el anuncio de dialogo vino junto con el toque de queda en Bogotá “concertado con el alcalde” Enrique Peñalosa.
- El toque de queda fue otro desacierto. Primero porque fue desafiado ostensiblemente por grupos que reanudaron el cacerolazo como forma de desobediencia civil pacífica, y segundo, porque en vez de calmar los ánimos creo una ola de pánico y angustia en varios barrios de Bogotá, alimentada, una vez más, por redes sociales, con rumores de que hordas de saqueadores estaban entrando en los conjuntos residenciales.
- Esta angustiosa ola de pánico, la misma que sucedió en Cali en la noche del 21, dice muchísimo de las inseguridades y temores de las clases medias urbanas colombianas, que por lo demás, están en el centro de las reivindicaciones del paro. No sobra decir que es esencial atenderlas y no exacerbarlas.
- Un aspecto muy preocupante de este fenómeno fue la multiplicación de expresiones evidentemente xenófobas en contra de los migrantes venezolanos. Un campanazo de alerta a tener en cuenta.
- Para salir de la crisis, el famoso dialogo tiene que centrarse a mi juicio en dos temas. El primero es que el gobierno tiene que encontrar formas de implementación concertadas del acuerdo de paz. Desde su instalación, ha insistido en modificaciones unilaterales o implementaciones selectivas. No tiene ni el apoyo político, ni el de la opinión pública para seguir en estas.
- Lo segundo es el tema de la equidad en su agenda económica y social. Fundada o no, existe la sensación que el gobierno esta actuando a favor de los intereses empresariales y en contra de los sectores populares y de la clase media con la ley de financiamiento, el proyecto de reforma laboral y la discusión de la reforma pensional. Tiene que replantear el rumbo en todo esto.
- Más allá de estos temas, este dialogo puede ser una oportunidad para que el gobierno salga de su aislamiento, pero eso solo será posible si se lo toma en serio, y no solo como un medio para dilatar la crisis. Por el momento, no está muy claro que el presidente sepa qué es lo que espera del proceso.
- La crisis es también un desafío para la oposición. Si en general, sus dirigentes se han mostrado prudentes, llamando a una protesta pacífica y serena, el senador Petro, uno de sus principales dirigentes, se ha destacado al contrario por unas salidas irresponsables, atribuyéndose el éxito del paro, solicitando seguir con el mismo sin concertarlo con los organizadores originales, o echando leña al fuego con los rumores de saqueos apelando a la constitución de “guardias ciudadanas” que huelen peligrosamente a grupos de auto-defensa.
Finalmente, en una situación como la que conocemos, el que sabe conservar la cabeza fría y analizar correctamente la situación es el que sale como estadista de la crisis. Si no es claro que el presidente sepa qué hacer con su “conversación nacional”, me atrevo a decir que quién logre hacer algo con eso y fijar agenda para la discusión, sea desde el gobierno o desde la oposición, saldrá como ganador del episodio.
*Yann Basset, profesor de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Doctor en ciencia política del Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad de Paris III-Sorbona Nueva. Director del grupo de estudios de la democracia de la Universidad del Rosario DEMOS, @yannbasset