Violencia: ¿dónde está tu victoria?

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Sacado de Periodismo Público

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¿Cómo pretenden alcanzar reivindicaciones desde el Estado o la sociedad acabando con bienes públicos? Irracional diría algún lógico, desprevenido observador.

“La violencia no es fuerza sino debilidad, nunca podrá crear cosa alguna, solamente la destruirá”.

Benedetto Croce (1866-1952) Historiador, humanista y filósofo italiano.

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El título de esta nota comunicacional puede hacer pensar que se trata de una prédica moral. Pero no es así, el propósito es plantear algunos elementos de análisis de situaciones de violencia que aquejan a nuestra sociedad colombiana y algo habrá de reflexión ética entre medios y fines al respecto. No me refiero a la violencia individual presente en todas las sociedades, sino al ejercicio frecuente y desatado de violencia colectiva, es decir, la que se ejerce contra personas, naturaleza o cosas en forma grupal tanto de actores como de víctimas. La violencia acendrada contra comunidades, minorías sociales, políticas y culturales, la violencia represiva que convierte en objetivos de guerra o de control bélico a sectores inconformes de nuestra sociedad. La violencia ejercida o arrogada por colectivos espontáneos y barras bravas que territorializan zoológicamente espacios públicos (marcan territorios) y grupos delincuenciales que operan mercados clandestinos.

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La violencia masiva (llamémosla así) es un fenómeno cultural y social. Así hay que verlo, alejado de teorías conspiracionistas que oscurecen el análisis. En ese sentido, la indagación recae tanto en la descripción de situaciones disruptivas entre actores y víctimas y es necesario pasar de un impresionismo narrativo a una caracterización de situaciones y conductas y atreverse a algunas hipótesis que permitan interpretar condiciones que la propician y quizás insinuar cursos de acción afirmativa para desactivarla y ojalá erradicarla. 

Puede ayudar un estudio del historiador alemán, Christian Gerlach, profesor de la Universidad de Berna (Suiza), titulado “Sociedades extremadamente violentas”, quien estudia experiencias de violencia masiva en el siglo XX como Indonesia (1965-1966), el exterminio de los armenios en Turquía (1915-1923), Bangladesh (1971-1977,  Guerra de Guerrillas (1932-1993, 23 países) y la ocupación alemana en Grecia (1942-1945). Dice este autor: “Violencia en masa significa una violencia física generalizada contra no combatientes, es decir, fuera de los enfrentamientos directos entre personal militar o paramilitar… Por sociedades extremadamente violentas me refiero a las formaciones en que  varios grupos de población son víctimas de una violencia física en masa, en la cual, actuando junto con órganos del Estado, diversos grupos sociales participan por múltiples razones”. En las conclusiones del estudio, el autor señala: “Es cierto que la pobreza por sí misma no genera necesariamente la violencia, que los pobres por lo general no responden a su situación por medio de la violencia física y que, en muchas y diversas sociedades, millones han vivido en la miseria sin recurrir a la violencia directa en masa. Este estudio indica que la violencia se relaciona, antes bien con toda una vasta gama de aspectos de la movilidad social.”

Claro, hay estudios icónicos colombianos, o clásicos sobre el fenómeno de violencia en Colombia. Comencemos por señalar el de Monseñor Germán Guzmán, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna, La Violencia En Colombia, Estudio de un proceso social, publicado hace más de 50 años y testimonio abrumador de una época que recibe ese nombre, período de la Violencia, entre 1946 y 1958. En 1978 un estudioso norteamericano, Paul Oquist, publicó un estudio con un enfoque diferente, al enfoque marxista de lucha de clases y al psico-culturalista (odios).  Paul Oquist (1942-2021) se convertiría en funcionario del gobierno sandinista de Daniel Ortega y falleció este año siendo asesor de ese gobierno. Posteriormente, aparece otro estudio sobre otras situaciones de violencia por un grupo llamado los violentólogos entre 1986 y 1987, que publican Colombia, Violencia y Democracia, coordinada por el historiador Gonzalo Sánchez. Desde luego también habrá que considerar los documentos que resulten de la Comisión de la Verdad, producto del Acuerdo de Paz.

El intento  breve de referir lo que hoy ocurre en cuanto al fenómeno de la violencia en nuestro país y sus diversas manifestaciones no se queda en la recurrencia a citaciones ni a indicar una constante histórica irremediable y menos un gen recesivo en nuestro cuerpo social, sino a enmarcar comprensivamente una nueva situación de manifestaciones violentas y fuerte represión, que van desde la protesta social en las calles hasta la vandalización y destrucción de bienes públicos y algunos privados, pasando por los bloqueos de vías y saqueos y también por el asesinato selectivo de líderes sociales, defensores de derechos humanos y de antiguos miembros de la guerrilla de las FARC (desmovilizados). Tal vez debamos detenernos para formular algunas reflexiones sobre la violencia en medio de la protesta social.

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La verdad, a mi modo de ver, lo que han estado pidiendo los jóvenes que han confirmado las llamadas Primeras Líneas y Resistencias, es inserción al mundo capitalista: recibir oportunidades de educación y de empleo. No es desproporcionado ni imposible, pero la discusión se ha centrado, como muchas veces ocurre con los conflictos, en los medios en cuanto a su desproporción, tanto en algunos que protestan como en la acción de las fuerzas del orden (especialmente el ESMAD).  Entre los que protestan, algunos con inusitada violencia especialmente contra bienes públicos, pareciera ser que funciona una especie de mito: la lanza de Aquiles que mata y cura al mismo tiempo. ¿Es decir, cómo pretenden alcanzar reivindicaciones desde el Estado o la sociedad acabando con bienes públicos? Irracional diría algún lógico, desprevenido observador.

La violencia nos dice Hannah Arendt tiene un carácter instrumental, por eso el instrumento no puede desvirtuar los fines porque termina convirtiéndose, paradójicamente en un fin en sí mismo. Por otro lado, en el control de la violencia, poca o exagerada, se monta una narrativa de seguridad que se convierte en antesala de la tiranía o de algo parecido: restricciones a la libertad y al ejercicio de los derechos, que algunos convierten – la extrema derecha – en plataforma electoral, mezcla del Miedo y del Odio.

Aquí viene entonces la razón del título del artículo: ¿cuál es la victoria de la violencia, tras su estela destructora de vidas, naturaleza y bienes? Siempre es un juego de pierde-pierde y quienes desatan ese monstruo de la violencia aparentemente victoriosos, al final y utilizando tal circunstancia para amedrentar, no pueden controlar su desenlace.

Una gran insistencia en una cultura de Paz (lo contrario a la violencia) que se disemine en todas las instancias de nuestra sociedad, en los medios educativos como parte columnaria de la formación socializadora, en los persuasores mediáticos y redes sociales es elemento esencial del gran acuerdo democrático en nuestro país. –

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*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.

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