Voto por Petro y Francia: voto útil y voto ético

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“Insistamos en lo que nos une, prescindamos de lo que nos separa.”
Camilo Torres Restrepo

Es muy probable que Gustavo Petro y Francia Márquez ganen la Presidencia de Colombia en Primera Vuelta, de acuerdo a los datos de diversas encuestas, que han aparecido en estos días. ¿Qué se necesita para que esto se haga realidad? Primero, el voto de las personas indecisas y de las personas que no saben si votar o no; segundo, el voto de algunas personas que, en un primer momento, pensaron votar por Fajardo o Hernández. Este escrito va para ambos grupos de personas. No busco polemizar, ni imponer argumentos, sino invitar a votar por la fórmula Francia y Petro, quienes, desde mi perspectiva, reúnen lo mejor que tiene la política en Colombia.

Creo que las mejores propuestas e intenciones de Fajardo y Hernández se encuentran fácilmente en el programa de Petro y Francia. Lucha contra la corrupción y defensa del medioambiente, que son dos puntos centrales en estas tres campañas, están recogidas con lujo de detalle en la campaña de Petro y Francia, con la salvedad que Francia Márquez defendió con firmeza al río Ovejas, luchando desde el territorio, lucha que ningún otro candidato puede reclamar, pues todos ellos han hecho la política de las instituciones y las ciudades. Por el lado de la lucha contra la corrupción, no hace falta recordar los debates de Petro contra la parapolítica, que le hicieron ganar amenazas a él mismo y a su familia. A diferencia de otros candidatos, Petro y Francia han jugado su vida para defender el medio ambiente y para enfrentar la corrupción; sus propuestas no son ideas en un papel, sino experiencias reales, que él y ella han vivido y sufrido. Su programa no habla desde la comodidad, sino que recoge sus vivencias y sus dolores, por ello, cuando los escucho, no sólo escucho buenas ideas, sino también toda una ética que han vivido y con la cuál han sido consecuentes durante años.

Lo mismo sucede con los tópicos de educación, lucha contra la desigualdad económica y desarrollo de políticas contra el racismo, donde, en términos generales, coinciden sobre todo Fajardo y Murillo, con Petro y Francia, con la diferencia que Francia ha construido su idea de país desde la resistencia contra los atropellos del Estado, mientras que Murillo ha estado, precisamente, en el Estado. Pero esta diferencia no es extrema, pues en Murillo también reconozco una lucha real contra la estructura racista que configura al Estado colombiano. Hay discrepancias y diferencias, pero no hay abismos insalvables.

Se podría pensar que la manera más directa de construir estos puentes sería desde las mismas candidaturas. Pero Hernández está convencido, como buen macho, de su propio poder, y Fajardo tendría problemas al renunciar a su candidatura, dado que ella salió de una consulta con otros precandidatos. Por ello, los puentes no deben construirse entre los candidatos, que al final son personas como todas, sino entre las y los electores. Depende de la decisión de las personas que piensan votar por Fajardo y Hernández el triunfo de Petro y Francia en primera vuelta y en una eventual segunda vuelta.

He leído a personas que van a votar por Fajardo por “lealtad” y “fidelidad”, pero ¿qué lealtad importa más: la que se tiene hacia una persona, ¿o la que se tiene hacia el país? ¿Qué importa en la candidatura de Fajardo?, ¿sólo importa su apellido, más allá de sus ideas y sus acciones? No. La gente votaría por él si está convencida de sus ideas y, como he dicho, no hay ninguna idea importante que esté en el plan de Fajardo, y que no esté en el plan de Francia y Petro. En estos momentos el debate no es entre personalismos, pues el país está en una situación crítica; el debate se desarrolla en una encrucijada ética: o continuar con el derramamiento de sangre, o generar una política defensora de la vida. ¿Qué importa más: un apellido (Fajardo, Hernández, Petro) o la vida de todas las personas que habitamos Colombia? No tengo ninguna duda que, si las encuestas dieran a Fajardo el 46%, y a Petro el 5% o 6%, éste último ya se hubiese sumado al primero. Petro entiende que su vida no tiene sentido para que él llegue a la presidencia, sino para que él pueda hacer algo para mejorar al país. Su trabajo arduo y, también, el azar, lo pusieron como el candidato más opcionado para ganar.

Dada esta argumentación, alguien, ignorando el sentir del pueblo expresado en las encuestas, me podría decir: “Pero si Petro y Fajardo coinciden tanto, ¿por qué usted no vota mejor por Fajardo?” Y yo le diré: por varias razones y la primera entre todas se llama Francia Elena Márquez Mina. Ninguna otra campaña puede reclamar para sí la enorme y esperanzadora lucha de Francia Márquez contra el racismo sexista y el sexismo racista, ¡ninguna! No hay en todo el panorama político una persona con un pensamiento político y ético tan claro, que haya resistido por años contra la opresión de clase, género y raza. Además, la forma en que Petro aborda los problemas económicos de Colombia me da mucha seguridad, veo en él tanto una rigurosidad académica, como un conocimiento de la vida real, más allá de las cifras y los números. 

No voy a presentar a Petro como un Salvador, porque no lo es y él tampoco lo quiere ser. Tampoco voy a decir que concuerdo en todo con él, porque son varios los puntos en que me distancio, por ejemplo, en su propuesta de “aborto 0”. Sin embargo, sí creo firmemente que es el candidato que mejor está preparado para hacer tanto un diagnóstico correcto de la situación social y económica del país, como para presentar algunas posibles soluciones. Petro me da confianza cuando habla de la situación económica de Colombia, y, desde un análisis racional, sus propuestas sobre este tema francamente son excelentes. Sin embargo, si bien su propuesta sobre el aborto es problemática, las ideas y las acciones de Francia Márquez, que son diferentes en algunos puntos a las de Petro, equilibran la balanza: ella es la garantía de una política consecuente en términos de lucha contra el racismo y el patriarcado.

Como se ve, no es sólo votar por Petro y Francia porque van de primeras, sino porque él y ella representan lo mejor de las otras campañas. “Que el estilo de Petro no me gusta”, “que su personalismo”, “que su prepotencia” …. perdón, pero es que la presidencia en Colombia no debe ser entendida como un hombre sólo en la Casa de Nariño, sino como una oportunidad de trabajo en conjunto, donde no puede haber prepotencia ni personalismo. Petro, y eso lo ha demostrado en la campaña, no gobernará sólo y con su propio estilo, sino con los estilos de las personas que conformen su gobierno. Un presidente no lo hace todo de Colombia; cuando votemos por Petro no lo haremos por un individuo, sino por un grupo de trabajo.

Hay gente que puede decir: “yo no me siento capaz de decir a alguien que vote por fulanito”, yo, en cambio, estudiante de universidad pública, que ha vivido la pobreza y vive el desempleo, que está viviendo las precariedades de la educación pública en este país, y que ha estudiado por años la historia política de Colombia, digo: “sí, sí me siento capaz para decir que Petro y Francia son la esperanza política más grande que ha tenido Colombia en su historia, por lo menos desde Jorge Eliécer Gaitán.” Frente a esto, de nuevo, también se puede decir: “pero ustedes no nos pueden poner entre la espada y la pared para votar por Petro”, yo diré: los que pusieron al país entre la espada y la pared fueron el uribismo y las personas que, con su voto o su apatía, llevaron a Iván Duque a la presidencia. Esta situación no se la inventó Petro, tampoco él es el que hace las encuestas. El escenario es el que es, y sobre él hemos de tomar la decisión: o apoyar al candidato alternativo o seguir con la apatía que tanto bien le ha hecho a la política de la guerra.

También he escuchado que se dice: “no apoyo a Petro porque a Petro lo apoya fulanito, y fulanito está acusado de corrupción”. Esto no es ningún argumento, sino una excusa bastante pobre, la verdad. Es tan tonto como decir: “voté No en el plebiscito, porque al Sí lo apoyaba Cambio Radical”; tan tonto como decir: “en la Segunda Guerra Mundial apoyé a Suiza, porque tanto nazis como soviéticos y gringos son malos”; tan peligroso como decir: “no estoy ni con el feminismo, ni con el machismo, porque en ambos lados hay intolerancia”, o como decir: “no apoyo a los paramilitares, pero tampoco los condeno, porque en los pueblos donde ellos mataban también había gente mala.” En 200 años de política corrupta, es obvio que la campaña que más opciones tiene de ganar sea atrayente para algunas figuras cuestionadas; pero ellas no son el corazón de la campaña, y están ahí a pesar de la voluntad de Petro y Francia, más que por su llamado. El problema aquí no es encontrar purismos, sino caminos que nos permitan construir una verdadera democracia en paz, de manera realista, dejando de buscar perfecciones y santidades en todo lado.

Otra razón para no votar por Petro y Francia en primera vuelta es: “el voto en primera vuelta es de opinión, luego ya veo con quién me voy.” Esta lógica se me hace supremamente peligrosa. El voto no es sólo un gusto personal, sino que también es una responsabilidad social. Puede que, a una persona, en una cómoda vivienda en una ciudad, le dé igual que gane X o Y, pero eso no pasa en los territorios desgarrados por la guerra. El voto por la paz, por ejemplo, no significó lo mismo en las zonas ricas de Bogotá, que, en Bojayá, en el Norte del Cauca, en el Pacífico Nariñense o en los Montes de María. En estos territorios, las personas que han sufrido la guerra confían, en su mayoría, en Petro y en Francia, como vimos en las anteriores elecciones. ¿Acaso el voto no debería ir más allá de la comodidad personal? Esta situación ya fue entendida muy bien por el representante a la Cámara por el Partido Verde, Duvalier Sánchez, y por la representante por el mismo partido, Catherine Juvinao, quienes salieron a apoyar abiertamente a Petro y a Francia. Y es que eso es lo que hay que hacer; no es sólo la campaña “Anti-Fico” (que, por cierto, sólo ha servido para darle más popularidad a Hernández), sino hacer campaña a favor del cambio real y posible: Petro y Francia.

Las manifestaciones de Francia y Petro del 21 y 22 de mayo en Bogotá fueron las manifestaciones más esperanzadoras a las cuales he asistido. Personas de todas las edades y todos los estratos, de diversos colores de piel y diversas luchas, estuvimos reunidas en un lugar, apoyando una propuesta diversa, amplia y realista de cambio para Colombia. Estos escenarios fueron una muestra de lo que se está viviendo en casi todo el país: una gran esperanza, que yo veo diariamente en mi familia: tanto mi familia que vive en Bogotá, como mi familia que vive en los Montes de María. Por ellas y con ellas votaré por Petro y Francia, no porque sean personas perfectas, sino porque son la mejor y única opción de empezar un país en democracia y paz. De empezar, no de terminar o de rematar, porque lo que sucederá en los próximos cuatro años, si esta fórmula gana la presidencia (Dios quiera que sí), será construir las bases para un mejor país. No caigamos en el fatalismo de pensar que Petro lo acabará todo, no, Petro iniciará un trabajo, que será continuado por otras personas que pueden venir de diversas tradiciones políticas. Votar por Petro y Francia es votar por una posibilidad de trabajo conjunto y a futuro.

No dejemos pasar esta oportunidad. Nada nos garantiza que, si no se ganan en Primera Vuelta, se pueda ganar en Segunda. Aseguremos de una vez, este 29 de mayo, la posibilidad de un país mejor. Como decía Camilo Torres Restrepo: “insistamos en lo que nos une, prescindamos de lo que nos separa.” En estos momentos, lo que nos une no es sólo una persona, sino un proyecto. En ese proyecto cabe Fajardo y la Coalición de la Esperanza, si ellos quieren. No dejemos pasar esta oportunidad… de haber reaccionado con contundencia hace 4 años, nos hubiésemos ahorrado mucha sangre. No pensemos que la sangre derramada se puede recuperar, no, no se puede; pero sí podemos evitar que la tragedia se perpetúe.

La mejor manera para apoyar las mejores ideas de Fajardo y de Hernández, y la mejor manera de salir del marasmo que dice “todos los políticos son iguales”, consiste, en estos momentos, en rechazar a la clase corrupta y criminal en este país. Este rechazo está inspirado por una gran esperanza en una mejor educación, en un fin de la guerra, en una salud digna, en una política anti patriarcal y antirracista. El rechazo a la guerra y la esperanza en la paz y la democracia tienen nombres y apellidos: Gustavo Francisco Petro Urrego y Francia Elena Márquez Mina. Votar por él y por ella es una garantía de que no habrá más personas asesinadas por protestar contra el gobierno, como sucedió con Dilan Cruz, Lucas Villa y tantos y tantas compañeras asesinadas. No olvidemos … en serio, no olvidemos lo que significa hacer oposición al uribismo. No permitamos que las diferencias políticas en Colombia se sigan tramitando a punta de sangre, sólo por prejuicios y orgullos.

No es lo mismo votar por Petro que votar por Uribe, este discurso sólo ha servido para perpetuar la guerra en este país. Nuestro voto es sólo un voto, sí, un voto, un número, pero un número que puede evitar que otros números se repitan, puede evitar que se repita el 6402 que, por cierto, no es sólo una cifra, sino la muestra de una realidad de dolor y sangre que parece algunos soportan, bien por indiferencia, bien por justificación. No es lo mismo votar que no votar, dejemos de lado ese orgullo que dice: “nadie merece realmente mi voto”, o que dice: “sólo una persona es perfecta, aun cuando no tenga posibilidades de ganar las elecciones.” Petro y Francia son personas trabajadoras que han demostrado, año tras año, su compromiso con Colombia; un voto por esta fórmula no es sólo un voto por dos personas, sino por toda una historia que nos han querido negar. Votar por Francia y Petro es votar por todos los sueños frustrados a plomo, es votar por las luchas acalladas en sangre, por las vidas jóvenes cegadas por la Policía, por miles y miles de luchas anónimas, olvidadas, sepultadas en un olvido cómodo. No perdamos esta oportunidad de hacer justicia no sólo a las generaciones futuras, sino a las personas que murieron y mataron en la desesperanza, y no pudieron ver este hermoso momento, donde parece que por fin vamos a realizar el trabajo que tantas muertes ha costado y que siempre se nos había escapado. Ojalá este escrito, siempre insuficiente y balbuceante, pueda haber llegado a alguien, pues siento, en mi más profunda intimidad, y este es un sentimiento que recorre Colombia, que ya es la hora de pasar, como dice Francia, “de la resistencia al poder, hasta que la dignidad se haga costumbre.”

*Nicolás Martínez Bejarano, filósofo de la Universidad Nacional y estudiante de la maestría en historia del arte. Investigador sobre filosofía medieval y estudios visuales. @NicolasMarB

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