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Por allá, por el año 2004, cuando en Venezuela estábamos en la fase de reparación de recolección de firmas para revocar a Hugo Chávez, ocurrió algo que creo de interés todavía hoy.
Por decisión de todos los partidos políticos que hacían vida en el estado oriental del país donde vivía -Anzoátegui- y de la sociedad civil que todavía hoy es muy activa en la ciudad donde hacía actividad política -Lechería- fui designado Secretario Ejecutivo de la Coordinadora Democrática del Municipio Urbaneja cuya capital es la referida ciudad y, como tal, responsable de esa actividad allí. Ya para ese momento, el ambiente con la gente del chavismo, que compartía con nosotros espacios en la actividad, era caldeado, más -muchísimo más- por parte de ellos que de nosotros.
Una de esas tres tardes, cuando el sol empezaba a declinar, decidí acercarme a la carpa donde un grupo de afectos al señor Chávez descansaban de la actividad a los fines de conversar con ellos. Lo hice. Una de las cosas que recuerdo de esa visita es lo que una de las señoras que allí estaban me preguntó: “¿Mijo, te permitieron venir a conversar con nosotros. No te causará problemas?”.
Ya desde los inicios del proceso chavista, la narrativa creada por su dirigencia para sus seguidores fue la de que quienes no compartíamos sus posiciones éramos sus enemigos. Si al día de hoy, previo tranquilizante de por medio, uno viera en la televisión venezolana al señor Cabello en su diario programa, observaría que ese campaña se mantiene y le ha dado réditos, no solo a ese lado sino también a quienes no comparten su visión del país.
Es ese discurso diario y cansino, adoptado en algunos casos por ambas partes, el que ha facilitado el boicot recíproco de cuanta propuesta de reunión, diálogo, conversación o negociación se pretenda realizar entre chavistas y adversarios. Seguramente ocurre porque a algunos les afectaría su narrativa y a otros porque les permite continuar sosteniendo que ello es un imposible dada la conducta del contrario. En cualquier caso, terminamos siendo enemigos.
Creo que estamos obligados a derrotar a cualquier extremo. La propuesta de transición presentada por el Presidente Guaidó, complementada por la de los Estados Unidos, va en esa ruta.
Cuando algunos obstruyen de cualquier manera posible la posibilidad de que por vías democráticas se resuelva la situación venezolana, se colocan simplemente en el lado del extremismo que pretende liquidar o mejor exterminar al otro, obviando convenientemente que las armas solo están de un lado. Del otro, solo las víctimas.
*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente de AsoVenezuela, @barraplural