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Con bandidos, malandros y políticos se negocia y, si es necesario, hasta con un pañuelo en la nariz.
Anoche un buen amigo – de esos que uno hace en el exilio porque él está en la misma situación que uno- me escribió lo que le he escuchado decir a otros venezolanos, dirigentes políticos de renombre incluidos: “Con malandros no se negocia”.
Si quien me lo afirmare fuere un miembro de la Legión de María lo entendería, pero la verdad no lo comprendí de él como tampoco de los dirigentes referidos anteriormente.
En respuesta a su comentario, le afirmé que no era verdad. Que hasta con delincuentes se negocia y de seguidas le presenté la siguiente hipótesis: Te secuestran un hijo. Dinero o la vida. ¿Qué haces? Y le agregué. No me respondas: Negocias.
Su respuesta fue, textualmente. la siguiente: “Negocio mientras recupero al niño pero la persecución luego será implacable”.
Negocia. Eso dijo quien había afirmado que no lo haría y es una reacción natural. La del padre que quiere lo mejor para sus hijos.
En las sociedades democráticas, el ciudadano pone su confianza en alguien. En aquella persona que cree que mejor le representa y ella puede estar en el gobierno o la oposición. Es indistinto. Hace ese dirigente, entonces, la suerte de ese padre para con sus hijos.
Uno negocia con quien tiene algún desacuerdo, sea este un alma bendita de Dios, un dirigente político o el diablo. Más de una vez un connotado líder sindical eso decía: “Si debo negociar con el diablo, lo hago”.
Al momento de buscar resultados que impacten positivamente a la persona la familia o el país, no se puede andar con exquisiteces. Se negocia con quien tiene algo que me permita lograr mi objetivo. Simple y llanamente.
La negociación, y obviamente sabemos a cual nos referimos, seguramente generará que se nos pidan condiciones que, de entrada, pueden resultar inaceptables. Quizás como aquellas que les pidieron y lograron los militares argentinos a los demócratas de ese país para facilitar el retorno a la democracia, pero sucede y acontece que, una vez que quien alcanzó el poder, lo controla debidamente – y eso no es cuestión de días sino de años – se hará lo que deba hacerse, como lo hicieron los mismos argentinos, al juzgar veinte años después a aquellos con los que habían transado en el 82 del pasado siglo.
Quienes condiciones inaceptables solicitan y quizás alguna obtengan tienen la casi certeza que en algún momento, más tarde que temprano, las mismas cambiarán y que, probablemente, habrán de responder. Solo juegan al transcurso del tiempo. Más nada.
Lo que describo son realidades políticas, no castillos en el aire. Aquellas que gusten o no parten de un supuesto: de este lado. no hay armas y quienes las tienen, las naciones amigas, ya dijeron que por allí no es la cosa, que por el contrario, se debe negociar.
Con bandidos, malandros y políticos se negocia y, si es necesario, hasta con un pañuelo en la nariz.
*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. @barraplural