About The Author
Ajustándonos. El coronavirus ha eso nos ha obligado y quizás nos ha abierto una ventana inexplorada: el trabajo desde casa.
Quien esto escribe ha tenido oficinas toda su vida. La primera la compré con mi socio y compadre diez días antes de recibir el título de abogado. Mientras nos la entregaban, tres recién graduados ocupábamos un escritorio y tres sillas en un cubículo de cinco metros cuadrados en el sitio de oficinas más costoso de la Caracas de principios del 80: el CCCT.
Todavía hoy, en Bogotá, casi cuarenta años después, una ocupo. De mi padre aprendí que, así uno no tenga trabajo, debe tener un lugar donde trabajar y a él debe ocurrir diariamente. Ese fue mi paradigma y,viendo lo que hoy nos ocurre, creo que debo ajustarlo.
El bendito virus nos ha obligado a buena parte de nosotros a recluirnos en nuestras casas y desde allí cumplir las habituales obligaciones laborales, las que en mi caso incluyen estudiar para la maestría que curso.
Lo ocurrido lo pone a uno a meditar, respecto del sentido de la oficina y los gastos que ella genera. Pero, además, pensando en macro, lo lleva a uno a ponderar respecto de otros elementos.
Por una parte, lo necesario que sería en nuestros países una reforma laboral que facilite el trabajo desde el hogar, dándole a los empresarios ventajas impositivas por ello, puesto que el trabajar desde éste implica menores riesgos laborales para todos – por el tema de la ausencia de traslado – y, además, mejora la calidad de vida de la ciudad al reducir los escapes de los vehículos y la movilidad. También se podría incorporar a dicha reforma la posibilidad de remunerar el trabajo no en función de horario – pues éste es incontrolable – sino por la efectividad de la labor cumplida.
Pensando uno como abogado se imagina que, en algún momento, producto de esta experiencia, a los tribunales solo sea necesario ir cuando se trate de audiencias presenciales, mientras que, en el interín, se remitan debidamente escaneados – claves de acceso y control de por medio – los memoriales o documentos requeridos según lo amerite el asunto, sin que abogados y justiciables sean requeridos a asistir de manera permanente a los juzgados.
El primer mundo empieza a construirse cuando se sueñan cosas que seguramente serán parte de él pero que desde éste donde estamos podemos construir. Solo se requiere voluntad de quienes deben adoptar las decisiones.
*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente de AsoVenezuela, @barraplural