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La preocupación venezolana sobre nuestra situación interna es general. Ella inclusive a algunos lleva a afirmar que cada vez son menos los que esperan que la misma se resuelva pacíficamente.
Uno, que vive en Colombia y observa lo que ocurre en el sistema de Justicia y Paz creado por el Acuerdo Santos, ruega porque lo que aquí ocurrió no nos pase, mas el optimismo es poco.
Ese sistema ha permitido visibilizar los horrores de un enfrentamiento entre hermanos. Por un lado las FARC, por el otro los paramilitares y, finalmente, en el tercer vértice de ese triángulo, los militares, algunos de los cuales aparentemente hicieron uso abusivo de las armas. En el medio de todos ellos, la población civil.
Muy a nuestro pesar, alguno de los actores mencionados en el párrafo precedente se encuentran en nuestro país. Adicionalmente, paramilitares, que allá llamamos colectivos, hacen parte de la ecuación a la vez que de ella participan efectivos de nuestras fuerzas militares. A diferencia de lo que ocurrió en Colombia, nuestros colectivos coadyuvan en el actuar de las FARC y ambos cuentan, además, con el apoyo de esos factores de nuestra fuerza armada, complicando más aún el cóctel nacional.
El inicio de la solución a ese problema venezolano pasa porque la fuerza armada rescate su institucionalidad. Es un error creer que toda ella está contaminada por su vinculación con esos extremos armados. Lo que sí tiene es limitación al acceso de su dotación por algún motivo que solo quienes ocupan Miraflores saben.
La recuperación de la institucionalidad por parte de los efectivos militares implicará que quienes hoy monopolizan el uso de las armas en contravía de nuestra legislación deban enfrentar las consecuencias de su accionar, lo que sin duda de alguna manera nos impactará a los civiles pero en menor medida que si estos participan como actores en ese enfrentamiento que, según algunos observadores, habrá de venir.
Es lamentable que, por razones ideológicas, el señor Chávez y quienes desde su inicio le acompañaron en su accionar, convirtieren a un país que venció en la década del 60 del pasado siglo a la guerrilla castrista en un eventual escenario de conflicto entre hermanos.
Como siempre lo afirmo, formo parte de los que abogan por una solución política, pacífica y constitucional a nuestra situación, mas estoy consciente que, a pesar de la misma, muy probablemente habremos de enfrentar a algunos que no comparten esa posición y que, con las armas que poseen, pretenderán imponer su sinrazón.
El camino de la transición no será un lecho de rosas. Es la consecuencia de nuestros errores.
*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. @barraplural