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Sin sorpresa. Esa es la percepción que uno como venezolano tiene respecto de la posición de la señora Alcaldesa de Bogotá relativa a la migración de nuestro país en la ciudad. Simplemente, no le gustamos, eso creo.
Que una persona tenga hacia otras reticencias es natural. El problema se presenta cuando quien las tiene, ejerce una función pública.
Quien esa posición ocupa debe apartar los prejuicios que tenga contra cualquiera de los que sirve pero ejemplos en contrario sobran y algunos muy paradigmáticos a nuestra mente vienen por su accionar ayer y hoy, que es mejor no mencionar.
En Bogotá residimos la mayor porción de venezolanos que en Colombia se encuentran. Según las cifras de Migración Colombia, más de trescientos mil aquí estamos.
Todos quienes en ella vivimos, aún aquellos que deban hacerlo de la caridad general, de alguna manera contribuimos con la ciudad pues, tan solo al consumir algún producto, por más económico que sea, le generamos ingresos a un comerciante que al fisco bogotano aporta. Adicionalmente, son poquísimos los connacionales que, de ese porcentaje, delito comete. Las cifras – oficiales e institucionales – lo evidencian.
Así las cosas, la animadversión personal que sobre nuestra presencia la señora Alcaldesa refleja, en las dos declaraciones que en diez meses ha realizado respecto de la migración venezolana, no se compadecen con el aporte que, desde distintas áreas, todos los venezolanos que aquí vivimos le hacemos a la ciudad.
La solicitud de ella, relativa a deportación inmediata del venezolano que ha cometido delitos, la hemos criticado severamente cuando las altas autoridades la han planteado.
Hemos sido venezolanos quienes hemos solicitado, no la deportación, sino el juicio, la condena y, después de ello, esa medida administrativa, pero no por nuestra nacionalidad, sino por la efectiva comisión de un hecho punible.
La inmensa mayoría de los venezolanos no salimos de nuestro país a hacerle la vida de cuadritos a nadie. Suficiente es con que nos la hicieron a nosotros y por eso de allá nos fuimos.
Lo hicimos porque un gobierno nos persiguió por opinar distinto, porque ese mismo gobierno diseñó políticas públicas para empobrecernos y matarnos de hambre, porque él – ayer y hoy – desarrolló prácticas generales de exclusión. Por eso, llegamos a estas tierras, no sólo por la cercanía, sino, adicionalmente, porque pensábamos que la situación era diferente, quizás considerando que, en el pasado, los colombianos lo hicieron hacia nuestro país y allá hicieron vida.
La posición de la señora Alcaldesa contrasta, no solo con las políticas públicas desarrolladas por el gobierno de Colombia – el actual y el precedente – sino también con la práctica inclusiva del señor Peñalosa, su antecesor en esa posición, respecto de la migración de nuestro país.
Finalmente, debe saberse que, si algún pensamiento – diario y perenne – tenemos los venezolanos que fuera de nuestra tierra estamos, es el atinente al retorno al país. Que bueno sería que la señora Alcaldesa pusiere sus buenos oficios con algún amigo con poder en Caracas para que las cosas allá cambien y podamos hacerlo prontamente.
*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. @barraplural
Estoy de acuerdo. Hay que deportar a los delincuentes. Venezuela deberia hacer lo mismo: Deportar a los colombianos delincuentes. Asi podrian vaciar las carceles en Venezuela