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Con ocasión de cumplirse cuatro años de haberse suscrito el Acuerdo de Paz en Colombia, se celebró este pasado fin de semana un foro virtual en el cual participaron, no solo protagonistas, observadores y garantes del mismo, sino representantes del actual gobierno del país.
En el curso del evento, Felipe González afirmó que “es más fácil hacer la guerra que construir una paz incluyente”. Mientras eso ocurría, Mr. Trump, con su natural desparpajo, por decir lo menos, afirmaba en actos de campaña en el estado de la Florida que el referido acuerdo había servido para entregarle a Colombia al terrorismo y al narcotráfico, lo cual fue severamente criticado en el editorial del lunes 28 del corriente por el bogotano diario El Tiempo.
La paz es la antítesis de la guerra. Tiene la primera una virtud respecto de la segunda y es la ausencia de víctimas fatales. Sólo ese elemento debería servir de fundamento para que todos trabajásemos por aquella mas lo cierto es que buena parte de nosotros cree que la segunda es el medio idóneo de la solución del conflicto del país.
Obviamente, no estoy escribiendo respecto de Colombia. Como siempre afirmo, no lo hago por obvias razones – pues soy extranjero en el país y adicionalmente refugiado -.Me refiero al mío, a Venezuela.
Entre alguno de nosotros ha permeado la conseja según la cual solo a través de las armas resolveremos nuestra situación, las cuales – por cierto – quienes así piensan no tienen. Así entonces, la opinión va dirigida a que otros intervengan y hagan el trabajo que nos corresponde. Al respecto, es lo cierto que la solicitud hasta ahora ha sido descartada por el único que se manifestó dispuesto a ella cuando desde sus máximas instancias se afirmó que “todas las opciones están sobre la mesa”.
Salvo esa excepción, el resto de la comunidad internacional que respalda el accionar opositor venezolano ha afirmado una y otra vez que nuestro conflicto lo debemos resolver nosotros a través de las negociaciones, es decir, mecanismos pacíficos. Para que eso ocurra, no lo dudo, es menester crear condiciones que pasan, obviamente porque el liderazgo – todo él – comprenda que ése es el medio idóneo para solventar la crisis.
Como siempre ocurre, alguno dirá que con personajes acusados por violación de derechos humanos no se negocia y uno piensa no solo en el reciente acuerdo con los talibanes sino en una de las últimas declaraciones de Mr. Trump de la semana pasada según la cual luego del 3 de noviembre conversará con Venezuela e Irán, lo que implica que lo hará con el señor Maduro y los ayatolas, quienes de seguro no serán para esa fecha integrantes de la Legión de María.
La negociación no se contrapone a la movilización; ésta es imperativa para generar aquella en el entendido de que la misma, como lo afirmó el Cardenal Porras en reciente foro, se realiza no con quien se quiere sino con quien se debe. Ése es nuestro caso.
Hagamos los venezolanos lo conducente para construir la paz; ya las víctimas son demasiadas.
*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. @barraplural