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Debo señalar de entrada, como observador venezolano, que en Colombia –por lo que a universidades se refiere- existe una práctica desconocida en mi país. Aquí, cada vez que en los medios se refieren a un profesional destacan expresamente la universidad de la cual egresó, lo que sin duda alguna connotación tendrá.
En una de las últimas clases que dicté en una universidad bogotana – que no forma parte de aquellas consideradas de más alto perfil – mis estudiantes de cuarto año manifestaron su inconformidad con la vida profesional que en Colombia les espera.
Si los interpreté correctamente, aducían ellos que sabían desde ya que su capacidad de contribución al país estaba limitada por la circunstancia de no poder asistir a ese circuito lo que limitaría su posibilidad de acceso futuro a niveles decisorios nacionales.
Creo rotundamente que la universidad no puede ser el elemento que construya desigualdades. Por el contrario, cuando menos en mi país, ella igualaba a todos pues a la misma cualquier hijo de vecino podía ingresar, no solo porque las públicas eran de libre acceso y gratuitas, sino porque las privadas tienen costos mucho menos elevados que los que observo en Colombia a la vez que, en el caso de buena parte de estas últimas, tienen un sistema de becas que facilita el acceso a las mismas. El reciente evento de mi alma mater, la Universidad Católica Andrés Bello, en el cual solicitó contribución de sus egresados para financiar aquellas y fue sobrepasada en sus expectativas, lo evidencia.
El profesor Sandel sostiene que, cuando se produce esa situación de desmedro de otros como consecuencia de la meritocracia universitaria, los afectados tienden a mirar hacia el líder populista y ello es lo que justifica que el apoyo del señor Trump, en el caso de los Estados Unidos, no sólo se hubiere mantenido sino que se incrementó.
El hecho de creer – de entrada – que por no haberse educado en una universidad de alto perfil o no haber tenido la oportunidad de acceder a cualquier estudio de nivel superior la persona queda impedida de acceder a las posiciones para las que se sienta calificado, sin duda producirá un caldo de cultivo de primera línea para radicalizar posiciones personales respecto de las cuales siempre hay un político atento.
Uno entiende que, en democracia, todos tienen las mismas posibilidades. El artículo que motiva este comentario obliga a repensar lo que creía obvio.
*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. @barraplural
Los Colombianos en buena medida no ven con buenos ojos a nuestros connacionales que se vieron obligados a emigrar hacia el vecino país, por los motivos ya conocidos. Los venezolanos son maltratados y mal pagados en colombia, hay excepciones por supuesto, personas que no olvidan los millones de neogranadinos que hace años tuvieron que correr e integrarse a nuestra gente, habiendo recibido siempre apoyo y comprensión. Eso mismo queremos para nuestros hijo y nietos que tratan de integrarse y trabajar lícitamente en colombia. Queremos que las autoridades le metan el ojo a la gran cantidad de arrendadores de habitaciones en la provincia colombianas que abusan en todos los sentidos de nuestros familiares. Demuestren humanidad como aún lo hacemos con ustedes en Venezuela. No sean mal agradecidos y muerganos con los que únicamente buscar trabajo para subsistir. Agradezco infinitamente a los colombianos que han recibido con cariño y han ayudado a nuestros muchachos. Nunca los olvidaremos.