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Cierre de fronteras, militares armados, lanchas artilladas, tanques de guerra, clausura de puertos, muros o cercas, todos ellos son mecanismos que los países afectados por la migración han utilizado para impedirla – en algunos casos por el impacto que ella genera y en otros por la preocupación pandémica -, más lo cierto es que está ocurriendo.
En una reciente película española, que se desarrolla en la parte africana de España, uno de los actores le dice al otro que la cerca que obstruye el acceso desde Marruecos no tiene por objeto impedir que los migrantes entren, sino obligarlos a que resuelvan su problema país. La expresión produjo en mí profundo impacto.
Cada Estado tiene derecho a establecer las limitaciones que estime conducentes de ingreso a su territorio, independientemente de la conducta de acogida previa que respecto de sus connacionales el país que genera la migración que hoy le afecta hubiere tenido, y mucho más lo tiene en una situación como la actual, en la cual se están cerrando fronteras ante la preocupación generada por el Covid-19.
También es verdad que existe la primacía de los derechos humanos y de las políticas de refugio que cada Estado aplica, más es lo cierto que este último solo se solicita, en el caso de Colombia una vez se pisa el territorio nacional, por lo que si la persona no llega a él no puede entonces ser su beneficiario. Así las cosas, guste o no, cada Estado es libre de permitir o no el acceso a su territorio; de eso no tengo duda alguna.
Lo descrito pone entonces sobre la mesa el papel de los venezolanos respecto de lo que hemos hecho para enervar las políticas diseñadas y ejecutadas desde Miraflores que originan la diáspora.
El argumento general es que hemos hecho de todo y no ha sido posible. Si damos por cierta la afirmación, pareciere conducente entonces evaluar nuestro actuar y sus resultados y en función de ello resolver. Esa es, indubitablemente, una tarea pendiente por razones desconocidas.
Los venezolanos nos estamos convirtiendo en parias en el mundo y no nos sirven acuerdos parlamentarios reconociendo la situación o reclamos airados de la dirigencia. Es menester reconocer en qué se ha fallado, en adoptar los correctivos conducentes y proceder en consecuencia. Mientras no hagamos eso, seguiremos saliendo y los países hacia los que nos dirigimos, tratando de evitar nuestra entrada.
Nunca fuimos migrantes. Hoy quienes ocupan posiciones de poder en el país hacen lo imposible por expulsarnos del mismo; quienes le enfrentan redactan acuerdos pero han sido incapaces de acordar una estrategia común y eficiente que enerve esa política. Es nuestra realidad. Es nuestro respetuoso reclamo.
*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. @barraplural