About The Author
Afortunadamente, en una democracia, cuando los ciudadanos nos sentimos inconformes con lo que está sucediendo, cuando nos duele la vida de niños que bombardean sin el más mínimo pudor, cuando nos duele ver como matan a líderes sociales, indígenas, campesinos, activistas, cuando nos duele ver cómo se afecta la calidad de vida con las altas tasas de desempleo, cuando nos duele ver reformas laborales injustas que afectan a la clase trabajadora, cuando nos duele ver que han borrado la “paz” de nuestra narrativa, cuando nos duele ver como nos devuelven al pasado… contamos con un medio legítimo para reclamarle al gobierno nuestras demandas sociales y evidenciar públicamente nuestro rechazo a esas decisiones políticas. Por lo tanto, la protesta social es un recordatorio crucial de que la gente tiene tanto el poder como el derecho de pedir un cambio.
Y es el mismo derecho que tuvo el Centro Democrático cuando se declaró en resistencia civil contra el gobierno de Santos y convocó una marcha para exigirle al mandatario que renunciara. El senador Uribe en ese entonces invitó a salir masivamente a las calles porque en su opinión ese era un gobierno que “estaba estafando a los colombianos”. A su turno, Duque senador, dijo que los que no estaban de acuerdo con el gobierno fueran a las calles; incluso, hasta Popeye (ex-sicario al servicio de la estructura criminal del Cartel de Medellín) marchó con ellos. Y no recuerdo que se hayan alzado voces criminalizando o estigmatizando las causas que los llevó a movilizarse.
Entonces, ¿por qué ahora que ellos se encuentran en la otra orilla, a los marchantes no los bajan de anarquistas, vándalos, guerrilleros, izquierdosos, terroristas y comunistas? Han insultado a artistas, actores, académicos, periodistas, tuiteros… por expresar su apoyo a la marcha. Lafaurie convirtió una obra teatral en un ritual satánico que según él tenía como objetivo mandar legiones de demonios al paro (y así lo difundió); su esposa, la senadora Cabal convirtió a cuatro famosos youtubers en guerrilleros de las FARC infiltrados del Foro de Sao Paulo (y así lo difundió). Además, reproducen imágenes con mensajes como: “Yo no marcho, yo trabajo” (o sea que los que marchamos somos vagos). “Yo salgo a producir, no a destruir” (o sea que los que marchamos salimos a quemar buses y tirar piedra). “Yo amo a Colombia, por eso no marcho” (o sea que los que marchamos no amamos a Colombia).
Todos estos señalamientos lo único que hacen es exacerbar más los ánimos. La experiencia ha demostrado que las peores tormentas políticas ocurren cuando los gobiernos intentan reprimir estos derechos, ya que la represión promueve la frustración y alimenta la violencia.
Este gobierno no puede seguir viendo las reivindicaciones ciudadanas como amenazas a la autoridad del Estado, con el consiguiente enfoque en contener y disuadir las protestas, ofreciendo una respuesta policial a un problema social; máxime, que en un país con altísimos niveles de desigualdad, que está tratando de cerrar las heridas de un conflicto armado de más de cincuenta años, con altos niveles de violencia y vulneración sistemática de derechos humanos… es imperioso para las autoridades privilegiar el diálogo.
Toda esta situación debe llevar al presidente Duque a una reflexión más profunda, a una autoevaluación de su gestión (algo le tiene que decir el hecho de que el 69% de los colombianos desapruebe su desempeño), a preguntarle a los manifestantes por qué están insatisfechos, a asumir una posición más humilde que le permita tejer puentes en medio de las diferencias y a entender que no está gobernando para un partido político sino para todo un país porque el paro del 21, lo único que demuestra es el distanciamiento que hay entre su gobierno y el clamor ciudadano.
Por eso marcharé, porque necesito palpar y sentir que juntos somos parte de una fuerza más grande con el poder de lograr que la paz y el respeto por la dignidad y los derechos humanos vuelvan a ser parte de nuestra narrativa.
¡Nos vemos el 21!
*Diana Martínez Berrocal, Abogada, especialista en derecho público, Magister en sociología política, docente, columnista y analista política,
@DianaMartinezB8