La voz que aún resuena: Entrevista a un poeta inmortal

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Borda Leaño entendió que la poesía no es solamente un ejercicio estético, sino también una trinchera.

Encuentro de Poetas y Narradores Bolivianos, Estocolmo, 1991
De izquierda a derecha: Ruth Cárdenas, Homero Carvalho, Pedro Shimose (atrás), Alberto Guerra (†), Nora Zapata, Edwin Salas (†) (atrás), í Montoya, Héctor Borda (†), Javier Claure, Ricardo Pastor, Luis Vélez (atrás), Tito Silva y Luis Andrade. Créditos: Javier Claure

El poeta boliviano Héctor Borda Leaño falleció, a los 95 años, a la una de la madrugada del día miércoles 26 de enero de 2022, en la ciudad de Malmö (Suecia). Fue miembro del Movimiento Cultural «Gesta Bárbara», de Oruro (Bolivia), junto a su entrañable amigo poeta

Alberto Guerra (†).  Ha publicado varios poemarios y ha obtenido dos veces el Premio de Poesía Franz Tamayo. Primero en 1967 por su poemario La Ch’alla y en 1970 por su poemario Con rabiosa alegría. En 2010 el Estado Plurinacional de Bolivia, le otorgó la medalla al mérito cultural Marina Núñez del Prado. Fue un político comprometido con las filas de la izquierda. Estuvo exiliado en Argentina, en Brasil y en Suecia. Trabajó en la mina San José de Oruro y observó, desde cerca, las injusticias sociales y la desigualdad. Conocía la cadencia del minero que talla su destino a golpe de fatiga. Por eso, su poesía emerge desde los socavones donde alumbran lámparas de carburo, desde las calles de Oruro y desde los Carnavales que, año tras año, desgarra la piel del tiempo con bailes, máscaras, disfraces, bandas y bailarines que se pierden en un remolino de colores.

Borda Leaño entendió que la poesía no es solamente un ejercicio estético, sino también una trinchera. En sus versos, Bolivia no es solo un paisaje de bailes tradicionales o de postales turísticas, sino una tierra herida por la injusticia y la explotación. Muchos de sus poemas tienen la dureza de una mina de estaño y la melancolía de una zampoña que suena en el altiplano. Su poesía dialoga con la historia y la denuncia, pero sin perder el pulso de la belleza. Hay en sus versos una tristeza digna, pero también una esperanza firme. No clama venganza: simplemente escribió lo que otros prefirieron callar. Y, por lo tanto, su escritura es imborrable.

Conocía a Borda Leaño de nombre, porque leía su poesía en la prensa boliviana y en antologías. Hace muchos años era miembro de un grupo literario boliviano que se formó en Estocolmo. Y el 17 de enero de 1990 hicimos una velada cultural en el local de la Asociación Cultural Boliviana. Borda Leaño participó en ese evento. Fue la primera vez que lo vi. Nos dimos la mano e intercambiamos algunas palabras, me acuerdo bien. En el folleto que publicamos, hay dos poemas de su autoría: «Usted sabe señor» y «Pequeña muerte» que pertenece a su poemario Con rabiosa alegría. Supuestamente tenía que leer esos poemas. Pero don Héctor vino cargado con su artillería poética y sorprendió a todo el mundo. ¡Leyó sus poemas por más de una hora!

Yo fui uno de los organizadores del Primer Encuentro de Poetas y Narradores Bolivianos en Estocolmo que se llevó a cabo en septiembre de 1991. Y Borda Leaño participó en ese encuentro. Presentó una ponencia acerca de los 500 años de explotación.

Fue un Festival hermoso lleno de poesía, de conferencias, de anécdotas, de risas, etc. Conversaba con don Héctor como si hubiésemos sido amigos de muchos años. Nunca me llamaba de mi nombre, me decía «Claurecito», con cariño. Tenía un excelente sentido del humor y a veces era sarcástico. El viaje en barco a Finlandia fue el postre exquisito del encuentro. Ahí continuaron las anécdotas, bromas, charlas y pequeñas tertulias informales. Nunca olvidaré aquella tarde cuando varios de los poetas subimos a la cubierta del barco a pasear, y ver el panorama sobre las aguas del mar Báltico. Caminando por los pasillos don Alberto Guerra (†) me decía: «Sigue adelante, eres un poeta macerando». Y don Héctor continuaba: «Así es, Claurecito, sigue adelante, hay que agarrar al toro por las astas». Bellas palabras que marcaron mi alma poética. Tampoco olvidaré aquel día que vinieron a mi departamento. Y conversamos horas entre Héctor Borda, Alberto Guerra, Homero Carvalho, Víctor Montoya, Nora Zapata Prill y mi persona.

En una charla informal, don Héctor me comentó que él y Alberto Guerra, se conocieron cuando estudiaban por las noches en el Colegio Saracho de Oruro. Además, me dijo que nunca perteneció al Movimiento Cultural «Gesta Bárbara». Ese día no le refuté, pero sonaba muy extraño en mis oídos. Había leído sus poemas en Antología de la Poesía Universal, Bolivia, editada en 1996 por Latinas Editores. Y en la introducción dice: «Perteneció a Gesta Bárbara de Oruro». En la antología, La Poesía en Oruro, editada por los poetas Alberto Guerra y Edwin Guzmán, al referirse a Héctor Borda, reza: «Poeta, miembro de Gesta Bárbara de Oruro». Entonces, surge la pregunta: ¿Por qué negaba su participación en ese movimiento poético tan importante? Al parecer, y según allegados que conocen bien el caso, dicen que en Gesta Bárbara había personas con tendencias ideológicas contrarias a la de Borda Leaño. 

La pregunta seguía rondando por mi cabeza hasta que, en el 2004, cuando viajé a Bolivia, en la ciudad de Oruro, le pregunté a don Alberto Guerra sobre este tema. Y la respuesta fue afirmativa. Además, me dijo: «Si quieres hablar con Héctor, viaja a La Paz. Y a las doce en punto del día, lo encuentras en la cafetería La Paz, su lugar preferido». Y así fue, al día siguiente viajé a La Paz. Llevaba bajo el brazo mi primer poemario, Preámbulos y Ausencias, con una dedicatoria para don Héctor Borda. Un día visité la cafetería a la hora indicada. Entré, y mis ojos brillaron de alegría. Lo vi sentado solo tomando un café. Me acerqué a su mesa, le dije quién era, e inmediatamente exclamó: «Claurecito». Nos dimos un fuerte y largo abrazo. Luego, le entregué mi poemario, lo hojeó y me dijo que lo iba a leer minuciosamente. Y acotó: «Confío en ti como poeta». Aquel día charlamos de todo un poco y recordamos los momentos del encuentro. En realidad, mi intención era entrevistarlo. Estaba listo con un pequeño dictáfono, pero cuando le pregunté, me dijo: «otro día». Quedamos de acuerdo para vernos después de unos días. Volví a la cafetería, a la misma hora, esta vez conversamos largo y tendido sobre la situación política en Bolivia, y le dije que pronto retornaría a Suecia. Y cuando insistí en la entrevista, me contestó que mejor lo haría por teléfono. Me dio su número telefónico. Nos dimos un apretón de manos, un fuerte abrazo fraternal y nos despedimos. Estando en Suecia, lo llamé tres veces para entrevistarlo. Las tres veces me dijo con una voz gruesa, firme y saludable: «Claurecito, no te puedo dar la entrevista. Ya me voy a morir». Conociendo el carácter de don Héctor, me eché a reír en el teléfono. Nunca pude entrevistarlo frente a frente como deseaba.

La presente entrevista se realizó hace doce años. Más exactamente a principios de 2012 envié las preguntas por correo electrónico. Debo aclarar que don Héctor, según su hija, se encontraba en silla de ruedas, le fallaba la memoria corta y tenía dificultad para hablar; pero estaba cuerdo. Afortunadamente, el 9 de agosto del mismo año, me llegó un mensaje de su hija Eliana que decía: «Te envío lo que con mucho trabajo logré arrancarle a papá».

Javier Claure: Escribir poesía puede ser un acto de hacer frente a la miseria humana. ¿Cómo defines tu poesía?

Héctor Borda: Durante mi juventud me dediqué a la política en Bolivia. Las grandes injusticias sociales me marcaron mucho. Y esto lo expreso en mi poesía. Por mis propias circunstancias me acerqué a las minas, y como trabajador conocí a fondo el proletariado minero. La vida del minero toca las fibras más hondas de mi ser, y mi poesía va tomando cuerpo en ese sentido. No sé si es una forma de hacer frente a la miseria humana, pero es para mí una forma de decir mis verdades y mi sentir.

JC: Sé que pertenecías al Movimiento Cultural «Gesta Bárbara» de Oruro. Hablando con Alberto Guerra (†) me contó que fuiste tú, quién lo invitaste para que formara parte de ese movimiento. Cuéntame algo de esa época.

HB: Primero que nada, los muertos siempre tienen más razón que los vivos. Así que no vale la pena refutar las afirmaciones de mi querido amigo Alberto. Pero si de algo sirve, te diré que en ese tiempo existían dos Gestas Bárbaras. Una que vio la luz en Potosí con Enrique Viaña, y otra fundada en La Paz por Gustavo Medinaceli a su regreso de Europa. Yo no pertenecía a ninguna de ellas, era simplemente un observador, un colado. Aquí quiero acotar que los vivos pueden equivocarse, los muertos ya no se equivocan.

JC: Tu último poemario lleva como título Poemas Desbandados. ¿Podrías contarme algo sobre los poemas incluidos en ese libro? ¿En qué te inspiraste?

HB: Los poemas de ese libro están inspirados en personajes reales recogidos de todos los rincones de Bolivia. Poemas desbandados es una antología de otros libros anteriores.

J.C: ¿De qué manera ha influido en tu poesía, el hecho de haber vivido exiliado en Suecia?

HB: Mi producción poética de mayor intensidad se da mucho antes de llegar a Suecia. No creo que el exilio en Suecia haya influido mucho en mi poesía. Es un exilio de estómago lleno. En Suecia yo me entrego totalmente a la lectura. Y siento que estoy parado frente a un semáforo en rojo esperando el momento para pasar. Sin embargo, otros exilios en otros países de América Latina influyen en mi poesía, especialmente cuando vivía exiliado en Argentina. No solo por las circunstancias políticas que me tocó vivir allí, sino también porque me involucro justamente en esas circunstancias. Conocí a gente con ideas progresistas y empecé a compartir mi poesía con poetas y escritores comprometidos con su país. La necesidad de escribir se hizo más intensa.

JC: Por último, ¿Cómo poeta qué opinas de la muerte?

HB: Cuando uno tiene la edad que yo tengo, ahora 85 años, no se pregunta eso. Pero puedes leer mi poema «ch’alla de la muerte», y así sabrás lo que opino de la muerte en términos de la poesía.

Héctor Borda y Javier Claure (La Paz, Bolivia, 2004) Créditos: Javier Claure

Hasta siempre querido amigo Héctor Borda Leaño. Tus consejos los llevo en mi universo interior. Agradezco profundamente a Eliana Borda por su paciencia y colaboración para hacer realidad esta entrevista. 

*Javier Claure Covarrubias, escritor, poeta y periodista.

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