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“La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. Artículo 22. Constitución Política de Colombia.
“En la guerra, resolución; en la derrota, desafío; en la victoria, magnanimidad; en la paz, buena voluntad”. “La política es casi tan excitante como la guerra y casi igual de peligrosa. En la guerra solo te pueden matar una vez, pero en política muchas veces”. Winston Churchill (Político Británico, 1874-1965).

El dilema de la negociación actual de “Paz Total” parece enredarse en los vericuetos de las oscuridades previas a esos procesos. ¿A qué me refiero? A que no es claro, eso se aprecia en las actitudes, que se trata de las negociaciones de un Estado legítimamente constituido (representado por un Gobierno) frente a unos grupos insurgentes que arrogantemente parecen adoptar la lógica de otro “Estado”. El fin de la negociación es incorporar a la sociedad civil esos grupos insurgentes pasando por un proceso de desarme y renuncia a la violencia como medio de ejercicio político y unas garantías socio-económicas para esa incorporación, si así fuera el caso. Pero en el entretanto de la negociación (ardua y sinuosa, casi siempre) ocurren cosas, que parecen tener el efecto de la desconfianza de la opinión pública, por no decir su escepticismo. Y aquí es donde quiero hacer un planteamiento de carácter observacional.
Es frecuente que, en estas negociaciones, la parte contraria al Estado, endurezca sus posiciones e inclusive se radicalice en sus expresiones y algunas acciones, quizás con dos propósitos: posicionarse mejor (posiciones de fuerza) y amedrantar al oponente para obtener mayores ventajas. Este método de negociación, que la opinión pública no entiende, podríamos llamarlo “sindicalista”, sin ofender a los sindicatos que son organizaciones justas y a quienes se debe reconocerles avances sociales. Lo llamo así por la observación de algunas situaciones de conflicto laboral, sin reclamarme experto en “Negociación de conflictos”, en donde lo que se observa es la radicalización de posiciones cuando más se quiere negociar. Paradójico, ¿No? En el caso de las negociaciones políticas (Entre Gobierno e insurgentes), ocurre que estos últimos recurren a la misma táctica y esto desconcierta a la opinión pública.
Esas señales que parecieran ser contrarias a una voluntad de negociación, la verdad y a mi modo de ver, deben interpretarse de otra manera, aunque la opinión pública se desconcierte. Por ello, lo que mejor corresponde a la parte gubernamental es la “no ingenuidad”. Esto significa que la conducción de tales negociaciones debe hacerse mediante “la zanahoria y el garrote” esto debe hacerse y no tanto decirse. Pero es un principio de Gobierno o mejor de Estado la “no renunciabilidad al uso de la fuerza legítima”.
Y fijarse bien, traigo a colación la correcta expresión de Max Weber, uno de los cásicos de la Sociología, que ha sido tergiversada: no es el uso legítimo de la fuerza, si no el uso de la fuerza legítima. ¿No es lo mismo? No. La fuerza legítima es la que se emplea con arreglo a leyes y derechos y no la fuerza así no más. Lo mejor sería decir: El uso legítimo de la fuerza legítima. Esto excluye, falsos positivos, uso desmedido o desproporcional de la fuerza, etc.
Hay algo más de fondo: la irrenunciabilidad a obtener la Paz como mandato constitucional para El Estado y para los ciudadanos. Entonces, es una condición permanente. De manera, que el propósito de la Paz siempre estará inscrito en el deber gubernamental, sea que está se consiga por la generosidad de las negociaciones o por el ejercicio de la Fuerza Legítima. En todo caso, es fundamental que quede claro que el monopolio de la fuerza legítima reside única y exclusivamente en el Estado.
De tal modo que, la consecución de la Paz, es ese devenir permanente en nuestro país, que además debe lograrse con el menor costo posible en vidas, con la menor destrucción de la naturaleza, con la menor afectación de personas y bienes.
Frecuentemente, en las negociaciones de conflictos, hay más negociación sobre medios que sobre fines. Esto qué quiere decir, Que esas negociaciones versan más sobre los métodos empleados para obtener reivindicaciones, que sobre las reinvindicaciones mismas. Es que pareciera ser que la “Paz” (u orden público) hace referencia al no uso de instrumentos de presión legítimos o no tanto. De esto nos hace caer en cuenta el sociólogo noruego Johan Galtung (1930-2024), recientemente fallecido. Decía este sociólogo que los conflictos permanecen latentes o activos, porque lo que se negocia, frecuentemente son los medios y no los fines, Es decir, que las razones de un conflicto suelen permanecer “incólumes”, mientras se apaciguan, los paros, bloqueos, tomas, manifestaciones, pedreas, etc. Ya sea por incapacidad o por la razón que sea los gobiernos no resuelven situaciones originadoras de conflictos y como la “rueda de la diosa fortuna” vuelve a marcar “desgracia”. Si, por desgracia es la frecuente situación en nuestro país.
Además, el empleo de la violencia (la fuerza no legítima) se vuelve entonces tan recurrente que parece que nos acostumbramos a ella, mientras no nos toque directamente, y como que hay una razón de la “sinrazón”, por lo consuetudinaria de la apelación: “si no es violento no nos paran bolas”. Pero se auto-engañan quienes sostienen este planteamiento, por lo señalado precedentemente, entre más violento los medios menos posibilidad de resolver fines, porque siempre la negociación será por los medios y no por los fines. Muchos ciudadanos aluden que están cansados de hacer peticiones y que la negligencia de las autoridades es clásica y permanente. Y qué diría frente a esto: No que no se reclame, sino que se use la creatividad para que el reclamo sea el objeto de la negociación y no el apaciguamiento de los métodos empleados. ¿Seré muy ingenuo? Pues es una ingenuidad aparente que parecería ser la indicada para la no recurrencia a lo mismo una y otra vez.
*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.