Pensar distinto

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Si algo caracteriza a la democracia y debe defenderse enfáticamente, es el derecho a disentir.

Tiempos difíciles corren en Venezuela. Diferir se ha convertido en un delito. Lo es, en derecho, para quienes ocupan el gobierno pero también lo es, en la práctica,  para un sector muy importante de la oposición.

Bajo esos supuestos, lo correcto es la alineación, bien con el pensamiento oficial, bien con su contraparte mayoritaria que le contradice. No es posible tener una posición diferente de ambas pues si ocurre, o vas preso o en cayapa te demeritan personalmente.

Quizás, por deformación profesional, recuerdo que, en épocas pasadas de nuestra judicatura, más importancia le dábamos los abogados litigantes al  voto salvado en una sentencia del más alto tribunal que a la opinión mayoritaria y lo hacíamos porque en esa diferencia encontrábamos matices que la otra no ponderaba, enriqueciendo el debate.

Este, en materia política,  en la Venezuela de hoy,  se torna inexistente. O estás con la opinión de uno o con la del otro;  es inadmisible opiniones propias y si las tienes, atente a las consecuencias.

Sucede sin embargo que algunos no nos formamos en el grupo ARS -aquel de “permítame pensar por usted”-. Tenemos nuestra opinión, esa que creemos que tenemos el derecho de exponer sin ofensas y con razonamiento tal como siempre lo habíamos hecho y que continuaremos exponiendo,  aún contra criterios mayoritarios que, por cierto, son variables pues las mayorías son volubles.

De nada le sirve al país sustituir una hegemonía comunicacional por otra, una narrativa por otra, persiguiendo o demeritando al que piense distinto.

Si algo caracteriza a la democracia y debe defenderse enfáticamente, es el derecho a disentir. Si ello no es posible pues se impide, de hecho y de derecho, quienes así piensan y actúan ciertamente no son demócratas.

Han pasado más de 25 años de hegemonía política en Venezuela. Una manera de actuar ha permeado en alguna parte de los venezolanos. La otra, por suerte, se mantiene incólume y busca espacios que permitan resolver los problemas y no complicarlos más.

Cada uno de los ciudadanos debería poder elegir, sin sanción de ninguna especie,  a cual pertenecer. Eso es un ejercicio de democracia.

*Gonzalo Oliveros Navarro, Abogado. Director de Fundación2Países @barraplural

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