Adiós al caballo. Historia de una separación

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Adiós al caballo. Historia de una separación.

Ulrich Raulff

Taurus

390 páginas

El matemático y divulgador científico francés, Didier Norton, propuso una teoría tan disparatada que me la creo. Según ella, la anchura de los ejes de cualquier vehículo, tren o tranvía que conocemos, incluidos los del eventual Metro de Bogotá, se debe al culo de los caballos. ¿Cómo? Pues fácil: como un par de caballos tiraron usualmente de las carrozas romanas en la conquista de su imperio, el espacio para que cupiesen sus sendas nalgas -ni muy cerca para que tropezaran, ni muy lejos para poner en peligro la estabilidad de la empresa- determinaron la medida de separación de las ruedas y, por lo tanto, las huellas que trazaban; así pues, se fueron dibujando los caminos del mundo y se fijó una anchura que hoy tiene que respetar hasta la tecnología más moderna: si los nuevos vehículos querían circular por las viejas vías de Europa, pues no tenían más remedio que acomodarse al tamaño de los culos de dos caballos juntos.  

No resistía contar esta teoría porque tiene su moraleja: el caballo ha dejado una huella imborrable en la Humanidad. Esa presencia se puede rastrear en la economía, la guerra, el transporte, la agricultura, la tecnología, las ciudades, la política, las artes, el deporte, la salud y en la misma evolución de la inteligencia humana. Eso lo que narra el libro que hoy traigo para dejar en la estantería de la Biblioteca Diaria de La Línea del Medio: Adiós al caballo. Historia de una separación, de Ulrich Raulff.

Dice Raulff: “[Este] no es un libro sobre el caballo, sino más bien un libro de un historiador sobre el fin de la era en que el hombre y el caballo hicieron historia juntos”. Es que para él ese “pacto centáurico” se rompió hace poco, culmen de una larga despedida que marcó la pérdida del mundo rural. Evidentemente está hablando de Europa y del mundo industrializado, pero, sin duda, Colombia ya ha avanzado en ese camino en el que el caballo está más relegado a un uso recreativo o a compartir con asnos y mulas unas pocas labores de carga. 

El libro relata cómo los primeros pobladores se enamoraron del caballo porque quisieron apropiarse de su velocidad y fuerza; fue por eso que no se le consideró una fuente de proteínas y lo que posibilitó conquistar, asegurar grandes territorios y comunicar poblaciones; el hombre logró domesticar esa naturaleza tímida y huidiza del caballo, y llegó, incluso, a convertirlo en un instrumento de terror en la guerra y en un símbolo del hombre depredador. Él, por su parte, se metió en el inconsciente humano, en el arte, la política y la recreación. El negocio fue mutuo.

La historia del hombre y el caballo, ese “pacto centáurico”, duró casi seis mil años y terminó sin mayor ceremonia, con ese pragmatismo soberbio del que hacemos gala en la actualidad. Así, pues, este libro puede hablar de culos de caballos, pero en realidad es un libro de despedida.

Mauricio Arroyave, periodista, lector caprichoso y frustrado librero, @mauroarroyave

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