Francisco el Hombre solo quería no olvidar el recado …

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Lo que enamoró a nuestro afamado escritor del vallenato, fue la capacidad narrativa y poética que aparece en las letras de sus canciones.

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La música en sus orígenes está estrechamente relacionada con aspectos de la sociedad como su cultura, la organización económica, su desarrollo tecnológico, tradiciones y creencias religiosas.

En la prehistoria aparece la música en los rituales de caza o de guerra y también para el disfrute lúdico alrededor del fuego. Se sustentaba en ritmos y movimientos que imitaban a los animales.

En nuestro país no fuimos ajenos a esta tradición, tenemos el ejemplo de los Chibchas, los Caribes y Arawak, que tuvieron un alto sentido del canto. Todos ellos, tal como lo manifiestan los cronistas históricos, cantaron para narrar sucesos y trasmitir de esa forma, el pasado a las nuevas generaciones. Lo mismo ocurrió con nuestros primeros cantadores zambos, mulatos y mestizos, fueron tan iletrados como sus antepasados aborígenes, en consecuencia, debieron también cantar su historia.

Sin embargo, en lo que respecta a la Región Caribe, es imposible hacer una retrospectiva de música – mensaje, sin referirnos al vallenato como expresión musical única de nuestro territorio. Observamos que no nace por un placer sonoro o poético, ni por el afán de conservar un legado histórico, su aparición se da por una necesidad, la de poder trasmitir unos hechos, más bien circunscritos a las coyunturas del momento.

Terminaron siendo las tonadas de un acordeón, el canal ideal para llevar información sobre acontecimientos de un lugar a otro, melodías que se repetían y repetían para que no se olvidaran los recados, chismes, y encomiendas. Pero el sonido y brillo de un instrumento como el acordeón fue tan refulgente, que la practica pasó de ser un encargo para constituirse en un verdadero deleite.

Eran esos mensajes llevados en burro, caballo o mula, el WhatsApp, el correo electrónico de hoy… o la cabina de Telecom de ayer. Así comenzó el vallenato cuyo presente lo posiciona como emblema y marca registrada de toda una Nación.

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Según el historiador samario Joaquín Viloria los acordeones entraron por primera vez a nuestro país en un número de 28 o 30 instrumentos, en los años 69 y 70 del siglo 19 por Riohacha, y fueron tan significativas las gestas comunicativas alrededor del acordeón, que se termina configurando una importante leyenda, la de Francisco el Hombre, el ser humano que fue capaz de derrotar al diablo cantando el credo al revés con un acordeón en el pecho.

Desde entonces ha sido el vallenato, el único género que, según la tradición, ha logrado derrotar al diablo, con lo cual ganó valía y afecto por parte del pueblo, pues se asoció a música de luz, no de oscuridad.  

Esta historia fue tan llamativa que el propio Gabriel García Márquez quiso inmortalizarla en su obra literaria. La duda del nobel con su obra emblemática Cien Años de Soledad, estaba referida, a si toda la historia la narraba en tercera persona desde la voz del Francisco el Hombre, o si simplemente lo dejaba como un protagonista del libro, optó por esto último, no obstante, la narración oral, espontánea y misional del vallenato está configurada en la obra de principio a final. Tanto, que Gabo en una entrevista manifiesta que su libro, no es otra cosa que un vallenato de 400 páginas.

La primera vez que Gabriel García Márquez reveló a los lectores su pasión por la música vallenata fue en mayo de 1948. Un artículo suyo en el diario cartagenero El Universal empezaba diciendo: “No sé qué tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo oímos se nos arruga el sentimiento”. Pero fue en marzo de 1950, dos años después de aquella nota en El Universal, cuando Gabo denominó a la música de acordeón como “música vallenata”, lo hizo en una columna de El Heraldo de Barranquilla en donde además mencionó a varios de los juglares que un día harían renombre, me refiero a Rafael Escalona, Abel Antonio Villa, Emiliano Zuleta, Enrique Martínez, Pacho Rada.

A Gabo se le debe en buena medida la fama del vallenato y aún el propio Festival de la Leyenda Vallenata creado en 1968, en cuyo parto ayudaron, además de Gabo, Álvaro Cepeda Samudio y Alfonso López Michelsen, aparte de notables personajes de Valledupar, como la Cacica, Consuelo Araujo Noguera.  

Así lo resume Centro Gabo en su portal: “Pocos saben que el precedente más inmediato a la creación del Festival de la Leyenda Vallenata se dio en Aracataca en el año 1966 y fue obra de Gabriel García Márquez con su amigo Rafael Escalona. Gabo había llegado a Colombia para asistir al Festival Internacional de Cine en Cartagena. Allí se encontró con Escalona, uno de los grandes compositores de la historia del vallenato, y le preguntó por las nuevas canciones que habían sido creadas en su ausencia. Como una forma práctica de actualizarlo, Escalona lo invitó a Aracataca para que oyera a todos los conjuntos que él pudiera convocar en la región. Así fue como Aracataca se llenó de acordeoneros y juglares que entonaron sus nuevas composiciones. Al día siguiente, la periodista Gloria Pachón, corresponsal del periódico El Tiempo, publicó una nota titulada “Gran Festival Vallenato en Aracataca””.

Lo que enamoró a nuestro afamado escritor del vallenato, fue la capacidad narrativa y poética que aparece en las letras de sus canciones. Historias llamativas y conmovedoras en tan pocas líneas… un reto que él consideraba colosal.

Desde su nacimiento, moviéndose de pueblo en pueblo y respaldado por la cadencia de un acordeón, la música vallenata ha ayudado a construir un imaginario único, en donde el realismo mágico hace parte del decorado, convivir con ello, configura nuestra esencia caribe.

Lo que enamoró a Francisco el Hombre del vallenato, fue que descubrió que, con algo de rima, el recado que debía llevar, no se le olvidaba.  Lo demás, es añadidura.

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*Rodney Castro Gullo, Abogado, escritor y columnista. @rodneycastrog

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