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No cabe ninguna duda: la administración de Joe Biden, que acaba de tomar posesión no tendrá ninguna otra alternativa, que no sea la de desestimar la decisión que, de forma inconcebible, irregular e irresponsable, ha tomado Donald Trump de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental.
Sumado a los argumentos sobradamente conocidos y denunciados por todos los expertos en la materia, en relación con la ilegalidad de este reconocimiento, especialmente los referidos a la naturaleza jurídica del territorio del Sahara Occidental, como territorio no autónomo, inscrito en las instancias internacionales como tal y pendiente de un proceso de descolonización. A ello hay que añadir el hecho de no respetar los principios constitucionales de los mismos Estados Unidos de Ámerica. Estos factores hacen que este reconocimiento carezca de validez, valor y autenticidad, ya que según el derecho internacional, la soberanía de un territorio es potestad exclusiva de la voluntad popular de sus habitantes y ningún Estado, ente, organización o individuo están legitimados unilateralmente para la concesión a un país de la soberanía sobre un territorio y menos uno que está sujeto a la aplicación de la Resolución 1514 de las Naciones Unidas.
El único objetivo de la escenificación forzada, artificial, postiza y a contra corriente que hemos vivido durante el último mes, protagonizada por el Majzen marroquí con la convivencia y complicidad del entorno trasnochado del sr. Trump, encabezado por su yerno, es imponer la política de los hechos consumados. Conocedores de sus limitaciones en cuanto a la ilegitimidad de su acuerdo y del poco tiempo del que disponían, nos empacharon durante un mes con escenas teatrales apañadas y adulteradas al gusto del Majzen, pero que no dejan de ser pan para hoy y hambre para mañana. La carrera contra reloj y de obstáculos que montaron el Majzen marroquí y el clan Trump, además de perseguir complicar la futura política exterior del nuevo presidente Joe Biden, ha transformado la relaciones internacionales y diplomáticas en la política del trueque y el cambalache, al reconocerle a Marruecos su soberanía sobre el Sahara Occidental a cambio del restablecimiento de relaciones diplomáticas con el Estado de Israel.
El feudal Majzen Marroquí y el clan Trump, para darle credibilidad a su ilegal y deshonesto acuerdo, han puesto en escena varias obras teatrales, de las que podemos citar: el vuelo fletado y filmado desde Tel Aviv a Rabat, pasando por la inauguración fantasmagórica e inexistente de un consulado de EUA en Dajla (Sahara) y terminando con la artificial y extraída de la chistera de un mago, conferencia internacional telemática de apoyo a la autonomía, con la presunta participación de 40 países.
Lo único que certificaron todos estos montajes es la deriva vergonzosa y deshonrosa en la que Trump implicó al gran Estados Unidos de América, exponiéndola como si fuera una vulgar y pervertida república bananera. Para que se hagan una idea, el sr. Trump puso a la primera potencia mundial, como compañera de viaje y al nivel de Estados fallidos, que sufren aproximadamente un golpe de Estado por año como República Centroafricana, Guinea Bissau, Santo Tomé y Príncipe, Haití, Sudán, República Popular del Congo, Sierra Leona, y de dictaduras feudales, donde las personas tan sólo son bichos vivientes como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Oman, Bahrein o lo poco que queda de Yemen.
Trump, con su política unilateralista, ha colocado a la primera potencia mundial en la tesitura de encontrarse casi al margen del tablero geoestratégico mundial, por ejemplo, en lo referido a la decisión del reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental. Trump se ha quedado solo y de paso ha aislado a los Estados Unidos. Todas las organizaciones internacionales y multilaterales, llámense Naciones Unidas, Unión Europea, Unión Africana, y todos los países influyentes e importantes han reaccionado de forma contraria a esta decisión y han abogado porque el marco de arreglo de los conflictos coloniales sea el mismo de siempre: el de las Naciones Unidas y la aplicación del derecho internacional.
Joe Biden no tiene otra opción que el rechazo a la política delirante del sr. Trump. Si Estados Unidos pretende seguir siendo la potencia neutral, creíble y líder de la comunidad internacional, no tiene más opciones que acatar la ley y la justicia internacionales, lo que la obliga a desprenderse de toda la herencia perturbada del Sr Trump, que constituye un verdadero peligro para la paz, la concordia y la armonía mundial. Sólo así podría recuperar su puesto de liderazgo internacional del que la ha apartado el sr. Trump.
De lo contrario, Estados Unidos no gozaría del prestigio necesario para seguir siendo la potencia que encabece el liderazgo en la política internacional al no poseer la fiabilidad, en tanto garante del cumplimiento de la legalidad y la justicia internacionales, como normas básicas que marcan la coexistencia y cohabitación de todos los países, pueblos y territorios.
Otra de las cuestiones decisivas que motiva que la elección de la administración entrante no puede ser otra que la de impugnar la decisión del Sr. Trump es que Estados Unidos no puede ser juez y parte; ahora mismo, se ha alineado con la potencia ocupante, lo que la coloca fuera de sus posiciones clásicas de poder jugar cualquier papel mediador o neutral dirigido a solucionar este conflicto de larga data. Asimismo, la desautoriza de poder desempeñar sus funciones de liderazgo en otros conflictos internacionales, con el agravante de que esta decisión podría animar a otras potencias a ocupar otros territorios, lo que generaría el caos y el desorden en el reparto territorial imperante en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial y multiplicaría los conflictos internacionales.
Para incidir en la vuelta de los Estados Unidos a su posición original, antes de la llegada del sr. Trump y sus prácticas poco ortodoxas, unilaterales y caracterizadas por el nepotismo, hay que recordar que todos los expertos sobre el derecho internacional han constatado la ilegalidad de la decisión de Trump. Un sinfín de personalidades, políticos e intelectuales han denunciado esta decisión unilateral y equivocada. Hemos visto medios de prensa prestigiosos y políticos estadounidenses de los dos partidos dominantes pedir a Joe Biden que refute la decisión del sr. Trump y se ajuste a la legalidad internacional vigente.
*Mah Iahdih Nan, Representante saharauí en misión en América Latina