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Pronto veremos la segunda parte de la película rodada en 2020, en esta la institucionalidad estará puesta de nuevo a prueba.
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¿Quién ganará las elecciones en Estados Unidos el próximo martes? Cualquiera de los dos podría ser el elegido. A la fecha, todas las encuestas muestran un empate técnico en la votación nacional. La misma situación se replica en buena medida en los estados de Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin -denominados swing- los cuales definirán la presidencia. Cuántos republicanos se alejarán de Trump en los mencionados estados es la pregunta clave. Esto ha sido un factor determinante en los resultados de 2016 y 2020.
Más allá de las expectativas y temores de lo que representa para Estados Unidos, América Latina y el mundo que uno u otro sea el ganador, la situación en sí misma presenta señales alarmantes. En caso de triunfo de Kamala Harris, Trump de nuevo ha manifestado que no aceptará su derrota.
No importa lo grande de la mentira: entre más se repita y con mayor volumen se difunda, más gente la creerá y multiplicará. Esta receta se ha convertido en una fórmula de éxito de Trump de la cual se vanagloria. Para llevarla a cabo ha encontrado inmejorables aliados que van desde empresarios billonarios a poderosos medios de comunicación hasta el Partido Republicano, cuya institucionalidad se le ha plegado.
En 2020, la aplicación de esta fórmula empezó previamente a la jornada electoral con la negación de que pudiera existir la posibilidad de la derrota, así como con la siembra de dudas en diferentes niveles y una vez realizados los comicios fue escalando con una avalancha de demandas sin fundamento – todas desestimadas- e intentos de manipulación y fraude de los resultados hasta llegar a estimular la violencia.
Están documentadas las acciones de falsificación de documentos por los que está procesado Giuliani, ex abogado del expresidente junto a otros individuos en cinco estados y las amenazas de muerte a funcionarios electorales demócratas. Trump pidió a autoridades electorales afines que hicieran aparecer los pocos votos que necesitaba, presionó a su vicepresidente para que no aceptara los resultados, ante su negativa incitó en su contra a una multitud enardecida y orquestó los hechos violentos del 6 de enero.
No sólo no hubo fraude por parte del ganador, sino que Trump no escatimó esfuerzo para torcer el resultado. Pero sus seguidores, eclipsados o enceguecidos por la retórica trumpista repetida hasta la saciedad en los diferentes medios y redes afines, no se dieron cuenta o no quisieron darse o no les importó que fuera su mesiánico líder quien buscara por todos los medios robarse las elecciones. Para muchos, él cómo salvador, está por encima de la ley.
Hoy más del 70 % de los republicanos piensan que en 2020 hubo fraude electoral y la mayor parte de sus legisladores y candidatos al legislativo incorporaron a su discurso la falacia del fraude en 2020.
Para Trump su regreso a la Casa Blanca se ha convertido en el camino seguro y posiblemente único para escapar a la justicia y en ese sentido en estas elecciones se está jugando su pellejo. En esa lógica, Trump no reconocerá una derrota.
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Durante las últimas semanas, Trump y políticos republicanos han sostenido sin evidencia alguna que los demócratas han dejado entrar a “millones” de migrantes de forma ilegal para que puedan votar en las elecciones presidenciales. Días antes de las elecciones, varios jueces de estados clave como Michigan, Pensilvania y Carolina del Norte han recibido demandas de fraude presentadas por el Partido Republicano. Las denuncias sostienen que miles de papeletas emitidas por ciudadanos en el extranjero están siendo aceptadas de manera indebida por los funcionarios electorales.
En los medios trumpistas se habla de una enorme ventaja de su candidato. Citados por Trump aparecen unos llamados pronósticos de la firma de apuestas de criptomonedas Polymarket, los cuales muestran una ventaja desproporcionada a Trump, resultando funcionales a la narrativa del fraude que se viene cocinando. Tales pronósticos, son evidentemente manipulables, pues se realizan basados en las apuestas realizadas y en este caso existen indicios de haberlo sido.
La realidad es que todas las encuestas muestran empates técnicos a nivel nacional con una leve ventaja para Harris, empate en Pensilvania, ligera ventaja dentro del margen de error para Trump en Arizona y Georgia, Carolina del Norte y para Harris en Michigan, Nevada y Wisconsin.
Contrario a toda lógica y como hace cuatro años, Trump afirma y repite que la única forma cómo podrían ganar los demócratas sería haciendo trampas y vocifera que ya las están haciendo.
De otra parte, hay señales de que están tratando de ajustar las fichas que no funcionaron hace 4 años. Sobre esto el periodista Ari Berman manifiesta: “Al parecer, en Georgia, los republicanos están haciendo exactamente lo que Trump quería que hicieran en [las elecciones de] 2020. Trump convirtió a Georgia en el epicentro de sus esfuerzos para revocar la victoria de Biden en esas elecciones. [El expresidente] instó a la Junta Electoral de Georgia, a las juntas electorales municipales y a las autoridades electorales del estado a no certificar los resultados [en ese estado]. Estos acataron la ley y se negaron [a seguir esas órdenes]. [Pero] parece ser que, en 2024, los republicanos harán hasta lo imposible para intentar implementar las medidas que fracasaron en 2020 para tratar de manipular las elecciones a favor de Trump”.
Pronto veremos la segunda parte de la película rodada en 2020, en esta la institucionalidad estará puesta de nuevo a prueba, con una nueva composición del congreso y una Corte Suprema de Justicia, que causa desconfianza por sus posturas después de que Trump nombrara a tres de sus jueces. Aun así, se espera de ella grandeza ante la responsabilidad de defender la estabilidad institucional del país.
Como en 2020, Trump expresa sin vergüenza alguna que se niega a aceptar los resultados si no le son favorables, pero ahora en un contexto en el que casi la cuarta parte de los estadounidenses manifiesta estar dispuesta a usar la violencia para defender su país y sus bases envenenadas están a la espera de un guiño para entrar en acción. Ante el triunfo de la vicepresidente, todo indica que la historia se repetirá, pero el final puede ser más trágico.
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*Juan Manuel Osorio, abogado experto en derechos humanos.