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A diferencia de la crisis diplomática de Duque frente a Venezuela, Gustavo Petro, abrió un espacio de diálogo con los embajadores de Palestina e Israel.
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Algunos analistas, políticos de la oposición y medios tradicionales, no paran de gritar al unísono que estamos viviendo la peor crisis diplomática de la historia reciente del país. Memoria frágil y selectiva.
Con la llegada de Iván Duque a la Casa de Nariño, se retornó a esa lamentable primera década del siglo, enmarcada en una política exterior ideologizada y subordinada a los intereses del partido de gobierno. El ejercicio internacional del país se volvió a narcotizar y durante los cuatro años, se erigió sobre una recalcitrante ideologización reflejada en la ruptura total con el vecino que compartimos la frontera más larga y dinámica.
La historia con Venezuela ha estado sumergida en verdaderos “odios y amores”. Hoy seguimos sin definir los límites marítimos y peor aún, no existe la voluntad política para estudiarlo, negociarlo y solucionarlo conjuntamente. De hecho, en 1987, los dos países estuvieron al borde de una guerra, como consecuencia de la incursión de la Corbeta Caldas en aguas no definidas.
Con el ingreso de Venezuela al Pacto Andino, se convirtió en el principal socio comercial de Colombia, mientras paralelamente, se construyó y operó todo un andamiaje binacional mediante el cual, se mantenía un dialogo permanente. La diplomacia y la paradiplomacia, fueron mecanismos encaminados a encontrar soluciones a las problemáticas de las dos partes, que, aunque separadas por una línea fronteriza, permanecen unidas por inquebrantables lazos sociales, culturales, familiares y comerciales.
No obstante, la ideología pudo más que la necesidad de las comunidades. Duque, decidió no designar embajador y cónsules en el vecino país. Enmarcado en una doble moral, por una parte, le dio la espalda a los migrantes, exportadores y las comunidades fronterizas que vieron impotentes como se cortaron de raíz los canales de comunicación y cualquier avistamiento de institucionalidad. Por otra, dirigió todos los esfuerzos de la política exterior, hacía el Palacio de Miraflores con el propósito de sacar a Maduro del poder. El ejercicio internacional de Colombia, se “venezolanizo”.
Fueron cuatro años de abandono total. Los ganadores fueron los grupos fuera de la ley, que maximizaron el cierre legal de fronteras a su favor. Sus altísimas rentas ilegales eran muy amplias; tránsito de alimentos, migrantes o trabajadores y estudiantes, se vieron precisados a cruzar la línea, sometiéndose a las condiciones de los criminales.
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Por ello, la predicción de un escenario cuasi apocalíptico en una eventual ruptura de las relaciones diplomáticas con Israel solo puede ser justificado por la ideología y no en variables comerciales y de cooperación. A diferencia de Venezuela, no nos interconecta una frontera y aunque desde el año 2020, entró en vigor un TLC, el monto de las exportaciones nacionales, representa solo el 1%, sumado a que el 90% se enmarca en el sector extractivo.
Así mismo, las alarmas apuntan hacia unos supuestos riesgos para el sector defensa. Es cierto que Israel se ha convertido en un importante proveedor de armas o permisos para la producción y comercialización, como es el caso de los fusiles galil. Sin embargo, desde que comenzó a proyectarse el reemplazo de los ya obsoletos Kfir, se abrió un espectro importante de oferentes distintos al país del Medio Oriente. Sin duda, es el momento para frenar la dependencia de un oferente que condiciona sus servicios a una irrestricta adhesión a su política, lo que incluye el genocidio, el apartheid y la limpieza étnica.
El último argumento sobre el cual se sustentan los críticos se basa en la numerosa comunidad judía que vive en suelo colombiano. La tesis se desmorona por si sola, al ignorar la multitudinaria población de raíces palestina que tanto ha aportado a la nación. Desconocer a uno u otro, es discriminación.
Sin embargo, la oposición no reconoce, que, a diferencia de la crisis diplomática de Duque frente a Venezuela, Gustavo Petro, abrió un espacio de diálogo con los embajadores de Palestina e Israel.
Mientras Duque destinó con total vehemencia su pobre trabajo internacional a promover la salida de Maduro del Palacio de Miraflores, sin obtener el resultado, Petro sigue con el mismo ímpetu desde el sábado 7 de octubre. Inamoviblemente continúa rechazando el ataque de Hamás y también, el perverso genocidio que sufren los palestinos a manos de un implacable y sanguinario ocupante, que ya deja más de mil quinientos niñas y niños inocentes muertos.
Es un reto inmenso para un analista internacional, desprenderse de un cierto grado de subjetividad, sin embargo, ante cualquier análisis, la violación de los Derechos Humanos y las normas que rigen la guerra debería ser rechazadas con premura y sin atisbos ideológicos.
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*Héctor Galeano David, analista internacional. @hectorjgaleanod