Colombia, los círculos del infierno

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Las historias de horror colombiana sobrepasan la ficción más perversa y enferma que una mente macabra podría plasmar en un relato. Colombia deja como cuentista de infante a Dante Alighieri.

La obra de Dante Alighieri describe minuciosamente el castigo que recibirán tiranos, asesinos, proxenetas y en general todo ese espectro de criminales despiadados que han poblado este sufrido planeta.

Para el florentino, los círculos representan los distintos niveles de sufrimiento que los “pecadores” deben soportar, como consecuencia de su equivocado comportamiento en el mundo terrenal. Sin duda, Dante, en cada hoja de su obra, deja a novelistas de terror como Stephen King en una posición muy difícil de superar. Sin embargo, Colombia deja como cuentistas de infantes a los dos escritores.

Las historias de horror colombiana sobrepasan la ficción más perversa y enferma que una mente macabra podría plasmar en un relato. Sin lograr reponernos del impacto que nos dejó el número de asesinatos por parte de las fuerzas legalmente constituidas, la creciente cifra de líderes y lideresas sociales exterminados y las diarias masacres, el país se entera que nuevamente fue bombardeado un campamento de las disidencias y con ello, dieron muerte a niños víctimas del conflicto.

Por sí sola la noticia fue impactante. A un grupo de menores les fue arrebatada la vida y, como si fuera poco, de la manera más cínica, miserable y cobarde el Ministro de Defensa, los re-victimizó señalándolos de “máquinas de guerra”. Para completar esa “magistral obra siniestra”, fiel reflejo de la miseria humana en el poder, de inmediato los miembros del partido de Gobierno salieron “valientemente” desde sus cuentas de Twitter, escritas en el confort de sus casas a gritar endemoniadamente su irrestricto apoyo al indigno funcionario y justificar con base en el derecho internacional humanitario el vil asesinato.

Por lo menos, Dante se basó en el pensamiento aristotélico-tomístico y King, con sus ficticias narrativas, logra distraer a los amantes del género de terror. El ruin funcionario y los vasallos del expresidente y ex senador Uribe no narran una historia creativa de ciencia ficción y sus argumentos denotan una crasa ignorancia de un marco jurídico construido con tanto esfuerzo para humanizar la guerra y los conflictos internos como el colombiano.

Desconocen quienes defienden el crimen de los menores que, en el gobierno de Ernesto Samper Pizano, el Estado ratificó el Protocolo II Adicional a los Convenios de Ginebra relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter internacional. Asimismo, omiten que, dentro de las garantías fundamentales, se posicionan a los niños en un lugar privilegiado.

De hecho, en el artículo cuarto del mencionado Protocolo se afirma “…trasladar temporalmente a los niños de la zona en que tengan lugar las hostilidades a una zona del país más segura…”

Realmente no se requiere una mente brillante como la de Carlos Gaviria o de un jurista valiente como Iván Velásquez para comprender que en cada rincón del planeta las legislaciones protegen a los niños, niñas y adolescentes. Llamarlos “máquina de guerra” no solo es un acto de ignorancia suprema; además, es un penoso acto de bellaquería que ratifica el desprecio del Gobierno hacia la vida de los pobres, vulnerables, víctimas del conflicto y en general todo ser humano que piense diferente y sueñe con un país digno, decente y honesto. De inmediato, será catalogado como terrorista o seguramente castrochavista.

Con todo este dramático entramado, 6.402 civiles desarmados fueron asesinados a mansalva por agentes del Estado y una política de Estado denominada Seguridad Democrática sirvió de plataforma para violar el derecho internacional humanitario. Que todos los días maten líderes y lideresas y las masacres sean reiteradas demuestra que los círculos del infierno de Dante son reales.

La diferencia es que en Colombia los violentos, perezosos, ambiciosos y los que defraudan a la sociedad no están ardiendo en fuego o ahogándose en ríos de sangre. Nuestro infierno es muy terrenal y Minos es personificado por alguien que, aunque ya no ocupa la Casa de Nariño, continúa condenando al sufrimiento a los más inocentes.

Paz en su tumba y justicia para esos ángeles al que el Estado les arrebató lo único que tenían: sus inocentes vidas y los sueños de caminar hacia la adultez en paz.

*Héctor Galeano David, analista internacional.

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