El ejemplo

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Hoy,  nuevamente el Zulia, para solo citar este ejemplo, se coloca en la misma disyuntiva: la moral de no participar en la venidera elección.

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En Venezuela, en el pasado muy reciente, hemos tenido ejemplo de las dos posiciones políticas nuevamente en pugna al interior de la oposición, vale decir abstención o participación. Lo es en el estado Zulia.

El año 2017 el candidato propuesto por Primero Justicia para la posición de gobernador de ese estado, a pesar de la campaña abstencionista respecto de la participación en los comicios para dicha posición, ganó la elección.

La asamblea constituyente de la época, como una alcabala vergonzante, obligó a los gobernadores y alcaldes electos en esa oportunidad, a juramentarse ante ella. Guanipa, en indudable posición moral se negó. A consecuencia de ello, el Zulia fue nuevamente a elecciones, para que, con vista a la abstención por razones morales, un Atila de apellido Prieto, como el barbarazo de la canción, acabare con todo en ese estado.

Hoy,  nuevamente el Zulia, para solo citar este ejemplo, se coloca en la misma disyuntiva: la moral de no participar en la venidera elección pues se desconocería el resultado del 28 de julio o la pragmática, aquella según la cual, a sabiendas del posible asalto a la voluntad popular, hay que intentarlo.

En 1952, Marcos Perez Jiménez se robó la elección a los miembros de la constituyente de la época y para prever eventuales disturbios, en avión montó con destino al exterior a quienes habían ganado la elección.

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A pesar de ello, en 1956, ante la expectativa de una elección presidencial prevista para el siguiente año, Rómulo Betancourt, en carta dirigida a Rafael Caldera,  le impulsa a competir en la elección presidencial que se debía celebrar, truncada por cierto por un  plebiscito -inconstitucional-: que el hombre de Michelena convocó y perdió pero, nuevamente, se robó.

Betancourt, en el 52, no era partidario de participar, a pesar de lo cual los militantes de su partido lo hicieron. Más aún, a pesar de ello y del robo implementado aquel año, varió su posición por lo que de ser hoy, irónicamente, recibiría los calificativos de basura, colaboracionista o guabina.

Lo cierto es que, en el pasado siglo, fue el robo del 57 y la reacción militar y popular al mismo, la que produjo el quiebre de la élite gobernante y la caída de Perez Jimenez. No hubo ese año llamado alguno de abstención.

La historia, está allí para conocerla, aunque a algunos disguste. De ellos, quien lo quiera, puede sacar lecciones.

Votar o abstenerse son dos decisiones políticas absolutamente válidas. Cada quien decidirá en su ámbito geográfico la pertinencia de adoptar una u otra posición sin que otro pueda válidamente denigrar de la misma. 

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*Gonzalo Oliveros Navarro, Abogado. Director de Fundación2Países @barraplural

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