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“Puede que los tiempos de indignación sean también momentos de especial desorientación y por eso prestamos más atención a la corrupción que a la mala política; exigimos la mayor transparencia y no nos preguntamos si estamos mirando donde hay que mirar o en lo que nos dejan, de paso convertirnos en meros espectadores”. Daniel Innerarity (1959. Académico español). La Política en tiempos de indignación.

(Lea también: El petroceno II: Reforma policial)
Sobre REFORMA Política no hay todavía un proyecto bandera de este nuevo Gobierno, formulado en términos de proyecto de ley, aun cuando si varias iniciativas de sectores políticos afines al Gobierno. Se han lanzado o esbozado algunas ideas, pero sin todavía contar con un texto de discusión.
Sin embargo, podemos aportar algunas reflexiones conducentes a un debate que, si bien no tiene un contorno preciso, si en algún momento tendrá su cristalización.
A mi manera de ver la reforma política antes que un texto normativo sobre determinadas materias debe ser una nueva forma de hacer la política, que de forma arrolladora se imponga y se constituya en el signo de actuar de un nuevo Gobierno.
Porque la política es una forma de hacer las cosas, los ejercicios de gobierno pueden tener el impacto de un cambio o terminar siendo más de lo mismo. Si los ciudadanos no pueden distinguir que se están haciendo las cosas de otra manera, percibirán que simplemente cambió el dueño del botín. Entonces el máximo esfuerzo debe dirigirse a la innovación política, que es muy diferente a que otros accedan a la burocracia y a los contratos. Esto si lo sabrá diferenciar y apreciar la gente y percibirá entonces que se está viviendo un cambio. Poco hemos visto al respecto, pero, a su vez, pienso que no es tarde.
¿La política tiende a formas ineluctables de proceder? En el sentido de que solo cambia de dueños que igualmente reproducen modos de hacer, en donde solo cambian los protagonistas. Puede que así sea y solo los ingenuos y soñadores pensemos que las cosas de la política pueden hacerse de una manera distinta, en su profundo sentido democrático, es decir al servicio de los ciudadanos y no de quienes ostentan el poder.
El presidente Petro, en la alocución a los ministros que se posesionaron el mismo 7 de agosto, señaló con énfasis que el caparazón ideológico no es suficiente protección; no por nombrar a un “correligionario”, se tienen las garantías de procederes correctos, transparentes y eficaces.
Entonces la acción política está soportada por una cultura, que si procede de la manera tradicional va a expresar esa forma tradicional de hacer política y su reproducción permanente. La llamada Gobernabilidad o Gobernanza, puede ser la trampa de tener o mantener el poder, sacrificando la propia voluntad de cambio o la forma inteligente de ir cambiando sin la presión resistente de evitar cualquier cambio. Pero implica un cierto cambio cultural que se puede ir imponiendo…
Desde luego, que el cambio institucional de algunas formas que moldean la política puede ser favorable a un cambio de verdad en la política. Es mejor disponer de una Corte Electoral, con verdaderos magistrados generados de manera distinta a como hoy se escoge el Consejo Nacional Electoral (recién elegido) que representa a los partidos políticos electorales, los cuales obviamente favorecen su origen.
(Texto relacionado: El petroceno)
Una serie de medidas de carácter electoral pueden oxigenar la política. Por ejemplo, el establecimiento de las listas cerradas de candidatos (as), puede tener el efecto de disponer de unos partidos más fuertes, democratizados; pero también puede ser la institucionalización del “gran bolígrafo”; daría para una cosa o para otra. Las listas paritarias (mujeres y hombres) puede ser un fiasco, si en paralelo, no hay procesos de empoderamiento de las mujeres y fortalecimiento de su liderazgo.
La política tiene que ser un gran camino, una avenida de participación ciudadana. Y hay que crear los mecanismos que conduzcan a esa participación ciudadana. Ese es el signo de la época.
Si bien la Reforma Política tiene que adecuar, cambiar y renovar instituciones no puede pensarse que el cambio vendrá por añadidura.
Daniel Innerarity, el filósofo político español que con una cita de él comenzábamos este artículo, nos sintetiza de una manera precisa y contundente lo que significa a transformación de la política:
“Un cambio de época está requiriendo una transformación radical de la política, que ya no puede limitarse a administrar el estancamiento. La filosofía política está llamada a transformar la democracia haciéndola más compleja, volviéndola a pensar en un contexto caracterizado por una triple complejidad: la que procede del creciente número de actores que participan en ella de manera interdependiente, la de las lógicas (eficacia, legitimidad, solidaridad, prevención) y los tiempos (financiero, constitucional, comunicativo, medioambiental) que deben ser tenidos en cuenta y la legitimidad que se deriva de los conocimientos que hay que movilizar para tomar las decisiones oportunas.”
Esta cita reúne de manera afortunada los componentes de lo que podríamos entender como una verdadera reforma de la política: una pluralidad de actores (más gente) interactuando, con unas lógicas que se derivan de unos valores sociales compartidos, como la eficacia, la legitimidad, la solidaridad y la prevención, en diferentes tiempos que no necesariamente son cronológicos o secuenciales. Entonces, podríamos concluir que una reforma política no es simplemente poner a la moda política una serie de instituciones, si no tiene un trasfondo de transformación política, el cual tiene que ver con propiciar un mayor protagonismo ciudadano, que ojalá los partidos políticos sean capaces de vehiculizar. Ese es su reto. –
CODA: Se ha indicado que podría adelantarse algo de la Reforma Política, por vía, de revivir el proyecto de ley estatutaria electoral o nuevo Código Electoral. El Congreso anterior lo aprobó, pero se cayó, por defectos de trámite al no ser estudiado en las condiciones de temporalidad (sesiones ordinarias) que la ley exige, vicio insubsanable. Con el argumento de existir un cierto consenso logrado en ese viciado trámite anterior, algunos consideraron que podría fácilmente consensuarse y aprobarse, con el propósito de fijar pronto unas reglas de juego electoral. La pregunta es si esa reforma electoral corresponde realmente a una idea de reforma política actual. Y en otro contexto, porque sería comenzar a construir tal perspectiva por el techo.
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*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.
Jamás olvidar la inteligencia a propósito de los temas señalados del pensador del siglo XIX, Fernando La salle. Para el “los problemas constitucionales no son primariamente, problemas de derecho, sino de poder: la verdadera constitución de un país sólo reside en los factores reales y efectivos de poder que en un país rigen”.