Huyendo del demonio

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Ellos son los héroes de la historia,  de forma muy resiliente han continuado sus vidas después de este capítulo monstruoso de la guerra.

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En los años noventa los municipios de Viotá y Silvania se vieron asediados por la presencia del Frente 42 de la guerrilla de las FARC-EP, su poder oscilaba entre lo político y lo delincuencial. El disciplinamiento de la sociedad hacía que prostitutas, vendedores y consumidores de marihuana se fueran de la región, su poder político los convertía en los terceros garantes del territorio. Y por supuesto con las armas por delante extorsionaban y secuestraban a las personas con algún ingreso significativo en los municipios, toda una exótica forma de compresión del marxismo en combinación con Al Capone. Sin embargo, los mayores afectados por esta situación eran las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, los cuales no podían garantizar que el territorio estuviera libre de sus enemigos a ultranza, la guerrilla.

El arquitecto de este desmedido poder era Bernardo Mosquera Machado alias “El Negro Antonio”, sus órdenes eran de estricto cumplimiento, su patrimonio para la guerra superaba los 20.000 millones de pesos y su violencia era bien conocida en las regiones del Sumapaz y el Tequendama. Alias “El Negro Antonio” se había vuelto el dolor de cabeza de las Fuerzas Militares y de parte de la población civil, por ende, a problemas extremos, soluciones extremas. Miembros del Batallón de Infantería N°28 en alianza con notablatos regionales y parte de la población civil propiciaron la entrada de las Autodefensas Campesinas del Casanare al mando de Ágapo Gamboa Daza alias “Cesar” y Rafael Antonio Sáenz alias “El Diablo”.

Las Fuerzas Militares y los notablatos locales desataron a la bestia, en el municipio de Viotá los grupos paramilitares desplazaron a los pobladores de quince veredas en el municipio. Por centenares, temerosos campesinos arribaban al casco urbano como sí de una guerra civil se tratara, el delito de estas personas, estar en medio de la guerra. Los representantes del Estado colombiano a nivel local no lograban dar garantías para que esta situación se mejorara, ni siquiera ellos podían cuidar de sí mismos. Funcionarios, concejales y hasta el registrador municipal de Viotá fueron amenazados, desplazados y algunos asesinados para los años 2003 y 2004 el demonio caminó sobre la tierra en Viotá.

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El municipio de Viotá colinda con los municipios de Tibacuy y Silvania, por ello, como era de esperarse la violencia se propagó hacia esos territorios. Por decenas fueron desplazadas las familias de las veredas Panamá Bajo, San José, Yayata y Loma Alta en el municipio de Silvania, así como de San José y las Brisas en el municipio de Tibacuy. De igual forma todas las personas eran sospechosas de todo, la desconfianza reinaba y no era para menos, a diario se escuchaban rumores; que en la vereda Azafranal asesinaron a fulanito de tal, que hombres encapuchados desplazaron a menganita en la vereda El Silencio, que en la vereda El Uval están preguntándole a las personas ¿Qué dónde está la guerrilla? Esta presión a la población civil hacia recordar las frases del pasado en Silvania, en las que algunos militares señalaban a las campesinas de ser comadres de alias “El Negro Antonio” y a los docentes en Silvania de enseñar marxismo y las ideologías revolucionarias.

De este modo, los municipios de Tibacuy, Silvania y Viotá vivieron una diáspora durante estos años. Los objetivos de los grupos paramilitares fueron cumplidos, desterraron a las FARC-EP, pero también desterraron a los campesinos, los funcionarios, los comerciantes y a todo el mundo. Según el Registro Único de Víctimas entre los años 2000 y 2005 más de 2500 personas fueron desplazadas en Silvania, más de 3000 en Viotá, más de 150 personas fueron amenazadas en Silvania, 654 en Viotá, los homicidios en Silvania fueron más de 160 y en Viotá más de 300. Cómo escribió Gabriel García Márquez: “si ve, yo dije que algo muy grave iba a pasar en este pueblo, y me dijeron que estaba loca”. Estos municipios, que deberían ser campos santos, como buena parte del territorio colombiano, por decir menos, merecen una disculpa por parte del Estado, pues no se le protegió la vida a nadie, y para estas épocas no se honró el quinto mandamiento.

En los municipios de Viotá y Silvania un gran número de pobladores lograron sobrevivir a esta época violenta abandonando el territorio, otro tanto, de forma muy valiente se ha quedado en los municipios. Ellos son los héroes de la historia,  de forma muy resiliente han continuado sus vidas después de este capítulo monstruoso de la guerra. Sin embargo, estas personas no han visto nada, no dicen nada, no han escuchado nada, ciegos, sordos y mudos. Los que nos hemos atrevido a ingresar al territorio y tocar estos temas, entre líneas hemos encontrado pistas, pero rápidamente alguien nos dice: – Muchacho, yo creo que lo mejor es que usted se vaya de aquí.

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*Jorge Baquero Monroy. Licenciado en ciencias sociales de la Universidad de Cundinamarca. Mágister en administración pública de la ESAP. Investigador del proyecto Infraestructuras de Paz, agendas políticas y dinámicas organizacionales en la implementación efectiva del Acuerdo Final en Colombia (2016-2022).

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