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Metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano”. (Samuel 17, 49-50).
Todos en los distintos confines de la tierra, conocemos la historia del joven David y el gigante Goliat, plasmada en el antiguo Testamento de la Biblia Cristiana. Y aunque no la hayamos leído, se sabe bien lo que significa: es la victoria del pequeño frente al grande, del desprotegido frente al poderoso, una máxima universal de que, aunque tengamos todo en contra, siempre habrá posibilidades de salir victorioso. Es una particular metáfora, en cuanto que da forma al universal anhelo de ser dueños de nuestra suerte por propia mano, sin encontrarnos sometidos a influencias externas. Es un esperanzador grito de libertad frente al signo fatídico de nuestros destinos.
“Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se levantó y corrió a la línea de batalla contra el filisteo, 1 Samuel 17:48”: en realidad, lo que cuenta la historia es que David consiguió ganar creando ventajas con sus virtudes sobre las de su contendor, con el que se encontraba en aparente desigualdad de condiciones. Goliat lo habría destrozado en un combate cuerpo a cuerpo, pero probablemente David era un virtuoso de la honda, con la que había pasado toda su existencia derribando a leones y lobos.
Pero entonces la fortaleza en definitiva es sólo una apariencia, ya que todos los Goliat tienen importantes puntos débiles que un enemigo avezado puede descubrir y aprovechar. Un ejemplo de ello es el de Estados Unidos durante las últimas décadas, que, a pesar de ser la gran mega potencia mundial, “se ha visto con serios problemas para alcanzar sus objetivos más allá de sus fronteras, ya sea fuera en Vietnam, en Irak y más tarde en Afganistán. Son países pequeños, en tamaño y economía en comparación al gigante del norte; no obstante, derribaron estrepitosamente al gigante del norte. En Colombia esta lucha legendaria se repite con frecuencia, y se deja ver con mucha fuerza precisamente, en el contexto de las libertades individuales y colectivas que se exponen al cruel mancillamiento de su esencia por parte de estructuras poderosas de índole político y económico. La clave está en hacer lo correcto utilizando nuestras capacidades intelectuales, físicas y éticas, que nos den ventajas sobre aquellos que tienen todo el poder, todo el dinero y toda la autoridad, que no siempre deben ganar todas las peleas; por qué si así fuese ¿para qué vamos a seguir adelante?
*Doris Ortega. Abogada egresada de la Universidad de Cartagena, Magíster en Derecho de familia y derecho penal de la Universidad de Barcelona, Docente Investigadora. @DorisOrtegaGal