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“Nunca te fíes de la apariencia, sino de la evidencia.” “Hay hombres que parecen tener solo una idea y es una lástima que sea equivocada”. Charles Dickens. Escritor británico (1812-1870).

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La figura “señora de los tintos” empleada por el Presidente Petro, pareciese estar dirigida a un acto comunicacional, que de alguna manera mostrara por la vía emocional la bondad de la Reforma Laboral, que no tuvo tránsito en la Legislatura pasada del Congreso Nacional. Pero tan tierna y conmiserada imagen dista de a quién o a quiénes favorecía tal reforma. Empezando por que el empleo de “señora de los tintos”, prácticamente está en extinción por la sustitución por las cafeteras eléctricas y máquinas tragamonedas y en general, por la desaparición de servicios personales en las Empresas. Casi podría decirse por algunos, sin considerarlo ofensa o desconocimiento, que ese empleo es un rezago de origen semifeudal.
No es propiamente la señora de los tintos quien prefigure la reivindicación de las condiciones de trabajo. Desde luego corresponderá a ese ámbito en donde a veces se ubica a la mujer trabajadora en posiciones secundarias o marginales…y vulnerables desde el punto de vista laboral. Esa señora de los tintos, seguramente no requiera de pagos de horas extras, ni dominicales, lo que pretende en buena parte la Reforma Laboral, como recuperación de derechos laborales escatimados.
Los brasileños tienen una expresión: apelar a la ignorancia, que para ellos significa en una discusión o debate apelar a la sensibilidad o a la emocionalidad, que desde luego no es una evidencia ni una razón suficiente (distinto sentido del que le asigna la lógica argumental, al argumentun ad ignorantiam). Con la “señora de los tintos” estamos en esa situación, en una apelación a la sensiblería.
Esta Reforma no se discute por lo basada que pueda ser desde el punto de vista de justicia social, de devolverle algo a los trabajadores que antes tenían, si no sobre el efecto que unos mayores costos laborales sobrevinientes, que afectan especialmente ciertos sectores vulnerables de la producción y del sector servicios (estos especialmente) que se ubican en jornadas laborales que serían las de mayores costos como los restaurantes, bares y discotecas y las pequeñas y medianas empresas que requieren de jornadas laborales extras.
En la motivación de este proyecto de ley, el Gobierno aduce que busca con el mismo proteger y reivindicar los derechos laborales de 22 millones 32 mil ocupados en el país, de los cuales 8 millones 992 mil son mujeres (40,8%) y 13 millones 40 mil hombres (59,2%). Quizás para dar una dimensión del propósito del mismo.
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Lo que se observa son la visión de “tiempos distintos” que estiman cada uno de los protagonistas de esta disputa. El Gobierno cree que esta oportunidad de mandato que le otorgó el pueblo colombiano debe aprovecharse para realizar cambios como recuperar beneficios laborales perdidos en otros gobiernos, algo así como: “si no es ahora entonces cuando”. Los gremios económicos estiman que, en una situación de crisis económica, con un PIB a la baja, no es posible aumentar los costos laborales como lo pretende la Reforma.
Los partidos políticos de la antigua coalición de gobierno, la cual hizo “implosión”, especialmente los tradicionales (Liberales, Conservadores, de la U) se identifican más con la inconveniencia actual de la Reforma.
Indudablemente el aumento de los costos laborales especialmente en ciertos sectores de servicios, como restaurantes, bares, discotecas y similares los afecta la redefinición de la jornada laboral normal (o su limitación), así como a las medianas y pequeñas empresas que requieren de tiempos extras laborales, se verán todos muy afectados.
Y seguramente como algunos analistas han señalado, una consecuencia de estas disposiciones es el aumento de la informalidad laboral, que en nuestro país colombiano ocupa guarismos muy elevados y preocupantes (se calcula en 57.5% la informalidad laboral. Algo así como casi 13 millones de trabajadores. Cifras del DANE para febrero-abril de 2023).
De todas maneras, se impone un diálogo, entre Gobierno, gremios y sectores políticos, que no debe pasar por posiciones polares inamovibles. No sirve ni la arrogancia del poder, ni la “señora de los tintos”, ni la simple negativa basada en mayorías parlamentarias.
Se puede pensar en calibrar más las reivindicaciones, en ralentizar su aplicación en el tiempo, en morigerar sus efectos en ciertos sectores con ayudas estatales para tales, estimular empleo formal. Hay que recordar que el sector más golpeado por la crisis pandémica, de nuevo se vería muy afectado en plena recuperación. Esperamos que esto suceda, ganarían los trabajadores y los empresarios sobrevivirían. Considero que sí es posible acordar un proyecto con estas características y otras que se acuerden de consuno.
CODA: Las elecciones regionales y locales próximas (octubre 29) deben ser escenarios propicios para instaurar y colocar en primer plano el tema de Agenda referente a la descentralización, regionalización, desarrollo y autonomía municipal. Pero parece ser que el foco está más en los candidatos y lo que representan políticamente que en lo que debe ser la gran discusión de la democracia local. En que los protagonistas sean los municipios y los departamentos y su problemática. En un escenario actual de polarización Gobierno/Oposición pareciera que interesa más la medición de fuerzas que los temas de interés de unas elecciones regionales y locales. Seguiremos postrando a los municipios, a los departamentos y regiones, aplazando sus reivindicaciones, ocultando sus crudas realidades y minimizando sus intereses y necesidades. Ojalá la hora local se imponga.
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*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.
El debate sobre los costos laborales hay que ampliarlo. Dejarlo en esa estructura analítica casi lineal entre costos y empleo es negar otras variables de influencia de igual o mayor peso, como los costos de la energía y servicios públicos, las implicaciones de venta con pago a plazos, entre otras. Además, el mayor costo laboral no afectará a los 22 millones de ocupados, según estimaciones por sectores podrían ser 1,4 millones los beneficiarios. Adicionalmente, el comercio, bares, restaurantes y hoteles son sectores ya caracterizados por informalidad (laboral y empresarial) por diversas razones y se ven afectados por devaluación, inflación de alimentos, inflación general, pagos a plazos, extorsiones, alto costo de crédito, ciclos de demanda, etc; de manera que los formales hoy, que hacen parte de una cadena productiva y viven de ella, no necesariamente se van a la informalidad por los costos laborales de la reforma, como algunos análisis pretenden sugerirlo, ¿no estarán dispuestos a quedarse en la formalidad viendo que algunas de sus variables podrían estar mejorando? El debate debe ampliarse.