Educación II, en nivel superior también, el fantasma de la deserción

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“El concepto de instituciones científicas superiores como cumbre en la que converge todo lo que acontece inmediatamente para la cultura moral de la nación descansa en que éstas están destinadas a elaborar la ciencia en el sentido más profundo y más amplio de la palabra, y a suministrar a la formación espiritual y moral un material que, aunque no haya sido elaborado premeditadamente para que sea apropiado para ésta, sí que resulta apropiado por sí mismo para su utilización en esta formación.

Por ello, la esencia de estas instituciones científicas consiste internamente en conectar la ciencia objetiva con la formación subjetiva, externamente en conectar la enseñanza que ya se ha completado en la escuela, con el estudio que el estudiante comienza a guiar por sí mismo, o más bien consiste su esencia en efectuar el tránsito de lo uno a lo otro. Pero el punto de vista principal lo constituye sólo la ciencia. Pues si ésta se mantiene pura; es aprehendida correctamente por SÍ misma y en su totalidad, por más que puedan darse también desviaciones singulares (Wilhem von Humboldt, erudito alemán, 1767-1835. “Sobre la organización”).

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En artículo anterior examinábamos el asunto de la deserción educativa en los niveles de educación básica y media, llamando la atención de este síntoma como el indicador que lleva a una pregunta fundamental:  el esfuerzo educativo que hace nuestra sociedad y nuestro Estado y preguntándonos si está correctamente planteado, tanto en su concepción, como en su práctica, como en sus resultados, sabiendo que como imaginario ha representado la gran opción de movilidad social en nuestro país. No se cuestiona tanto la educación en sí misma como factor de progreso social e inclusive más bien preguntándonos que ajustes necesita para ser eficaz en cuanto elemento contribuyente de transformación de nuestra sociedad. Esto, porque se ha dicho por numerosos estudiosos del exitoso proceso socioeconómico de los llamados “tigres asiáticos”, países que en unas décadas se ubican en posiciones de alto desarrollo económico-social, logro alcanzado gracias (así lo señalan) a una gran inversión en educación.

Mirando el tema en Educación Superior o Terciaria, la deserción es mucho mayor aún por cuanto se indica que uno de cada tres estudiantes deserta de este nivel. Y más preocupante aún, que quienes mayormente desertan son los estudiantes de carreras técnicas o tecnológicas.  Y que al correlacionar esta deserción con el estrato social hay una directa proporción entre mayor deserción y menor estrato social (visto este como bajos ingresos). O sea que los estudiantes provenientes de sectores de bajos ingresos (estratos 1, 2 y 3) son los que mayormente desertan.

Pero antes de entrar de lleno a garrapatear unas hipótesis interpretativas sobre el asunto deserción y más enunciándolas que valorándola, permítaseme hacer una digresión en torno a la distinción entre Educación Superior y Universidad. No son lo mismo, a pesar de con frecuencia se confunden. Diremos que la educación superior es una de las funciones de la institución UNIVERSIDAD. Es una de sus “misiones”, las otras dos son la Investigación o sea la producción de conocimiento y la Extensión o proyección social o sea la aplicación de conocimiento a problemas de la sociedad.

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Podemos decir que hay dos tipos de deserción escolar (incluyendo la universitaria). Plantearía que hay una deserción subjetiva, que es un tipo de inadaptación al sistema escolar, de experiencias fallidas o de vulnerabilidades exacerbadas e inclusive de “dañinas ofertas más atractivas”. Hay otra deserción objetiva, que se refiere a la imposibilidad de permanecer en el proceso por razones económicas o culturales.

Según el Laboratorio de Economía de la Universidad Javeriana (LEE), basada en estadísticas del propio Ministerio de Educación Nacional, Bogotá es la segunda región con más alta deserción universitaria, en donde mayormente hay matriculados en universidades privadas que en el resto del país. Esto refleja un doble problema tanto para estudiantes, como para las propias instituciones universitarias privadas, muchas o casi todas viven de la matrícula de sus estudiantes. Aquí podría pensarse también en aumentar la oferta pública universitaria y también la técnica y tecnológica. Existiendo un centenar de universidades en Bogotá, entre públicas y privadas, sólo 9 son públicas. Claro que universidades entendidas como estructura que cumple las tres misiones fundamentales de la universidad se reduce significativamente el número de universidades. La mayoría de las privadas refleja el modelo de la “universidad napoleónica”, dirigida básicamente a formar profesionales.

En la deserción universitaria además de los factores enunciados, hay otros que también cuentan y tienen peso, como, por ejemplo, una mala preparación previa (en educación media) que dificulta el rendimiento y la adaptación académica en un medio, el universitario en donde el estudiante responde más por sí mismo. La llamada orientación profesional que debe darse al final o durante la educación media, no logra ser eficaz en la identificación de las propias habilidades y gustos de los estudiantes que deben optar por programas académicos que no conocen en sus rasgos generales y los lleva a frustraciones, equívocos y fracasos.

Hay otros datos inquietantes del sistema de educación superior, en términos de su eficacia, como que 5 de cada 10 estudiantes universitarios, al analizar el semestre 15 del ingreso de una cohorte (o sea el grupo de estudiantes que ingresó en determinado semestre y se examina su recorrido a lo largo de varios años), solo el 45% se ha graduado de un programa académico.

Todos estos preocupantes indicadores llevan a la necesidad de una importante   y fundamental reflexión para examinar el curso de la educación superior en Colombia. La discusión sobre la ley 30 de 1992, que es la norma básica de la educación superior en Colombia, parece centrarse en el tema presupuestal de las universidades públicas, aun cuando es clave este punto, hay muchos más temas de abordar.

Lo mejor sería realizar una gran convocatoria, amplia y plural, para analizar nuestro sistema educativo y poder establecer parámetros que permitan sintonizar la educación con los grandes objetivos de nuestra Nación. Una gran Misión como propone la economista Mariana Mazzucato, para darle un sentido de creación de verdadero valor público a un cambio.

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*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.

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