La pauperización de la clase media

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El futuro de la clase media se define el año próximo, argumenta Juan Alfredo Pinto.

La estrategia para expandir la pobreza: la vergüenza del modelo colombiano.

Hace casi 25 años, en noviembre de 1996, con apoyo de cinco empresarios del sector gráfico, publiqué mi libro “La Hora de la Clase Media”, un ejercicio cualitativo para definir técnicamente a la clase media colombiana y cuantitativo para establecer sus magnitudes, su lugar en la distribución social, su base económica y su manera de vivir. Una vez aglutinados los grupos intermedios en los estratos 3, 4, y 5, acudiendo a las definiciones logradas en la reglamentación sobre agrupamientos por tamaño de empresa y utilizando las estadísticas del DANE, fue posible constatar la evolución positiva de las clases medias y la mipyme en el ciclo 82 – 92, advertir sobre los peligros que representaba el narcotráfico para la ética social y para la aplicación de un modelo aperturista en paralelo con un proceso de revaluación y clamar por políticas activas de desarrollo productivo en economía abierta. Las clases medias habían crecido y el perfil de la estructura social cambió. Penosamente, la crisis fue inevitable y para salir de ella, la clase media empresarial aglutinada en Acopi, combatió por las famosas leyes 550 y 590 para el salvamento empresarial y la promoción de la micro, pequeña y mediana empresa. 

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No por la apertura económica sino por la revaluación aupada por el narcotráfico, gran estimulador de la desindustrialización, y por el auge de la economía extractiva, la clase media sobrevivió ajustando su pérdida de espacio en la actividad industrial, adaptándose a la economía importadora y trasladando buena parte de su operación desde la industria hacia el comercio y los servicios, mientras capoteaba la degradación del conflicto y veía como sus familias, sin escoltas ni aparatos militares, sufrían la agresión de un país en guerra y orientado hacia la especulación y el rentismo.

La mano dura con sus aciertos y excesos primero, y el proceso de paz después, trajeron consigo períodos de cierta recuperación para la paz pública, pero el tejido empresarial acusó la fractura social, las medianas empresas exitosas fueron adquiridas por multinacionales, las pequeñas se transformaron en microempresas y la mayor parte de estas últimas se informalizó por la prevalencia de la inecuación entre costos y beneficios, la cual demuestra que, al menos en pequeña escala,  a la economía informal le va mejor que a la formal, pues la primera no espera nada del Estado mientras la segunda sufre el estorbo de la función pública, la concentración económica oligopólica y las inseguridades físicas, jurídicas y tributarias.

La pandemia puso al desnudo la realidad de la composición del empobrecido tejido empresarial colombiano y del conjunto de las clases medias. La informalidad no es un guarismo; es la expresión de una fractura social de alcances históricos. Veamos: en el sector formal, tenemos 1.495.525 mipymes; 1.375.937 microempresas, 94.143 pequeñas y 25.445 medianas, datos de Confecámaras (2020).

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En el sector informal, según el DANE, operan 4.823.564 micronegocios sin registro de cámara de comercio y 500 mil micronegocios desaparecieron entre enero y octubre de 2020. Si consideramos el conjunto de las clases medias, debemos observar todos los obreros calificados, oficinistas, vendedores, auxiliares de sistemas, trabajadores de mantenimiento, montaje y servicio, técnicos y tecnólogos, empleadas, profesionales, docentes, transportadores, hombres y mujeres de servicios posventa y miles de ocupaciones y veremos la evolución de las tasas de desempleo en cargos intermedios, especialmente en mujeres y jóvenes.

Durante el próximo año, la clase media definirá su futuro en Colombia: 1. Se extingue por cuenta del autoritarismo excluyente que ha tomado fuerza en el mundo y en nuestro país por vía de la declaratoria de emergencias a partir de la pandemia; 2. Se autoelimina por no plantarse ante el populismo caudillista que pretende utilizar su dolor como mercancía electoral pero que no respeta a los grupos intermedios pues son educados y no digieren su discurso elemental y siniestro, o 3. Se planta en la esperanza, contra el odio y el miedo, y hace valer su condición de expresión mayoritaria del electorado nacional.

¿Qué busca la reforma tributaria cuando obliga a declarar a todos aquellos con salarios desde 2.420.000 y grava las pensiones a partir de 4.841.000? No va a recaudar más. En su delirio de persecución, busca identificar, rastrear a miles de ciudadanos que trabajan y emprenden. No pueden o no quieren comprender que la formalización se logra con incentivos, no con rastreos y hostigamientos que deberían practicar contra los delincuentes de cuello multicolor. Algunos de los incentivos podrían incluir abrir el acceso de los servicios de las cajas de compensación excepto el pago de subsidio a los informales, cobijarlos sin costo en las cámaras de comercio, vincular a sus hijos al propuesto año 12 para mejorar sus competencias laborales en bilingüismo, lectoescritura, capacidad digital, fortalezas ambientales y habilidades en convivencia y socialización. No le falta razón al maestro Amartya Sen cuando advierte sobre la otra pandemia que ha llegado con el Covid-19 y se extiende, la del autoritarismo.

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Si la reforma quiere aprovechar sus planteamientos de mérito en materia de renta básica, promoción de empleo, asuntos ambientales y educación superior gratuita, debe recoger la propuesta de la propia ANDI, eliminar la deducción del ICA, anular las exenciones otorgadas en 2018 y aplazar las reducciones en las tarifas de renta para los períodos 2020, 2021 y 2022. Y, por supuesto, debe modificar el IVA sólo para bienes suntuarios y colocar en forma permanente un impuesto sobre patrimonio que corra paralelo con la actualización catastral. Volver pobre a la clase media sería transitar hacia una estructura social tipo rastrillo con un mango vertical, delgado y erecto de los afortunados y una inmensa base de pobres canibalizados por cuenta de la indolencia de un legislativo que pondrá a prueba la pequeña porción de independencia que aún puede exhibir. Pensar que cuando escribí “La Hora de la Clase Media”, tomando las tesis de Ludwig Erhard, el gran economista del milagro alemán, propuse sustituir la estructura piramidal de entonces por una con forma de cebolla cabezona, con pequeños extremos de riqueza y pobreza y un enorme bulbo de clases medias. Habremos de comenzar una vez más estimulando la movilización política de los grupos intermedios en Colombia.

*Juan Alfredo Pinto, escritor, economista, @juanalfredopin1

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3 COMENTARIOS

  1. Buena metáfora y buena argumentación para expresar una realidad economica y social muy preocupante: el golpe a los sectores medios, agravado por una reforma tributaria inoportuna, inequitativa e indebida. VRM

  2. La clase media es la que más padece las reformas tributarias siempre. Más cargas y menos beneficios. Y a pesar de todo eso, quieren que siga sosteniendo la democracia.

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