Tres escenas

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Quienes adentro están enfrentando la barbarie -con aciertos y errores- actúan para que finalice la destrucción.

(Lea también: Anticipación)

Una de las características que tiene el cine es que puede reflejar la realidad en la cual estamos inmersos. En lo personal, respecto de la situación venezolana, tres películas –sin referirse específicamente a nuestra situación, la retratan perfectamente.

La primera escena se corresponde con la película Roma Ciudad Abierta de Roberto Rosellini, cuya trama se desarrolla en dicha ciudad durante la ocupación alemana del año 1941; tal como escribí hace exactamente cuatro años en una columna como esta,  dicha escena versa sobre un diálogo entre una pareja que al día siguiente tiene previsto contraer matrimonio. Ellos –antifascistas- se sientan,  como la primera vez que se conocieron,  en la escalera del edificio donde viven y allí manifiesta la mujer –Pina es su nombre- su preocupación por el futuro luego de estar ya más de dos años en guerra.

A su preocupación él le responde:

“Todos pensamos que iba a terminar pronto y que solo la veríamos en el cine”.

De seguidas ella insiste:

“¿Cuando pasará esto?, hay momentos que ya no lo resisto más”.

A esa reflexión su futuro esposo le responde:

“Pasará Pina, pasará y volverá de nuevo la primavera. Y será más hermosa que las otras porque seremos libres. Tenemos que creerlo. Hemos de desearlo. No debemos tener miedo ni hoy ni en el mañana porque vamos por el buen camino. Tenemos la razón. Nosotros luchamos por algo que tiene que llegar. Que es imposible que no llegue. Quizás el camino sea largo y difícil pero llegaremos y veremos un mundo mejor y sobre todo lo conocerán nuestros hijos”.

La segunda escena es de una película ganadora del Oscar, Gandhi. En la misma un inmenso grupo de partidarios del Mahatma se enfrenta sin armas a la policía del gobierno inglés, integrada no por blancos sajones sino por paisanos del eminente pacifista; uno al lado del otro, en filas y columnas avanzan para tratar de romper el bloqueo de las fuerzas policiales que les impiden avanzar a fuerza de palos en el cuerpo; los caídos son recogidos por las mujeres quienes los llevan al final de la fila para más adelante repetir la misma acción con idéntico resultado.

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La tercera es de la película Casablanca; se corresponde con el momento en el cual, mientras los opresores alemanes cantan a voz en cuello en el bar de Rick, el héroe polaco de la resistencia que busca salir hacia América,  le exige a la orquesta del lugar que interprete La Marsellesa y lo hacen, mientras el público presente, en su gran mayoría, con profunda emoción la entona en alta voz y una hermosa mujer con ojos brillantes grita al finalizar el mismo, viva la libertad.

En cada una de esas escenas veo la Venezuela de estos últimos 25 años; el primer diálogo se corresponde con la pregunta que en buena parte de nuestros hogares alguna vez  alguien formuló y siempre uno de los miembros de la familia dio la respuesta esperanzadora que en el mismo se expresó.

La segunda representa la eterna lucha que distintos factores de la oposición del país han dado,  enfrentando de distintas maneras el accionar gubernamental siendo repelidos con golpes, balas o metras  pero insistiendo siempre.

La tercera representa el reto cívico y esperanzador. Sin temor al accionar del opresor, se hace presente la cívica reacción ciudadana con un grito permanente de esperanza, viva la libertad.

Tal como escribí en la citada columna de abril de 2020, Venezuela –en lo económico,  en lo social, en lo afectivo- ha tratado de ser devastada por quienes desde las filas de la revolución la han liderado, pero a pesar de sus extraordinarios esfuerzos nuestras experiencias de vida lo han impedido y  eso que solo se pierde al morir – la esperanza de un cambio para bien- sigue viva.

Quienes adentro están enfrentando la barbarie -con aciertos y errores- actúan para que finalice la destrucción. Buena parte de quienes afuera nos encontramos tratamos en la medida de nuestras posibilidades de contribuir a que ello ocurra,  todos con el objetivo de ver rescatada  en el futuro a esa,  nuestra  “tierra de gracia”.

“No debemos tener miedo ni hoy ni en el mañana porque vamos por el buen camino (…) tenemos la razón (…) quizás el camino sea largo y difícil pero llegaremos y veremos un mundo mejor (…)”.

Así nos apaleen, en algún momento todos los que queremos que las cosas cambien, como los italianos de Roma o los indios del Mahatma o los marroquíes y franceses del bar de Rick,  entonaremos el himno nacional al grito de viva la libertad y lo haremos por los que estamos y por los que no pudieron verla.

Quienes creen que nos vencerán, se equivocan grandemente. Venezuela será libre, libre y democrática. Estoy convencido de eso.

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*Gonzalo Oliveros Navarro, Abogado. Director de Fundación2Países @barraplural

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