El mundo que nos espera

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Estas son las palabras del profesor Jairo Hernán Ortiz, de la Universidad del Cauca, en el primer conversatorio virtual organizado por el programa de ciencia política.

En el primer conversatorio virtual organizado por el programa de ciencia política de la Universidad del Cauca acerca de los impactos políticos y económicos del COVID 19, debo decir primero que esta modalidad de interacción social virtual se nos presenta a destiempo. Quiero explicar esto con dos anécdotas. Me acuerdo de que, a los estudiantes de mis cursos de Teoría Política les decía, haciendo un ejercicio de análisis de prospectiva, que las próximas generaciones verían con cierta extrañeza la actual forma de impartir las clases de forma presencial. No nos entenderían, dije, esa forma particular de interactuar del profesor con los alumnos y viceversa. Se preguntarán con cierto asombro ¿por qué desplazarse todos a un mismo lugar para escuchar al profesor? ¿No sería más ágil, eficaz y seguro si cada uno lo hace desde sus computadoras y en sus casas?

Esto nos lleva a la segunda anécdota y a las conclusiones de otro estudio de análisis de prospectiva acerca de la movilidad. ¿Qué se nos viene a la cabeza cuando tratamos de responder a la pregunta sobre cómo se resuelve el problema de la movilidad en las ciudades grandes y medianas? Inmediatamente pensamos en la construcción de vías, puentes, restricción del uso del carro particular, un buen servicio de transporte público (metro, trenes rápidos, grandes buses, ciclo-rutas).

La respuesta, aparentemente sencilla, requiere de toda una infraestructura tecnológica de punta con la que no se cuenta en la mayoría de las regiones del país para hacer que la gente se movilice lo menos posible. ¿Cómo se logra esto? Generando el hábito del uso de las aplicaciones que ofrecen servicios en todo orden. ¿Para qué “incomodarnos” yendo a los supermercados, farmacias, restaurantes, tiendas de ropa, librerías? En fin, agreguen lo que ustedes quieran. Si todo se puede solicitar a través de aplicaciones de forma rápida y segura, ¿para qué movernos? Es una forma eficaz de descongestionar las vías y, por ahí, derecho, de ayudarle al medio ambiente. Un estudio concluía que las grandes superficies (almacenes, centros comerciales y de ventas) tienden a desaparecer. Las empresas y/o negocios del futuro, de un futuro ya presente, son las que ofrecen servicios. El espacio físico le abre campo a la virtualidad y permitirá un uso del tiempo mucho más racional y útil para trabajar, estudiar, leer, escribir, compartir con la familia y los amigos, ir a cafés; eso dependerá del estilo de vida de cada cual. Pero la otra cara de la moneda será el inicio del fin del hombre como un animal social por excelencia.

Bueno, este preámbulo para decir que esta generación va más adelante que el tiempo y que es la primera vez que creemos tener la sensación de que no es el tiempo el que se nos adelanta, sino precisamente el que va atrás.
¿A qué se debe esa sensación de destiempo?. Tal vez sea porque estamos evidenciando ya una transición y/o cambio en nuestro periodo histórico. Ahora, si apelamos a la historia, también hay que decir que esa sensación se ha manifestado unida, casi siempre, con las guerras y las pandemias.

Acerca de la pandemia actual hay que subrayar que ésta no es causa sino síntoma de la crisis política, social y económica que estamos viviendo. El COVID 19 corrió el telón, de forma desgarrada, por cierto, de una realidad demasiado injusta por los niveles altos de desigualdad, pobreza, marginalidad y exclusión de gran parte de la población mundial. Es cierto que el virus por sí mismo no discrimina en su contagio, pero la desigualdad social y económica en la que vive la población de la gran mayoría de los países del mundo hace que discrimine.

Esto está ligado a la idea de que los problemas sociales no son naturales, no obedecen a la fuerza de la naturaleza, ni mucho menos a fuerzas divinas. Estos son el resultado de las circunstancias en las que, en este caso, un virus se convierte en una amenaza tan peligrosa para la vida. Son consecuencia de las decisiones que han tomado los gobiernos y como éstas han profundizado en la desigualdad. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) había advertido ya el año pasado que la lucha contra la desigualdad se estaba perdiendo.

Varios estudios económicos señalan que los impactos negativos serán más intensos que los sufridos durante la crisis financiera global de 2008-2009. Antes de la pandemia la economía neoliberal estaba siendo fuertemente cuestionada por la desigualdad que generaba. Después de la pandemia pasaremos a la historia por tener una de las peores crisis económica que el mundo haya vivido.

La CEPAL advierte que América Latina y el Caribe se verán en una situación crítica. En 2019, había crecido a una tasa estimada de apenas 0.1% y, para el 2020, se preveía un crecimiento de 1.3%. Sin embargo, las proyecciones han sido revisadas a la baja significativamente en el actual escenario. De igual modo sostiene la CEPAL que se presentará una contracción de -1.8% del producto interno bruto (PIB), lo que podría llevar a que el desempleo en la región suba en diez puntos porcentuales. Esto nos conduciría, como dice la Comisión, que de un total de 620 millones de habitantes el número de pobres en la región suba de 185 a 220 millones de personas, en tanto que la personas con pobreza extrema podrían aumentar de 67.4 a 90 millones.

En consecuencia, el COVID 19 entró al mundo para probar el sistema y encontró un sistema político debilitado e hipotecado por el mercado. Encontró un escenario donde el Mercado es el ente regulador de la política y de todas las relaciones sociales; aquí solo impera casi de manera exclusiva la lógica de la oferta y la demanda. El capitalismo se ha convertido en la religión contemporánea. Es el Dios omnipotente.

En esta lógica quienes padecerán con mayor rigor los efectos de la pandemia, antes y después de ella, será la inmensa mayoría de la población mundial. Ya habíamos dicho que el virus en sí mismo no discrimina, pero las desigualdades sociales y económicas harán que lo haga. El virus tal vez por sí solo no venza al capitalismo, pero sí está ahondando en el malestar e indignación de muchos sectores sociales dispuestos a dar la batalla para vencerlo. Pero con toda seguridad esta crisis no se resuelve ni con donaciones, ni con mercaditos, ni con débiles subsidios transitorios; se debe desde ya humanizar la economía con políticas públicas sociales rigurosas, mientras el modelo neoliberal sea desmontado.

*Jairo Hernán Ortiz Ocampo: Filósofo, Magister en Ciencia Política, Doctorando en Ciencia Politica. Docente Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Universidad del Cauca. Director Grupo de Investigación Problemas Regionales y Derechos Humanos.

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