About The Author
Es una cosa obvia que no le simpatizamos a la señora Alcaldesa, lo cual reitero, es su derecho pero lo es también respetar a quienes nacimos en Venezuela, vivimos en la ciudad que ella dirige.

(Lea también: La arbitrariedad de Registraduría: ejemplos prácticos)
Persistente. Creo que ese es el término que mejor describe a la señora Alcaldesa de Bogotá respecto de la migración y, en especial, la venezolana en Colombia. Ha dado esta semana una entrevista ella en la cual atribuye el problema de inseguridad a la política del señor Presidente Duque de abrir las puertas de par en par a la migración, permitiendo con ello “un ingreso y reconfiguración criminal que tiene al país en una peligrosa ola de narcotráfico, homicidios, atracos y desplazamiento”. Al respecto es pertinente hacer algunas precisiones.
No es necesario que el gobierno de Colombia abra las puertas a la migración – ella no lo afirmó pero se refería a la venezolana – y no lo es porque la frontera es “una línea de tiza que los pies de los viandantes borran”. Son más de dos mil kilómetros de frontera que nos unen por la cual muchos pasan sin sellar pasaporte, lo cual por cierto no necesitaríamos si estuviéremos en la Comunidad Andina de Naciones. Hoy, en todo caso, lo hacemos de allá para acá los venezolanos – gente de bien la mayoría – y también de aquí para allá algunos colombianos que se dedican a delinquir a ambos lados de la frontera. Esa es una realidad indiscutible. Ayer, por cierto, fueron colombianos, la mayoría buenos ciudadanos de este país de Nariño y Caldas los que, por motivos inherentes a su conflicto interno, debieron recalar en el nuestro, algunos de cuyos hijos – también colombianos a pesar de haber nacido en Venezuela – han retornado y se les ha privado en masa de nacionalidad colombiana ante el silencio escandaloso de muchos.
Los números que desmienten a la señora Alcaldesa son muy claros.
No es cierto que la llegada de venezolanos a Bogotá – y a Colombia – hubiere impactado las cifras de delincuencia, así como tampoco es cierto que el gobierno del señor Presidente Duque hubiere establecido una política de fronteras abiertas de par en par. De hecho, aún cuando fuere una política contraria a ella, es lo cierto que, vistas las condiciones de Venezuela, seguiríamos llegando a Colombia dada la cercanía y la identidad que tenemos. Quizás – ironías de la vida – la señora Alcaldesa preferiría que entre ambas naciones construyéremos un muro divisorio de miles de kilómetros. Si ello ocurriere, probablemente, no tendría como justificar sus afirmaciones.
(Texto relacionado: Trato diferenciado: colombianos retornados sin nacionalidad)
La omisión de nuestra nacionalidad en la actual declaración de la señora Alcaldesa no es casual. Seguramente recordó ella que, en reciente decisión derivada de una acción impetrada por el abogado venezolano Carlos Brender Ackerman, se vio precisada a retractarse respecto de afirmaciones específicas sobre los venezolanos en Colombia. En todo caso, en la última, bastó que lo dibujara para que todos supiéramos a quien se refería.
Es una cosa obvia – ya lo afirmé en ocasión precedente con motivo de la primera declaración contraria a la migración de nuestro país en Bogotá – que no le simpatizamos a la señora Alcaldesa, lo cual reitero, es su derecho pero lo es también respetar a quienes nacimos en Venezuela, vivimos en la ciudad que ella dirige, nos comportamos como buenos ciudadanos y exigimos, por tanto, reciprocidad en el trato. Independientemente de la simpatía personal que ella nos inspire, no demeritamos de forma alguna de ella por su conducta u opiniones contrarias a nuestra presencia.
Finalmente, respecto de las políticas públicas aplicables a la migración, es cierto que, mientras mejor se conozca a quien vive en el país y lo que al mismo puede aportar, la seguridad de todos saldrá ganando. Eso es lo que, con aciertos y fallos han tratado de hacer los dos últimos gobiernos colombianos, que no solo el actual.
Le quedan dos años de gobierno a la señora Alcaldesa. Seguro estoy que ésta no será la última columna que habrá de dedicarse a alguna declaración contraria a la migración venezolana. Total, alguna explicación deberá darle ella a los vecinos y residentes de la ciudad por la gestión que adelanta, sin importar si la misma se ajusta o no a las cifras respectivas. Pareciere que la verdad para algunas personas carece de importancia.
(Le puede interesar: Juzgamiento público)
*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Director de Fundación2Países @barraplural