Efecto rebote

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Si el Gobierno Nacional quiere evitar un efecto rebote en materia de apoyo político y popular debe desde ya mostrar resultados.

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Gustavo Petro llegó a la Presidencia de la República gracias, esencialmente, a que la administración de Iván Duque no supo -o no pudo- llevar sus promesas de campaña a políticas públicas que mejoraran la calidad de vida de las personas. El “menos impuestos, más salario”, no fue tal y el péndulo político, impecable, castigó al Centro Democrático no sólo a perder la Presidencia sino a una transición política en el Congreso en donde de partido de gobierno y mayoritario, pasó a ser de oposición y minoritario.

Ese es el espejo en el que hoy se debería ver el presidente Petro que consolidó para su primera legislatura una coalición en el Congreso suficiente para sacar adelante leyes y reformas con capacidad de cambiar el rumbo del desarrollo. Tiene ahí el Presidente y su Gobierno una oportunidad que debe aprovechar, pues si no tramita y echa a andar rápido las reformas que propuso, se verá, muy pronto, en 2023, ante la campaña política para las elecciones regionales, en un escenario en el que se esfume el respaldo político que ha cosechado.

Hasta ahora los pasos que ha dado el Gobierno Nacional son desalentadores: los anuncios de políticas públicas y de reformas carecen de contenido, pues no hay una explicación técnica o financiera que subsane las dudas que surgen sobre los cambios propuestos: basta leer los anuncios en materia de petróleo y gas o lo hasta ahora dicho sobre cambios y eventuales reformas a la salud. Esa falta de claridad en el diseño de la política pública, o al menos de su comunicación, tiene otro síntoma, muy diciente, en la constante rectificación que el Ministro de Hacienda debe hacer de declaraciones en redes sociales del Presidente de la República.

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Ahora bien, gestionar los cambios que necesita el país es una tarea que no puede partir del síndrome de ‘Adán’ ni de una actitud revanchista -que explica también la incapacidad de la administración Duque de sacar adelante reformas importantes-. Si bien la gerencia del nivel central del Estado puede cambiar su enfoque con cada gobierno, resulta inconveniente que la manera de ejecutar la política pública cambie cada cuatro años. Implementar reformas no puede significar destruir las capacidades que ya existen, pues de hacerlo, lo que se consigue es la desprotección de los ciudadanos más vulnerables.

Y como no todo en política es sobre la realidad de los asuntos, sino sobre la manera en la que los ciudadanos los perciben, resulta absurdo que el Gobierno ya cuente en su corto haber con enormes errores: no puede un Gobierno que reclama ser el del cambio ´de papaya’ con los costos del reacondicionamiento de las casas presidenciales que tiene a su servicio. Las cobijas de plumas de ganso serán a Petro lo que la mermelada a Santos: un pesado lastre del que no se va a desligar, un símbolo que permitirá ataques más certeros, con menos palabras, a la hora de la crítica política despiadada, pero también de los balances técnicos objetivos sobre su gestión. Que los hay.

Precisamente, el primer balance serio del Gobierno se hará cuando la administración cumpla 100 días, momento en el que, además, el Gobierno Nacional debe presentar las bases de su Plan Nacional de Desarrollo, del que hasta ahora no se conoce mayor cosa más allá de algunos anuncios de su construcción -aparentemente problemática- a través de los diálogos regionales vinculantes. La demora en la presentación de ese proyecto, que el Gobierno ha debido tener listo al momento de posesionarse, es un freno al potencial de cambio y una muy mala señal de la capacidad de planeación del Gobierno Nacional.

Si el Gobierno Nacional quiere evitar un efecto rebote en materia de apoyo político y popular debe desde ya mostrar resultados. No lo podrá hacer si trata de reinventar la rueda y si insiste en inventarla, para finales de 2023 será ya un gobierno cansado, sin apoyo y buscando a los culpables de siempre para su fracaso: la oposición (all my term!), los medios o el Gobierno anterior.

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*Felipe González, comunicador social y periodista.

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