En modo reflexión

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Se cumplirán en unos meses 25 años del cambio que ha traído a Venezuela a su actual situación.

(Lea también: Dos posturas, dos países)

Venezuela es tema recurrente en algunos círculos colombianos.

Se observa, analiza y comenta lo que ha ocurrido en nuestro país en los últimos cuatro largos lustros y medio, haciendo énfasis en la decadencia económica y política de nuestra nación, lo que se refleja en la actual situación de la misma.

Uno, que no es ajeno a esos debates y que, como consecuencia de posiciones institucionales asumidas más el alejamiento del suelo patrio, no deja de evaluar lo que hicimos bien y también mal, así como las causas que han motivado nuestra actual situación, de alguna manera participa en las reflexiones referidas.

No dejo de afirmar, en cualquier escenario, que responsables somos todos.

Los que votaron por Chávez y por Maduro; los que nos abstuvimos de hacerlo en alguna oportunidad. Los que desde posiciones de poder institucional, económico y mediático,  decidieron utilizar el mismo para elevar  a la presidencia a una persona incompetente y resentida o en todo caso, los que prevalidos de su posición decidieron torcerle el brazo a la constitución de 1961 que tenía falencias pero también límites y ellos los eliminaron.

Sin embargo creo que nuestro mayor error fue desconfiar de la democracia y del voto o la participación en eventos electorales, como instrumento de cambio.

En aquella, toda decisión que el poder adopta, está sometido a control. Los venezolanos renunciamos a ello. Decidimos destituir un gobierno, electo con votos, a través de marchas, paros indefinidos, reuniones de militares en plazas públicas y abstenciones, olvidando que ese poder que se enfrentaba tenía el límite que el tiempo de su vigencia le daba, seis años y ello lo aprovechó quien ejercía el gobierno para cooptar todos los poderes públicos y así afianzar el control que ejercía. Ello lo repetimos -años después- privilegiando “salidas” que costaron, literalmente, sangre, sudor, lágrimas, prisión y exilio.

La desesperación producto del cambio de paradigma institucional nos condujo a cambiar la línea pacífica, constitucional y electoral que nos correspondía por otra muy distinta que hoy tiene al país en la posición que se encuentra.

(Texto relacionado: Necesaria evaluación)

No se puede analizar con el anteojo de hoy las conductas que asumimos 15 o 20 años atrás. El análisis debe hacerse con vista a los elementos de la época.

Hugo Chávez fue electo por decisión nuestra –con votos y abstención- en diciembre de 1998; su constitución fue aprobada con los mismos mecanismos, el diciembre siguiente.

En junio del 2000, conforme a los términos de ella, Hugo Chávez fue electo por seis años,  pero decidimos que era mucho tiempo. Nos convencimos  que acabaría con el país y por eso, los medios –especialmente algunos de ellos- crearon en los electores de oposición la necesidad de salir de él inmediatamente, sin respetar los votos que había obtenido, lo que es por cierto, en democracia, el único mecanismo de validación de liderazgo.

Así las cosas, gústenos o no, quienes criticamos los golpes de estado fallidos del año 1992 en nuestro país, por desconocer con ellos los resultados de la elección presidencial de 1988, terminamos haciendo exactamente lo mismo el 2002 pues Hugo Chávez había sido electo por quienes podían llevarlo a la presidencia, los electores. Sin evadir la responsabilidad que a todos y cada uno nos corresponde en la decisión en cuestión, no es menor recordar la gran responsabilidad que tienen, respecto de la misma, aquellos que dirigían los medios de la época y que hoy pretenden que no se les recuerde su accionar.  

Lamentablemente, durante buena parte de este tiempo del chavismo-madurismo en el poder, la oposición renunció a la política en el ámbito constitucional, pacífico y electoral. Dejó esta en manos de predestinados directivos de partidos políticos o de empresarios y  miembros de la sociedad civil quienes, ciertamente, tienen derecho a intervenir en la misma,  pero que no se dedican a ella a tiempo completo por vocación, decisión y obligación como  lo hacen quienes entienden que la  política tiene mucho de abnegación y sacrificio y poco –muy poco- de recompensa personal. Todos estos factores sumados nos han conducido a la Venezuela de hoy, esa que queda de presente, cada día en los hogares dentro y fuera de los límites territoriales, donde pesan indubitablemente,  las ausencias.

Se cumplirán en unos meses 25 años del cambio que ha traído a Venezuela a su actual situación.

El liderazgo político -que es al que corresponde dirigir los destinos del país- debería hacer un balance de su gestión y en función del mismo, adoptar los ajustes que serían pertinentes. Sin embargo, no soy optimista al respecto. Mucho ego lo impide y lo afirmo porque sigue uno observando opiniones de algunos que, a sabiendas de su minusvalía numérica, declaran como si, por voluntad divina, todo el país les respaldare lo que todos sabemos es una falacia pues, en la actual situación nacional, por su espíritu de cuerpo, porque sabe lo que está en juego si pierde unas elecciones, el único que está consciente de su fortaleza –o debilidad- es quien gobierna, el resto para lograr cambiar el estado de cosas nacionales, requiere la mayor unidad posible.  Sería prudente en tal sentido reflexionar respecto de qué motivación tienen en atención a esa manera de actuar quienes estiman que ellos -y solo ellos- pueden lograr cambiar el estado de cosas que nos tiene hoy así.

Regresando a Colombia, los colombianos eligieron el año 2022 a una persona para dirigir los destinos del país y debe hacerlo hasta el 7 de agosto de 2026, ni un dia mas ni un dia menos, salvo que intervenga la voluntad divina. Esa decisión de las mayorías del país se validará -o no- cada vez que, ante las urnas comiciales, los naturales de la tierra de Nariño y Caldas concurran a votar. Aquí hay institucionalidad y liderazgo alternativo que es una falencia de la cual en Venezuela se adoleció en los primeros años del proceso que allá se desarrolla.

Así entonces, la voluntad popular, en cualquier nación que se respete, no puede conculcarse con manifestaciones, paros o con las armas; ella se reafirma con los votos, bien ratificando el camino que se eligió o en último caso, rectificándolo. Esa es la lección que como venezolano aprendí en vista de lo ocurrido en mi país.

(Le puede interesar: Capítulo 8)

*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Director de Fundación2Países @barraplural

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