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No se le puede poner el peso del destino de Colombia a un solo hombre porque terminarán pasando una de dos cosas, el hombre fallará o este perderá la dignidad.
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Estas elecciones presidenciales que se darán el 29 de mayo serán las primeras en las que votaré para un presidente al cual como siempre se ha dicho, “será quien lidere el destino de la nación durante los próximos 4 años”. Personalmente no le creo a aquella frase, si bien el presidente tiene el deber de liderar a aquella emanación del poder político llamada Estado Colombiano los problemas de Colombia son aún más complejos y no solo bastará con que alguien honesto llegué a la casa de Nariño, para ello se tiene que deslumbrar el actual escenario y ratificar nosotros los ciudadanos que si nos encontramos en una democracia.
A Colombia no la cambiará Petro, Rodolfo o Fajardo, por más de que tengan claro los problemas del país el cambio de esta cultura política llegará en el momento en que como se raye en el tarjetón a la presidencia a quien deseamos de presidente, también lo hagamos igualmente en nuestros departamentos, municipios a alcaldes, gobernadores, concejales.
No se le puede poner el peso del destino de Colombia a un solo hombre porque terminarán pasando una de dos cosas, el hombre fallará o este perderá la dignidad.
¿O nos olvidamos que el presidente Duque insistió en el no uso de la mermelada dentro del congreso para el paso de sus proyectos de ley, y no lo logro?
Tuvo que ceder a aquel monstruo del cual fue el mismo encubado, ese monstruo llamado política tradicional y su hambre de la cual no ha Sido preso solo nuestro actual presidente, si no que está hace parte de un eterno retorno como alguna vez lo vio Nietzsche, un Deja Vú que por sí solo con los que están actualmente asumiendo las banderas del pueblo no se acabará, ese eterno retorno lo han vivido generaciones enteras de esta Colombia dónde el derecho a ser los únicos determinantes de nuestras vidas no ha existido jamás, para cambiar esto me atrevo a preguntar:
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¿Cuántos sapos nos han dicho que nos tenemos que tragar?
Con la justificación de que el destino de Colombia prende de un hilo y es necesario un cambio, uno que ratifique ese derecho olvidado, ese simple vivir sabroso que me hace feliz en medio del abandono estatal durante estos 4 años de Duque que convirtió la pobreza no en una cuestión de clases sociales o castas, si no en una constante en la cultura de los habitantes de este territorio, aquello solo refleja la gran burbuja del actual estado.
Aquella burbuja les ha impedido ver qué, por ejemplo, las fiestas culturales en sucre se están perdiendo y en vez de lograr movilizar la economía en beneficio de la economía local, estas se han desvanecido por la falta de que el pueblo sea el protagonista y no unos pocos.
Esta realidad que está pasando se puede ver en que el 20 de enero en Sincelejo, Sucre ya no tiene la misma relevancia igualmente pasa con el festival nacional de Gaitas de Ovejas-Sucre, esa falta de identidad terminará decreciendo en el olvido. Lo cual me hace ver que si en estos pueblos no hay un cuidado de sus artes mucho menos se verá en la política, por ello el próximo presidente encontrara una sociedad desbaratada a falta de su propia entender, no es el momento de repetir aquel deja Vú del 2018 dónde se le indilgue todo a un hombre, su responsabilidad llegará si elegimos bien en reconstruir aquel tejido social perdido, pero la nuestra es una que debe ser siempre la cual es el ejercicio constante de nuestra democracia aprovechando los escenarios encontrados en la ley y que por desconocimiento no han sido implementados como por ejemplo los consejos de cultura, los cuales en los pueblos de Sucre son aquel reflejo de la falta del vivir sabroso de nosotros como habitantes, porque si lo hiciéramos serían los espacios idóneos para la transformación del territorio.
Ya sea que quien me lea vote por Petro, Rodolfo o Fajardo, en estos momentos es necesario que lo haga con el interés profundo de que habrá otras figuras dentro de los próximos 4 años y debemos como sociedad llegar a un consenso del que queremos, por mi parte lo haré por quién nos dé la promesa, la misma con la que mis padres se fueron de aquella Bogotá del 2017 con el fin de poder trabajar para que sus hijos tuvieran un futuro digno, que el deseo de un vivir sabroso es posible en Colombia.
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*Julián Enrique Beltrán Méndez, gestor cultural, Ovejas, Sucre