La caja de Pandora

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Ha quedado probado que el sistema siempre triunfa y está claro que cualquier incomodidad es ignorada u olvidada después de un tiempo por nosotros.

Con la noticia reciente sobre los Pandora Papers y de los supuestos vínculos con estos de dos expresidentes, está claro cómo la corrupción permea a nuestra sociedad hasta el punto que este tipo de noticias no genera asombro o indignación.

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Eduardo Posado Carbó en su obra “La Nación Soñada” expresó que la corrupción en la sociedad colombiana es un cáncer con metástasis en una fase terminal que impera en los contextos locales con variantes aún desconocidas, casi como una alegoría de la actual pandemia.

Para nuestros connacionales, las figuras que han trazado los caminos de nuestro destino a nivel político tienen que tener sí o sí un secreto turbio, rabo de paja o, como me lo diría un mototaxi en mi pueblo, “un guardado”. Nos hemos acostumbrado a este trasfondo sucio como algo socialmente aceptable.

Me planteo los siguientes interrogantes:

¿Qué ha pasado con el caso Jorge Pizano y su hijo y Rafael Merchán, quienes implicaron a la multinacional Odebrecht hoy llamada Novonor?

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¿Qué ha ocurrido con los clanes políticos que se tomaron la Fiscalía y la Procuraduría en las ciudades y pueblos de Colombia?

¿Por qué tenemos que año tras año pagar el desfalco de 50 billones con una reforma tributaria?

Ha quedado probado que el sistema siempre triunfa y está claro que cualquier incomodidad es ignorada u olvidada después de un tiempo por nosotros. Somos propensos a perdonar con el olvido los mayores crímenes al tributo público sin saber siquiera el fondo del escándalo político de moda, lo cual me deja con la idea de que seguramente no existe un Melquíades que nos cure.

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Al comenzar a escribir este texto, me di cuenta de lo curioso que es este nuevo escándalo llamado Pandora Papers, ya que Pandora fue la guardiana de una caja que contenía lo peor de la humanidad, salvándose solamente la esperanza. Veo al pueblo como Pandora y a la caja como nuestros mayores temores frente a la corrupción. No creo que haya indignación alguna que sea tan fuerte para salvarnos de este mal, pero sí entiendo que el primer paso para luchar contra la corrupción es aceptar que la caja de Pandora existe y atrevernos a abrirla.

Entiendo que el pobre vende el voto y el dueño del voto lo capitaliza para luego caer en un círculo vicioso detrás del cual existen más trasfondos. Detrás del vendedor del voto, hay una familia olvidada por un Estado. Necesitamos saber lo que hay en la caja de Pandora.

*Julián Enrique Beltrán Méndez, gestor cultural, Ovejas, Sucre

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