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Quienes en Arauca forman parte de la Fundación “Sembrando Valores y Esperanza” son el vivo ejemplo de que colombianos y venezolanos, trabajando mancomunadamente, muchas cosas buenas podemos hacer, a pesar de las limitaciones económicas que tengamos y de lo eventualmente complicado del entorno.

La respetada directora de La Línea del Medio ha estado en Arauca, ese departamento colombiano impactado por problemas internos y foráneos. Como consecuencia de esa visita, publicó su columna “Lo que vi en Arauca” en la cual describe – tal como lo señala el título de la misma – sus observaciones en el lugar. Mientras eso ocurría, esta semana tuve la oportunidad de conversar más de una hora via plataforma con una pequeña organización binacional integrada por venezolanos e hijos de colombianos nacidos en Venezuela quienes en la capital de ese departamento se radicaron luego de salir de nuestro país por razones políticas, perseguidos por la gestión que el señor Maduro que en nuestra tierra el adelanta.
Constatado su accionar y convencido como estoy que la migración no es un problema sino una oportunidad, me pareció prudente hacerlo del conocimiento público pues el mismo evidencia que la integración es posible y, por supuesto, que los buenos somos más.
Es así como, a pesar de sus limitados recursos económicos, crearon su fundación “Sembrando Valores y Esperanza”. Ellos decidieron ser parte no del problema que con nuestra presencia intempestiva y abrumadora le creamos a Colombia, sino de la solución al mismo y, por ello, desde hace cuatro años, con sus muy limitados recursos económicos, brindan asesoría, acompañamiento y hasta hospedaje en algunos casos excepcionales a quienes desde Venezuela llegan a la capital del citado departamento. Es como consecuencia de ese accionar que detectaron que se privilegiaba en la atención al migrante la de los adultos, motivo por el cual fijaron su interés en la niñez y, en función de ello, centraron su atención en ellos sin distinción de sexo, nacionalidad o raza.
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Desde su propia casa, iniciaron un programa de refuerzo educativo que abrió sus puertas el mes de abril del presente año 2021 y desde allí comenzaron a atender inicialmente a diez niños, siendo su cupo de atención hoy, en tres grupos, el de sesenta niños “de los cuales 20 son de nacionalidad colombiana y 40 venezolanos dando un ejemplo de integración entre los dos países hermanos, lo cual ha servido para realizar un ejercicio de intercambio de habilidades y destrezas así como de costumbres y enseñanzas entre ellos”.
Trabajando con los niños y las niñas, se percataron que no todos comían las tres comidas, por lo que se propusieron darles una merienda sana que pudieran disfrutar y aumentara su concentración a la hora de aprender.
Para coadyuvar con la formación, han ejecutado una estrategia complementaria que ha permitido a algunos de los niños pasar de ocupar el lugar 25 entre los alumnos de sus escuelas al quinto en las mismas y al primero y segundo en sus respectivos salones.
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La actuación de los integrantes de la fundación – repito colombianos y venezolanos – no solo se ha limitado a lo previamente referido.
Ellos, en alianza y coordinación previa con otras organizaciones e instituciones colombianas, han participado en jornadas de vacunación con el respaldo de la Organización Panamericana de la Salud y medico asistenciales de la mano con la Cruz Roja Internacional y otras organizaciones de ayuda humanitaria, en virtud a las inundaciones provocadas por la crecida del río Arauca. En más de 20 espacios amigables en distintas localidades del departamento, han llevado unas horas de alegría y recreación sana a los niños de las distintas comunidades, a la vez que han contribuido también con la regularización en el registro del Estatuto de Protección Temporal al Migrante Venezolano – EPTMV – entre otras actividades.
Las noticias que diariamente recibimos del departamento del Arauca no son buenas, entiende uno que producto de la situación interna del mismo y su colindancia con nuestro país. Lo cierto es que, a pesar de las mismas, colombianos y venezolanos, en silencio, tratan de hacerle la vida más amable a quienes en allí viven, demostrando que la integración es posible cuando hay disposición anímica para éllo.
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Quienes en Arauca forman parte de la Fundación “Sembrando Valores y Esperanza” son el vivo ejemplo de que colombianos y venezolanos, trabajando mancomunadamente, muchas cosas buenas podemos hacer, a pesar de las limitaciones económicas que tengamos y de lo eventualmente complicado del entorno.
*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. @barraplural