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En ese orden de ideas, la tragedia haitiana se sumó a un conjunto de desaciertos que fueron labrando la más desastrosa política exterior de la historia reciente.
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El 7 de julio de 2021, fue asesinado el presidente haitiano Jovenel Moïse. Vergonzosamente, el nombre de Colombia fue vinculado de inmediato. Además del grupo de sicarios conformado por exmilitares colombianos, apareció el nombre de Antonio Intriago propietario de CTU Security, responsable de la contratación de los magnicidas. Recientemente, las evidencias contra Intriago, llevaron a las autoridades de la Florida a ordenar su captura.
Mientras el mundo comenzaba a conocer las identidades de los sicarios colombianos, paralelamente comenzó a hacerse pública la relación del propietario de la empresa contratante con Iván Duque y la cúpula de miembros del partido Centro Democrático. Sorpresivamente se conoció que Intriago fue quien organizó el concierto en la frontera colombo – venezolana el 23 de febrero de 2019. Que paradoja. Un contratante de asesinos, fungiendo como coordinador en un concierto con supuestos fines humanitarios.
Cabe aclarar que, el pomposo evento donde Duque anunció la caída en pocas horas de Maduro, también tuvo la participación de Jordan Goudreau, ex boina verde y dueño de Silvercorp, quien hizo parte del despliegue de seguridad y posteriormente fue vinculado a la fallida Operación Gedeón, que tuvo como propósito secuestrar al presidente Nicolás Maduro. Es decir, una llamativa red de personajes vinculados al crimen organizado internacional, cuyos hilos se conectan con el expresidente colombiano.
Volviendo a la tragedia haitiana, el nombre de Colombia, volvió a relucir, luego que el New York Times, revelara en una investigación los vínculos del narcotráfico con el asesinato. Moïse, decidió ordenar la destrucción de una pista clandestina de aterrizaje, en la cual llegaban avionetas de Colombia y Venezuela. Sin embargo, tampoco eso motivó al gobierno para colaborar con la investigación.
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Paradójicamente, la Cancillería, caracterizada por abandonar a los colombianos privados de la libertad en el exterior, volcó todos sus esfuerzos en una incomprensible defensa de unos asesinos capturadas en flagrancia. Además, en un acto de clarísima descortesía internacional, la señora Ramírez, dirigió una nota de protesta contra el gobierno haitiano, acusándolos sin pruebas de torturar a los criminales magnicidas.
En ese orden de ideas, la tragedia haitiana se sumó a un conjunto de desaciertos que fueron labrando la más desastrosa política exterior de la historia reciente. La absoluta falta de colaboración y solidaridad con el pueblo haitiano, dejó en la arena internacional, muchas inquietudes sobre el comportamiento de un gobierno que se proclamaba como un activo cooperante en materia judicial y la lucha contra el narcotráfico.
Afortunadamente para la deteriorada imagen internacional, a un mes de su arribo al Palacio Presidencial, Gustavo Petro, en un acto de dignidad y respeto “pidió perdón a Haití por el asesinato de su presidente”. Adicionalmente, recientemente, durante su participación en la Cumbre Iberoamericana en República Dominicana, reiteró la corresponsabilidad del Estado colombiano en el magnicidio y anunció que viajará a la isla para definir los caminos mediante los cuales se esclarezcan los hechos.
Hasta hoy, dos aspectos son incontrovertibles. La vinculación del narcotráfico e Intriago. Más que suficientes razones, para que Colombia coopere con la justicia internacional. Es inadmisible que mientras las autoridades norteamericana avanzan, realizando capturas a personajes implicados en el magnicidio, Colombia se mantenga pasiva, no obstante que, el contratante de los sicarios se pavoneaba en los más altos círculos del poder nacional.
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*Héctor Galeano David, analista internacional. @hectorjgaleanod