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En un mundo globalizado se complica de manera importante permanecer a espaldas de situaciones que existen y es lo cierto que nuestros dos países permanecerán indisolublemente uno al lado del otro.

A raíz de que Juan Guaidó asumió la presidencia de la Asamblea Nacional en enero del 2019 y posteriormente fue considerado como presidente interino del país por cerca de sesenta países de la comunidad internacional, en alguno de los escritos que casi diariamente hemos redactado, afirmamos que los vientos en política debían ser aprovechados en la medida en que fueren favorables a la estrategia que desde aquella instancia se habían planteado. Lamentablemente, el objetivo propuesto – cese de la usurpación, elecciones libres y gobierno de transición – por razones que todos conocemos no se pudieron lograr y la fuerte brisa, en distintos países, con más reciedumbre en unos que en otros, ha cambiado. Ahora le tocó a Colombia.
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Este pasado 19 de octubre dos senadores del partido colombiano Alianza Verde, Jorge Guevara y Yesid García Abello, plantearon a la plenaria del senado iniciar contactos con la Asamblea Nacional venezolana electa el 6 de noviembre del año pasado, a los fines de regularizar las relaciones entre ambos países y verificar las buenas prácticas comerciales entre los mismos, propuesta esta – distinguida con el Número 034 – que, conforme a la comunicación que el señor Presidente del senado colombiano remitió a Caracas en esa misma fecha, fue aprobada en la plenaria de ese cuerpo por unanimidad.
Ciertamente, conforme al artículo 189.2 de la Constitución Política de Colombia, corresponde al señor presidente de la república todo lo relativo a las relaciones internacionales. Pero no pueden dejar de llamar la atención tres circunstancias: i.- que la propuesta presentada fue aprobada por unanimidad en una instancia en la cual hay senadores que apoyan al gobierno, como los del Centro Democrático o el Partido Conservador y también sus extremos contrarios como la Colombia Humana y el partido de los Comunes ex FARC-; ii.- que la gestión del Presidente Duque finaliza el 7 de agosto próximo es decir en menos de 10 meses, lo que indica que, de mantenerse la coherencia entre la decisión plenaria adoptada con los hechos futuros, en ese mes, muy probablemente, el nuevo presidente de Colombia reconocerá como gobierno legítimo de Venezuela al que ocupa el Palacio de Miraflores, lo que le otorga plazo de caducidad a cualquiera otro que le adverse; iii.- que la sola comunicación implica – eso sí no lo dude nadie – el reconocimiento por parte del senado colombiano como parlamento legítimo de Venezuela, al que le remitió la comunicación y no a otro.
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El reconocimiento es un hecho de terceros. Es la circunstancia que otro me tenga como lo que afirmo ser para que frente a él tenga la calidad de tal. De nada vale aducir que tengo y ejerzo determinada cualidad cuando los hechos – derivados de las actuaciones de terceros – evidencian que, en la práctica ,el ejercicio que pretende no es aceptado.
La decisión del senado de Colombia pone de presente igualmente otras situaciones: i.- la política no es el mundo de los deseos sino de las realidades. En un mundo globalizado se complica de manera importante permanecer a espaldas de situaciones que existen y es lo cierto que nuestros dos países permanecerán indisolublemente uno al lado del otro, por lo que la dirigencia de ambos está obligada a privilegiar, en primera instancia el interés interior y, si éste se ve afectado por el exterior, buscar la manera de resolver la diferencia y eso es lo que la dirigencia del senado ha pretendido hacer; ii.- que los vientos para la oposición venezolana, inclusive en Colombia, están cambiando y, lamentablemente, fue imposible aprovecharlos cuando eran favorables; iii.- que el liderazgo opositor venezolano descuidó sus relaciones con la dirigencia política colombiana, dejando las mismas a un grupo reducido ue solo tenía relaciones con la gestión del señor Presidente Duque y quizás con su principal partido soporte, generando con ello decisiones como la aprobada. Consecuencia de lo ocurrido es que, sin ninguna duda, en un futuro no muy lejano vendrán nuevos tiempos para ambos países, lo que nos obligará a todos a tomar decisiones, quizás trascendentales.
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*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Director de Fundación2Países @barraplural