A la luz de la historia

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La mayor inversión social y pública (las políticas de Reyes a inicio de siglo, López Pumarejo en los 30s y Rojas Pinilla en los 50s) no fue resultado de bonanzas económicas, sino de voluntad política.  

En el medio de una cantidad de información vertiginosa, que los medios de comunicación masiva filtran y hasta manipulan, las instituciones y los partidos políticos construyen sus propios discursos embadurnados de solipsismo y de interés propio. No se puede crear un proyecto nacional así. 

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Si miramos a Colombia desde la óptica de los principales historiadores e intelectuales del país, como Orlando Fals Borda, Estanislao Zuleta Zuleta, Daniel Pécaut, María Teresa Uribe, y muchos otros, tenemos el relato de un Estado que se enfrenta a la ineficiencia, la falta de unidad territorial y la desigualdad. La falta de unidad territorial apunta a la exclusión de los pobres y la falta de acuerdos entre los poderes regionales y con la élite bogotana; la desigualdad, original en la distribución de la tierra, se extiende durante las lentas y pobres etapas de industrialización y de crecimiento urbano y del sector laboral formal. 

Es cierto que ha sido un país difícil de administrar por la diversidad demográfica y étnica, por el fuerte conservadurismo, por una topografía alocada y mística, pero también es cierto que el capital con el que la nación ha contado se ha mantenido en un círculo de privilegios propios del anacronismo. El Estado ha sido captado por familias que siguen colocando presidentes por apellido y cuyos lazos predisponen altos cargos del país. Son una élite diferenciada de otras como la económica que nace en los años 30s-40s o la financiera en los 70s-80s. Recordemos que son élites con brazos ilegales que se forjaron desde la bonanza marimbera y ahora se especializan en lavar todo el dinero de los negocios subnormales en el país. 

El Estado ya no puede engañar a una sociedad colombiana que tiene su mayoría de población entre los 25 y 35 años mejor informada que nunca antes. Hoy pretenden justificar a policías disparando contra masas de civiles. En ningún caso, la policía puede abrir fuego hacia una calle concurrida. Tendrían que demostrar que un número considerable de personas en esa masa civil usó armas primero y mantuvo fuego, cosa que la evidencia contradice. La violencia desmedida y por fuera de la ley que el Estado ha infringido tiene vieja data. Grupos como ‘Los Pájaros’ o el exterminio físico, cuyo mayor alcance fue el asesinato de más de 4000 miembros de la Unión Patriótica, así lo demuestran.

Hoy, la oposición política es usada. Es el viejo recurso de la estigmatización del contrario. No lo inventó Uribe con el ‘lenguaje del castrochavismo’, pues el Partido Conservador usó el estigma del ateo satánico para separarse de los liberales, los liberales crearon el estigma del indio bruto para separarse de las mayorías y, juntos, se inventaron el estigma de que el pueblo era ignorante y, en el nuevo siglo XX, abrazaron el estigma del comunismo/anarquismo para las luchas sociales. 

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El indolente Duque de Colombia no reconoce lo que sucede. El país necesita financiarse, pero no puede engañar a todos diciendo que no hay dinero, cuando lo que está mal planteado es el régimen tributario de raíz. Hay sectores que no han sido gravados o tienen beneficios, históricamente, como la banca, las bebidas azucaradas, la industria del reciclaje, la salud. La evasión de impuestos y la falta de oficialización de tierras beneficia a los terratenientes. 

Sería triste simplemente pensar que el siglo XXI no ha penetrado lo suficiente en el alma de esta república adolorida, como para que el momento no sea claro. Debe afirmarse en las votaciones de congreso y presidenciales del año 2022. Colombia puede ser un país más eficiente, mejor administrado, con voluntad política. Curiosamente las bonanzas económicas no coinciden con los periodos de modernización: la mayor inversión social y pública (las políticas de Reyes a inicio de siglo, López Pumarejo en los 30s y Rojas Pinilla en los 50s) no fue resultado de bonanzas económicas, sino de voluntad política.  

Los escenarios en este año y medio de administración Duque no parecen muy favorables. No puede renunciar o se desestabiliza el país y, de igual manera, no puede ceder a todo lo que el pueblo exige de una sola vez. Se necesita mucha voluntad política de negociación e implementación para evitar que la historia se repita y esto degenere en  democracia restringida como durante el Frente Nacional. 

Ya estamos cansados de una administración desde allá, de aquellos que hacen lo público para ellos y funcionan como una nobleza. Entendemos que las transformaciones son lentas, pero cumplimos 30 años con el mejor acuerdo de paz logrado y las juventudes lo quieren defender. Entendemos que el país no es fácil de llevar, pero eso se debe a la carencia de un proyecto nacional que los sectores radicales tendrán que dejar hacer de una buena vez, con todos los grupos sociales, armados con la Constitución de 1991.

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*Diego Xavier Toro, docente, poeta, sociólogo de la Universidad de Antioquia, especialista en historicismo, historia de la ciencia y filosofía de la historia.

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