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La calidad de la migración venezolana actual hacia Colombia es, en el peor de los casos, similar a la que recibió nuestro país durante el siglo 20.

“Nos llegaron los venezolanos más pobres’: Vicepresidenta
Ha emitido la señora Vicepresidente y Canciller de Colombia unas declaraciones relativas al tipo de migrantes venezolanos que Colombia ha recibido en esta actual coyuntura, que originan la respetuosa observación que de seguidas realizaré.
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Admito que, antes de julio del año 2017, el tema migratorio no era mi fuerte. Convivía en Venezuela con personas venidas de otras partes del mundo con la mayor naturalidad, sin pensar en las vicisitudes que muchos de ellos debieron pasar para llegar a nuestro país, instalarse, hacer vida y prosperar como buena parte de ellos efectivamente lo hizo.
Fue la imposibilidad de ejercer la magistratura que la Asamblea Nacional me confirió en julio del 2017 y la circunstancia de llegar a Colombia y solicitar refugio lo que me obligó a pensar en la situación, no solo personal, sino de todos y cada uno de los migrantes que a este país hemos llegado.
Es así como nos preocupamos respecto de la migración irregular y propuestas hicimos en tal sentido, muchas de las cuales han sido acogidas, así como también presentamos observaciones en materia de refugio y emprendimiento entre otros temas. Como consecuencia de ello, hemos sugerido a Colombia en distintas oportunidades – y por escrito – que el país construya el mejor sistema migratorio del siglo 21 pues cuenta, no solo con personal debidamente formado en las mejores universidades nacionales y del mundo, sino también con venezolanos dispuestos a contribuir con su experiencia y conocimiento en la materia, dado que la gran mayoría de nosotros comparte el criterio que la migración no es un problema sino una oportunidad.
El registro de migrantes irregulares que pensábamos que era una novedad colombiana, resulta que no lo es y tiene dos antecedentes, nada más y nada menos que en Venezuela, sí en nuestro país. Así, durante la presidencia de Luis Herrera Campíns – 1979/1984 -, éste realizó el primer censo de esa naturaleza destinado a incorporar a las actividades venezolanas a los migrantes que a nuestra tierra habían llegado, especialmente de Colombia, y carecían de documentación legal. Esta carencia les dificultaba su incorporación a la vida activa del país, que no así con certeza a la salud pues el sistema venezolano en eso se diferenciaba claramente del colombiano actual, dado que no establecía limitaciones según nacionalidades o estatus migratorio.
Posteriormente, en su segundo gobierno – 1994-1999 -, el Presidente Caldera adoptó una decisión similar que fue compartida por los Presidentes Herrera y Pérez pero acerbamente criticada por Arturo Uslar Pietri con argumentos que, hoy, no dudo en calificar de xenófobos. Así entonces, lo que Colombia hace hoy respecto de la incorporación de migrantes irregulares a la vida activa del país es una réplica de dos políticas venezolanas aplicadas especialmente a los nacionales de esta tierra por dos presidentes democráticos.
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En alguna columna precedente he sostenido que las medidas positivas que Colombia adopte en materia migratoria debemos replicarlas en Venezuela cuando la democracia retorne. Esa posición se reafirma, más aún, como consecuencia de estarse aplicando en el país de Nariño y Caldas a los venezolanos, medidas que en dos oportunidades en el pasado siglo beneficiaron en el nuestro a los nacionales de esta tierra.
Las declaraciones que motivan la presente reflexión quizás sean consecuencia del tiempo transcurrido desde los años 80 a esta fecha. Si partimos de las decisiones adoptadas en Venezuela en el pasado siglo y lo que está ocurriendo con nuestra presencia en Colombia en la actualidad, la calidad de la migración venezolana actual hacia Colombia es, en el peor de los casos, similar a la que recibió nuestro país durante el siglo 20, lo que motivó los dos procedimientos especiales de regularización señalados, sin mencionar – más faltaba – ésa que esta tierra recibió, hacia principios del presente siglo, que impactó tan favorablemente la industria petrolera colombiana y las cuentas fiscales del país.
Los nacionales de ambos lados de la frontera somos mucho más parecidos de lo que creemos. No es poca cosa compartir idioma, historia y religión desde hace más de quinientos años. Hoy fue Venezuela la que debió ver salir a sus hijos hacia otros destinos en masa, como ayer lo fue Colombia. Esperemos que, en algún momento, ello, en ambos sentidos, se detenga y podamos construir una sola nación para todos.
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*Gonzalo Oliveros Navarro, Magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Director de Fundación2Países @barraplural