Duque, entre la farsa y la tragedia

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La dictadura abierta, fascista, que desde el Ubérrimo se cocina y se acaricia ya está servida y desde mucho antes del 28 abril estaba en marcha.

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A finales de los años setenta, en Colombia no había Internet y la televisión en color daba apenas sus primeros pasos. Era el gobierno de Julio César Turbay Ayala (1978-1982), un político colombiano de descendencia libanesa, una especie de Ernesto Macías que había logrado coronar la presidencia del país. Siempre se cuestionó que no tenía grado universitario. Pero el impasse de manera insólita se solucionó. Universidades como la Libre, la Tadeo y la Universidad del Rosario de Bogotá, corrieron, se prestaron y le otorgaron un doctorado honoris causa en derecho y ciencias sociales.

Con su tono gangoso y nasal, era usual que el presidente hiciera comentarios y declaraciones desatinadas. Sus palabras eran la comidilla, el papayaso para todo tipo de chistes. Turbay Ayala llegó a la presidencia con el estigma del contrabando, que era una actividad delictiva bastante perseguida. Venezuela todavía gozaba de las mieles del boom petrolero y la era Reagan estaba presta a comenzar. Hablo de los tiempos del final de la bonanza marimbera y del comienzo del narcotráfico. Turbay era liberal, pero emulaba, en su carácter déspota y represivo, a Laureano Gómez Castro, el antiguo jefe conservador que al país no le generó risa sino terror y muerte.

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Recuerdo a José Francisco Socarrás, célebre por haber traído el psicoanálisis al país. El doctor Socarrás escribió un libro que no solo fue censurado por el régimen en los años cincuenta sino que le costó el exilio en Argentina. Laureano Gómez: Psicoanálisis de un resentido ratificaba en sus páginas, y en sus ricos pies de página, por qué a Gómez se le llamaba El Monstruo.

No se puede olvidar aquí a Guillermo León Valencia, que gobernó a Colombia a mediados de los años sesenta,  ni el ataque a Marquetalia, ni su plan Laso (Latin American Security Operation), que dio origen a las Farc. Aunque algunos sostienen que la connotación de la sigla no es imperialista y que se refiere no a laso con S sino al lazo, el de cabuya, con Z. En fin, Turbay fue uno de los presidentes que, junto con Gómez y Valencia, le había causado hasta entonces más violencia al país. Le atribuyen la creación de la Doctrina de la seguridad nacional, cosa que el historiador César Torres del Río refutó: Turbay en realidad copió y aplicó en Colombia la doctrina de los militares brasileros,  sentenció el profesor del Río.

Como ocurre ahora, y como si se tratara de una venganza de clase, que es la esencia del fascismo, Turbay se ensañó con todo lo que le oliera a izquierda. Las caballerizas del cantón norte del ejército en Bogotá revivieron en Colombia infinitas y terribles noches de lápices. Miles de jóvenes universitarios, dirigentes sindicales, campesinos, hombres y mujeres, fueron vilmente torturados; otros más, desaparecidos. No reparaban en la edad. El octogenario y querido poeta nacional, Luis Vidales, el de Suenan timbres, por haber sido toda su vida comunista, terminó también con los ojos vendados en un establo de tortura.

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Turbay combinaba la torpeza con la arrogancia y actuaba como un patriarca de verano o de primavera. Se le conoce entre otras cosas por sus suntuosas fiestas, por sus excesos, por sus extralimitaciones con mujeres y por sus bacanales. Hay que reducir la corrupción a sus justas proporciones declaró un día. Trujillo. Pinochet  y Videla seguramente inspiraban al inquilino turco de Palacio, como llamaban entonces al presidente. Turbay rompió relaciones con Cuba y vinculó a Gabriel Garcia Márquez con el M-19, forzándolo así al exilio en México. Era la época en que apareció el MAS (Muerte a secuestradores) en Medellín y que vio la luz el Estatuto de Seguridad, que era el código de policía de la época.

Aunque en ese tiempo, que se recuerde, no se practicaban encuestas de popularidad, Turbay debía ser consciente de su desprestigio político, de que el pueblo en su mayoría no solo lo cuestionaba sino que de él se burlaba. El humor se revelaba, entonces, como una forma de la inconformidad y del dolor frente a un gobierno oligárquico, represivo e indolente con los problemas sociales del país.

El uribismo con Duque montó en la presidencia a otro Turbay, solo que más joven, e hizo del solio de Bolívar un meme, que igual que el turco provoca repudio, provoca miedo y provoca risa. Cada salida del Presidente se ve impostada; se nota errada. Duque tampoco parece darse cuenta de que el pueblo lo ve como un testaferro y de que está en el lugar equivocado. La gente ve a Duque como un sinónimo de la promesa no cumplida, de la mentira, del desliz, de la farsa, de la tragedia y del engaño. Duque ha perdido así toda credibilidad. Pero, a diferencia de Turbay que sí mandaba, aunque mandara mal, con Duque es cada vez más evidente que lo mandan, que es un corre ve y dile y, por eso, se muestra tan errático y tan desconectado con el país.

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La historia es implacable, ordena sus secuencias, sus hechos, sus personajes, sus palabras, y sus cuentas de cobro. Y al monstruo actual, al de la tras escena, no lo bautizó un psicoanalista sino un periodista. Gonzalo Guillén le puso el alias y ahora todo el mundo lo llama matarife, cosa que inevitablemente afecta a Duque y a su gobernabilidad, porque se trata de su mentor.

Al gobernar para los corruptos, para los bancos y para esa clase traqueta, racista y paramilitar que se autodenomina “gente de bien”, Duque dejó de provocar risas y, en cambio, generó una indignación generalizada y logró al mismo tiempo que la juventud le perdiera el respeto, le perdiera el miedo.

Uribe ya sabía que las próximas elecciones las tiene perdidas. La dictadura abierta, fascista, que desde el Ubérrimo se cocina y se acaricia ya está servida y desde mucho antes del 28 abril estaba en marcha. La captura de los organismos de investigación y de control, incluyendo las cortes, fue el punto de partida de este coup d’État del uribismo, un golpe de Estado que expresa una crisis terminal y una sed angustiosa por aferrarse al poder, situación que hace al uribismo más torpe y peligroso. A la Jurisdicción Especial para la Paz, como no la han podido capturar, la han querido destrozar, como han hecho con el Acuerdo de Paz de la Habana. Los asesinatos seriados de líderes sociales y excombatientes de las Farc y la incompetencia del gobierno frente a la pandemia fueron llenando la copa del país.

No obstante, el Gobierno pretende hacer del paro, no una introducción, ni un capítulo, tampoco un ensayo, sino el epílogo de un  golpe de Estado, éste sí disipado. Aquí no se trataba de tomarse el poder, de lo que se trata es de perennizarlo. Eso que Duque llama diálogo no es más que una treta de dilación y de timación.

Pero el régimen no la tiene ganada y el paro ha continuado. El Gobierno no previó ni estaba preparado para semejante prolongación. A pesar de la violencia desbordada, el paro al Gobierno le quedó grande. Pero cuidado, esa situación de violencia indefinida hace, al parecer innecesaria, la tal llamada conmoción interior. La reticencia, no al diálogo, sino a negociar por parte del Gobierno, con sus imposturas y dilaciones, sus decreticos de alivio, como el del semestre universitario gratis, o el de la subvención para generar empleo juvenil, mientras dilata la negociación con el Comité del Paro, tienen más apariencia de zanahoria, de caramelo, de paquete chileno, o de globitos al aire, que de una voluntad honesta de encarar los graves problemas del país. Allí la fama de mentiroso que tiene Duque de nada ayuda.

Un paro nacional tan histórico como el de ahora no se puede negociar a puerta cerrada. Debe verse en directo y de cara al país; es lo que exigen distintos sectores que no se ven representados en el Comité del Paro. Es una demanda justa que le daría a las negociaciones con el Gobierno transparencia, a las masas energía y confianza, y  al Comité del Paro una nueva legitimidad.

A pesar de todo, hay algo que queda claro, de lo que todo el mundo ya se dio cuenta: cuando se hacen chistes y memes del Presidente es el Presidente el que en realidad se está burlando del país. Hay que recordar entonces aquí una vieja sentencia: “ […] todos los grandes hechos y personajes de la historia universal – escribió Karl Marx enEl 18 Brumario de Luis Bonaparte – aparecen, como si dijéramosdos veces[…] una vez como tragedia y la otra como farsa” 

*León Arled Flórez, historiador colombo-canadiense.

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1 COMENTARIO

  1. Se ve al señor Florez como a una persona que vivió un periodo del pais o se informó acerca de el y quiere hablar de la situación actual.
    Es mal escritor no usa bien las formas y equivoca términos.
    El castellano es un idioma rico y bello, pero debe usarse bien.

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