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Concluida la elección española, de la misma emergen interesantes lecciones.

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Por lo pronto, quien ganó, perdió. Feijoo obtuvo más votos y diputados pero, salvo un milagro, no podrá gobernar pues el Partido Popular que lidera, no alcanzó, individualmente, los votos necesarios para ello y tampoco les alcanza con los que obtuvo VOX.
El PSOE, por el contrario, que menos votos y diputados que su adversario obtuvo, quizás logre repetir la coalición que hasta ahora ha dirigido los últimos cuatro años y por tanto repita en la Moncloa, siendo entonces el peor escenario para ese partido que, ante la imposibilidad de formar gobierno, se deban celebrar nuevas elecciones hacia fin de año, por lo que continuará controlando el poder y tendrá seis meses para tratar de reafirmar su posición hasta la realización de nuevas elecciones y constitución de gobierno.
En política, guste o no, la coherencia algún valor tiene y en ello falló el Partido Popular.
Mientras desde el gobierno se afirmaba que el Partido Popular, de ganar las elecciones tendría como Vicepresidente al máximo representante de VOX y la dirigencia de ese partido a su vez afirmaba que no regalaría sus votos, como lo hizo en Murcia donde al Partido Popular sólo le faltaba su abstención para gobernar y se lo negaron, En otras comunidades, aun a regañadientes, llegaron a acuerdos, unos más obligados que otros y allí la importancia de la actitud que se asume.
Hay partidos que dicen enfrentar a su adversario natural cuando lo cierto es que su interés real es disminuir a quien comparte con el intereses comunes. Así, después de derrotar a este -y solo después- dedicará todo su esfuerzo a la derrota del otro y eso es, así lo creo, lo que vimos este pasado 23 de julio en España.
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VOX sabía que no ganaría. De hecho, estaba en cuenta que disminuiría su caudal electoral pero para ellos era mejor que continuara la actual gestión a que le sustituyera el señor Feijoo pues este los debilitará más desde el gobierno. Esa es su estrategia a mediano plazo pues apuesta a que con ella, el resultado final será que le quitará espacio a los populares y a futuro será él el referente.
Si se analiza con tranquilidad de espíritu esa estrategia -y en la política no hay santos sino intereses- se observará que ello ocurre en distintos países con ambiente de polarización, como en Venezuela por cierto, donde algunos llevan años compitiendo contra el “compañero” mientras afirman que lo hacen contra el adversario, sin comprender que quien tiene a Venezuela en la situación actual es el absoluto beneficiario de su estrategia, obviando que lo conducente es diferir diferencias internas.
Otro de los aprendizajes de la lección española es el atinente al tema moral.
Un gobierno que aceptó el respaldo de partidos políticos que fundamentan su actuar en su hazaña de haber eliminado adversarios con balas -que no con votos- en tanto que, adicionalmente, facilita la división interna del país con decisiones atinentes a quienes han buscado la desintegración de la nación, ha sido reivindicado por los españoles pues, no solo le dieron más diputados sino también más votos. No hubo entonces sanción moral alguna.
La actual gestión que se desarrolla en Venezuela está siendo investigada por crímenes de lesa humanidad. A pesar de ello, competirá electoralmente y votos recibirá. A ellos se les contraponen unos opositores que elegirán su candidato en octubre próximo. Si el elegido, como el partido VOX en España privilegia su interés particular sobre el general, la actual administración venezolana repetirá.
Así, bajo esos parámetros dependerá más de la actitud de quienes adversan la gestión venezolana que de quienes la desarrollan, el que se repita o no el resultado español.
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*Gonzalo Oliveros Navarro, Abogado. Director de Fundación2Países @barraplural