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Camilo Enciso, ex zar anticorrupción, contesta: los Uribe mienten.
En una entrevista publicada por Semana el pasado 22 de noviembre, Tomás Uribe reiteró que durante el Gobierno anterior se intrigaba en su contra desde la Presidencia. Al hablar de sus relaciones con James Arias, el Zar de la Chatarra, dijo: “Es importante recordar que este tema fue movido desde el Palacio de Nariño por un alto funcionario del Gobierno Santos”, quien “envió cinco derechos de petición a la Fiscalía, impulsando investigaciones en contra de Jerónimo y de mí.” Los periodistas de Semana deducen que se está refiriendo a mí: “¿Está hablando de Camilo Enciso, el exzar anticorrupción?” A ello responde: “Dejemos las cosas ahí. Ustedes ya lo dijeron”.
La primera vez que los Uribe salieron con ese cuento fue a principios de 2016. Por esos días, un diario de amplia circulación informó que, según ellos, desde la Presidencia se estaba presionando a la Fiscalía para que los investigaran por el caso de Ecoeficiencia. El 9 de marzo del mismo año, Álvaro Uribe dijo en una rueda de prensa que el funcionario involucrado con esas denuncias era yo, el Secretario de Transparencia del Gobierno. Los Uribe mienten.
La historia real es ésta: cuando llegué al cargo en 2014, observé que la Secretaría de Transparencia no tenía un listado con los principales casos en los que había intervenido. Eso dificultaba conocer el impacto de nuestro trabajo y rendirle cuentas al país de nuestra gestión. Entonces, le pedí al equipo que hiciera una lista con todos los casos de cierta importancia en los que la oficina se hubiese visto involucrada desde su creación, en 2011. Uno de los casos identificados fue el de las devoluciones ficticias de IVA, que involucraba un desfalco de un billón de pesos, la captura inicial de 12 de personas y – ya para 2013 – la judicialización de 59. Otros involucrados serían objeto de capturas posteriores, incluyendo a James Arias, el socio de los Uribe, pero de esas otras personas no se sabía nada en ese momento.
A mediados de 2015, varios de los capturados empezaron a quedar libres por vencimiento de términos. ¡Y habían empezado a pedir su reintegro a la DIAN! Así las cosas, en este caso, al igual que en otros en los que las investigaciones parecían estancadas, radicamos derechos de petición en la Fiscalía y en la DIAN, que era la entidad víctima del caso, pidiendo que nos dijeran cuántas personas habían sido condenadas, cuántas estaban en juicio y cuántas habían sido imputadas. Jamás pedimos información sobre el contenido de las investigaciones ni sobre la situación de algún investigado en particular.
Así actuábamos con la debida diligencia esperada, buscando con la única herramienta que teníamos a la mano – el derecho de petición – , que se tomaran decisiones de fondo sobre los imputados restantes e impedir que la DIAN tuviese que contratar una vez más a esos funcionarios. En ese momento, yo no sabía que Arias estaba involucrado con ese caso, en parte porque jamás tuve – ni quise tener – acceso a información privilegiada sobre las investigaciones de la Fiscalía. Tampoco sabía que los Uribe tenían relaciones con él. Además, las relaciones de la Presidencia y la Fiscalía eran respetuosas pero frías, tal como se hizo cada vez más claro debido a los desencuentros por cuenta de los Acuerdos de Paz y la JEP.
Parece que, a finales de 2015 o principios de 2016, algún simpatizante de los Uribe, que casi con seguridad trabajaba en la Presidencia misma, les filtró sendas copias de los derechos de petición que – de todos modos – habíamos radicado por los canales oficiales y sobre la mesa a la DIAN y a la Fiscalía. Los Uribe convirtieron esos derechos de petición – que no mencionan a ningún investigado con nombre propio y menos aún a Tomás y Jerónimo – en su “prueba reina” para defender la mentira sobre la supuesta persecución política del gobierno Santos.
Así resolvieron hacerme parte de una disputa en la cual su primera estrategia ha sido destruir la credibilidad del sistema de administración de justicia, urdiendo la patraña de la politización de ésta en su contra y la idea de que Álvaro Uribe y todos los que lo rodean y terminan presos (la lista es muy larga) son víctimas, en lugar de defenderse por las vías legales y conforme al debido proceso. Aplicaron así uno de los grandes mandamientos del mayor demagogo que ha visto Colombia durante el último cuarto de siglo: confundir, victimizarse y acusar.
La Fiscalía citó a declarar al Zar de la Chatarra y a su esposa, ya que se suponía que ellos tenían la información sobre las supuestas presiones desde la Presidencia, quienes dijeron no tener ni idea de dónde salía eso. Blu Radio reportó el 23 de julio que en su declaración Arias había dicho: “No he recibido ninguna clase de presión ni coacción ni ofrecimientos de prebendas por parte de ningún funcionario de la Presidencia ni de la Fiscalía, ni de ningún particular para que declare en contra de ellos”. A pesar de eso, y sin una sola prueba que demuestre lo contrario, Tomás Uribe insiste en su historia en la entrevista de Semana.
Como colofón de sus engaños y epítome de su delirio de persecución, Tomás Uribe dijo refiriéndose a mí que “es un señor que se refiere en ámbitos sociales en términos muy despectivos de mi hermano y de mí. Dejémoslo ahí”. Aunque en lo personal poco me interesa la vida de Tomás y Jerónimo, es posible que en una u otra conversación haya dado mi concepto franco y honesto sobre las maniobras utilizadas por los Uribe para enriquecerse con los negocios de la zona franca que el país ha conocido.
Sin embargo, no deja de sorprenderme tan elevado nivel de preocupación por semejantes chismes de pasillo. Los Uribe son figuras públicas sujetas a un escrutinio superior. Si no quieren someterse al mismo podrían empezar por pedirle a su papá retirarse de la política o abstenerse de participar en ella, una decisión que le haría mucho bien al país, que ya está exhausto de tanta polarización y mentira. El uribismo ya pasó a las páginas de la historia, para bien o para mal, pero es hora de que los Uribe dejen de escribirla.
*Camilo Enciso, @camiloencisov, Director del Instituto Anticorrupción y Ex Secretario de Transparencia de Colombia
Excelente Camilo. Comparto contigo ese concepto de victimización or parte de los victimarios de este país. Lamentable tantos años de narco estado.
Los hijos de un mentiroso redomado haciendo el papel que pelean con otros corruptos. El cartel del narcotráfico uribista Vs los ladrones del estado santistas.