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En Medellín, se emprendió la tarea de buscar a más de ocho mil estudiantes que no se conectaban ni por WhatsApp a las clases.
La pandemia ha dejado en evidencia una problemática en el mundo entero. Las brechas digitales pusieron al descubierto el rostro de una profunda desigualdad y de la misma manera impusieron un desafío urgente a todos los gobiernos, pero ante todo, pusieron al sistema educativo y a los padres de familia en una situación compleja y desventajosa.
En Colombia, según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos – OCDE – , apenas hay una cobertura del 14 por ciento en banda ancha. Eso quiere decir que miles de personas, sobre todo de estratos bajos y zonas rurales no cuentan con conectividad, y mucho menos con los equipos tecnológicos para acceder a ella.
Actualmente, el país tiene una cobertura de 53 por ciento, según datos del Ministerio de las TIC y para finales de este gobierno aspiran a que la conectividad alcance un 70 por ciento.
Aunque en los principales centros urbanos del país la brecha de la conectividad no parecía tan evidente, al parecer se daba por hecho que estábamos conectados en la virtualidad y que el cara a cara ya era cosa del pasado. La pandemia dejó esta brecha digital al descubierto.
Las familias más pobres han pagado un costo muy alto en esta pandemia. De acuerdo con la Encuesta de Calidad de Vida 2019, en más del 70 por ciento de los hogares de los barrios Popular y Santa Cruz de Medellín, no había computador disponible; en las zonas rurales, el porcentaje era más alto, 67.6 por ciento en el caso de San Sebastián de Palmitas.
Los barrios de las periferias, aquellos que habitan las familias de más bajos recursos, vieron cómo sus niños, niñas y jóvenes estudiantes quedaron por fuera del sistema educativo o en condiciones muy desiguales para acceder a un encuentro sincrónico con sus docentes.
La educación en las zonas rurales no pudo resolverse y las madres de familia cargaron con todo el peso de ser las maestras de sus hijos, sin herramientas ni preparación. Un asunto que vuelve a poner a los más pobres en condiciones de desventaja, en términos educativos.
La virtualidad se convirtió en la única alternativa de comunicación y contacto para millones de personas y permitió continuar con muchas actividades cotidianas el trabajo, la educación (en estratos medio-altos) y el comercio, pero lo cierto es que la cobertura de Internet dejó mucho para pensar.
Para la educación pública, en años anteriores, se calculaba una brecha de 3.8 años con respecto a la privada; la pandemia la agudizó y dejó a los más pobres con menos oportunidades. Basta pensar en una familia con dos o tres hijos en la escuela sin computador y sin conexión.
Allá, en estos sectores donde falta muchas veces el plato de comida y hay más de un hijo en la escuela, el colegio o la universidad pasaron todo el año sin ingresar a las clases o a medio camino. Esa fue la triste realidad a la que se enfrentaron padres, madres de familia y educadores, que, de diversas formas, lograron culminar este año educativo, pero que no por terminar tendrá el mejor balance, sobre todo para los estudiantes de las clases más desfavorecidas.
Aunque muchas instituciones hicieron esfuerzos para ayudar a sus estudiantes y compartieron equipos para que pudieran estudiar, sin conexión, este año educativo quedó a medias. Incluso, en Medellín se emprendió la tarea de buscar a más de ocho mil estudiantes que no se conectaban ni por WhatsApp a las clases.
De alguna manera, el COVID-19 aceleró un proceso que venía a paso lento y nos obligó a dar un salto a la transformación digital, que será inevitable y absolutamente necesario. Pese a ello, las familias y las empresas sienten los efectos de la desigualdad y es por esta razón que cerrar las brechas tanto entre países como internamente, en cada uno de ellos, se convierte en una necesidad urgente y en un derecho para garantizar el cumplimiento de otros derechos como la educación, el trabajo y la información, solo por mencionar algunos.
Esa urgencia la tiene todo el país y Medellín en particular tiene el desafío de continuar la ruta de la innovación. Ser el Valle del Software nos pone el reto de hacer de la conectividad un derecho para todos y todas y convertir esta ciudad en la primera del país en garantizar el acceso y uso de las TIC a toda la población.
Es la única manera de evitar que las brechas de desigualdad social y económica del país y de la ciudad se profundicen. Nos corresponde evitar un retroceso en los avances de desarrollo en la era post-Covid y apostarle definitivamente a la transformación digital. Ésa es la lección que nos deja esta pandemia. La igualdad de oportunidades debe llegar de la mano de la tecnología. Cerrar las brechas digitales es una urgencia que implica la unión de esfuerzos del Estado, la academia y la empresa privada.
*Luis Bernardo Vélez Montoya, médico cirujano, de la Universidad de Antioquia, presidente del Concejo de Medellín @luisbernardov