About The Author
“Uno de los rasgos más sorprendentes de la comunidad mundial hoy en día es que un gran número de personas se sienten cada vez más “inseguras”. En una encuesta tras otra, en elecciones regionales y locales, la opinión pública expresa su sensación de inseguridad. En términos políticos, se ha vuelto imperativo responder a este malestar; no hacerlo trae consecuencias electorales inmediatas.”. H. Frühling y J.S. Tulchin. 2005.
“La Democracia no es el mundo del consenso, sino un régimen para tramitar disensos”. Rodrigo Uprimny. Abogado. Entrevista en El Espectador. 7/05/2023.

(Lea también: Desafío: el elogio de la desigualdad)
Seguridad ciudadana o su reverso inseguridad, es un tema muy complejo sobre el cual he hecho referencia y tratamiento varias veces.
Es complejo porque dada la simpleza de unos imaginarios (mas represión, menos represión) no hay una aproximación integral que permita ver el asunto en sus múltiples dimensiones, entendimientos y salidas.
Se dice, por ejemplo, que la victoria del “partido republicano” (derecha) en las recientes elecciones chilenas para constituyentes y la consecuente derrota del Presidente Boric, se debió al tema de la “seguridad ciudadana”, entre otras causas.
De tal manera que el asunto o tema exige análisis muy profundos y detenidos pero que en la brevedad de la gestión pública puedan implementarse como políticas, que a su vez en el tiempo puedan ser evaluadas sus logros. Obviamente en la brevedad de un artículo de opinión sólo es posible indicar algunas cosas.
En primer lugar, hay que decir, que la Seguridad Ciudadana o mejor (¿o peor?) la inseguridad que perciben los ciudadanos hace referencia (sin que se exprese así) a distintos tipos de violencia, cada uno de los cuales tiene un tratamiento distinto, aunque a veces intrincados o mezclados. En este sentido se puede hablar de Violencia Social, Violencia Política, Violencia Doméstica y Violencia institucional.
La mayormente acuciosa y que se visibiliza más es la Violencia Social. O sea, aquella que tiene que ver con la delincuencia común, la que escala en dominios territoriales en la búsqueda de rentas criminales, que se expresa en extorsión, atraco callejero, robo a residencias y establecimientos, asesinatos, minería ilegal, narcotráfico trata de personas y otras tipicidades criminales. Es la que más afecta al ciudadano y más lo atemoriza y hace aflorar el miedo colectivo y la mayor sensación de inseguridad. Más visible en las grandes urbes y se enseñorea en algunas regiones, especialmente en donde predomina el narcotráfico. Especialmente ha sido la causante de centenares de muertes de líderes sociales, comunitarios e indígenas opuestos al dominio territorial de los grupos de rentas criminales.
La Violencia Política que se entrevera con la Social, lo que la hace mayormente difícil de perfilar y a veces pasa a ser una cobertura de conveniencia.
(Texto relacionado: Trumpismo ordinario)
La Violencia Doméstica, la más invisible de todas y quizás la de mayor presencia. Como ocurre intramuros es muy difícil detectarla y hasta tiene “manto cultural”. El feminismo ha servido mucho para correr ese manto, el machismo es su principal ejecutor e incluye también y de alguna manera el “bullying” o matoneo escolar. También se ha considerado este tipo de violencia como emocional, diferente a la anterior que es de carácter instrumental.
La Violencia Institucional, más controvertida e ideologizada, la que se origina en agentes estatales, tiene al menos en nuestro país el nombre de represión y un sub-tipo de ella ha sido explicitada con las investigaciones sobre los “falsos positivos”. Se camufla en la equívoca expresión “uso de la violencia legítima”, ya lo hemos dicho: no hay violencia legítima, hay uso legítimo de la violencia que obedece a marcos normativos y protocolos explícitos y previos.
Uno de los mayores riesgos de este miedo ciudadano o inseguridad es la deriva autoritaria o soluciones de anti-democracia que generan ante el desespero abrumador estos tipos de violencia, que parece desbordados. Usualmente la percepción de “inseguridad” o temor a sufrir un daño a personas y/o bienes es mayor que el registro estadístico de tales eventos, alguna vez magnificados o sin serlos, por los medios de comunicación, que, al exponerlos, (también en redes sociales) tienen el efecto multiplicador de una especie de omnipresencia o fatalidad de ocurrencia cercana o próxima al entorno ciudadano en donde se reside o se frecuenta. Ciertamente en la discrepancia entre percepción y realidad hay sub-registro estadístico. Pero es esa percepción acrecentada la que al no tener respuestas eficaces o que parezcan tales puede llevar a resultados inesperados (Remember Bukele).
Son muchas las medidas a tomar, preservando o inclusive acrecentando un contexto democrático para lograr seguridad pública. Pasan estas políticas por Reformas Penales (que paradójicamente suelen ser progresivas y no regresivas, sin embargo, la gente quiere lo contrario), prevención y control del delito y de las actividades criminales, desmonte de grupos armados delincuenciales, entornos carcelarios de resocialización, reforma a la policía (en el caso de Colombia, hacerla más regional, menos militarizada y más cercana a las comunidades), procesos de Paz con beneficios políticos y otras más.
Permítaseme dos digresiones sobre lo escrito anteriormente. Una, hay muchos partidarios de medidas extremas frente al recrudecimiento de la violencia, inclusive piden la instauración de la pena de muerte, lo paradójico es que desconfían profundamente de las instituciones que la haría cumplir (sistema judicial). Dos, la reforma policial, que se requiere, desde luego para mejorar, tiene discusión, por ejemplo, en si los mecanismos de control de la actividad policial deben ser externos (existió y fue eliminada la figura de Alto Comisionado para la Policía hacia 1996, en el gobierno de Ernesto Samper) o internos de autocontrol (existe hoy El Inspector General que es un oficial del servicio policial).
Lo han advertido varios estudiosos del tema, si las autoridades y los decisores políticos no toman políticas serias y eficaces sobre el asunto seguridad ciudadana, cualquier figura populista inesperada prometerá cualquier cosa, inclusive el retroceso democrático para con su flauta mágica hechizar a las masas para seguir el camino del desborde autoritario, ahí si inclusive dictatorial y de “eficaces” remedios que echen por la ventana (defenestren) el Estado de Derecho.
(Le puede interesar: Radiografías)
*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.