El diferencial

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“Mi sueño desde muy joven, fue ser alcalde de Bogotá, porque me di cuenta de que es en lo local donde más rápido se pueden lograr transformaciones que necesita una sociedad, y entendí que una ciudad sólo funciona cuando transforma la realidad y mejora la calidad de vida de sus habitantes, especialmente de quienes más obstáculos enfrentan en su cotidianidad” Carlos Fernando Galán. Discurso de posesión como Alcalde de Bogotá. 1/01//24.

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El municipio, varias veces lo hemos indicado, es la entidad estatal más próximo a los ciudadanos. Sin embargo, es la más débil de la cadena institucional. Claro, hay categorías de municipios, de acuerdo con la Ley en función del número de habitantes y presupuesto, (casi siempre correlacionados). También hay municipios relativamente poderosos, especialmente las capitales y singularmente Bogotá, la capital del país, con 8 millones de habitantes y 32 billones de pesos de presupuesto (como 4 millones de pesos por habitante en una aritmética simple).

El pasado 1° de Enero se posesionaron en sus cargos, Gobernadores de Departamentos y Alcaldes distritales y municipales. En Bogotá, se posesionó Carlos Fernando Galán, del Nuevo Liberalismo, electo con una amplia mayoría de votos, que hizo innecesaria una segunda vuelta electoral. En su discurso de posesión Galán, remarcó 3 propósitos: 1. Que ningún habitante de Bogotá se acueste con hambre. 2. Que en las calles deje de reinar el miedo y el irrespeto por los demás. 3. Una Bogotá en la que el Gobierno Distrital esté en la calle, con la gente. “Vamos a devolverle la ciudad a la gente”.

Propósitos muy claros, desde luego acompañados de muchos más en una ciudad tan compleja como la capital de la República. Pero digamos que al final del día hay un elemento clave y primordial para establecer un diferencial de mandato. Y es construir poder ciudadano, construir ciudadanía activa, participante, positiva, crítica y solidaria.

No es el volumen de cemento, que también es necesario, el que va a medir el resultado o el éxito de la gestión. Podemos decir metafóricamente, recurriendo a la famosa epístola sobre el amor de San Pablo, que se lee en todos los casorios. Parafraseando al apóstol que decía que puede haber de todo, pero si no hay amor no hay nada. Si no hay ciudadanía activa, participante, no hay mayor cosa.

Poder ciudadano es una palabra con connotaciones políticas (por ejemplo, en Chile hay un partido con ese nombre que hace parte de la coalición de gobierno).  Por tanto, hay que precisarla, para evitar acusaciones de populismo. La construcción de ciudadanía es indispensable para alcanzar una auténtica democracia. Ese poder ciudadano debe transversalizar toda la gestión gubernamental e instaurar un diálogo fructífero entre el saber empírico y el saber técnico para llegar a soluciones eficaces que comprometan a todos tanto en su dimensionamiento como en su implementación.

Un claro diferencial será lograr que ese ejercicio ciudadano acompañe la gestión pública, que para algunos es innecesaria o dificultosa, pero siempre será un componente de eficacia en el tiempo.

No se trata de reemplazar los órganos que la democracia ha establecido de representación, como por ejemplo los concejos municipales, o las juntas administradoras locales. Es encontrar una sintonía polifónica que permite allanar el camino de las buenas ejecutorias. Este acompañamiento se compone de cultura ciudadana, participación ciudadano y control.

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Un ejemplo de ello son las asambleas de tercios que se ensayaron ya desde el Concejo de Bogotá, para la aprobación del Plan de Desarrollo. Se habla de tercios porque la composición de las asambleas deliberativas por Localidades, involucraba un tercio de representantes directos de la comunidad, otro tercio de representantes de las distintas organizaciones comunitarias y un último de funcionarios.

La construcción de ciudadanía empieza por el reforzamiento de la cultura ciudadana como elemento básico de participación. Ésta tiene varios frentes, debe iniciarse en todas las escuelas distritales como parte de la formación escolar, debe promoverse masivamente como educación ciudadana abierta. Todos los espacios distritales deben tener un componente pedagógico de cultura ciudadana.

Implementar esta orientación de gestión con el componente de participación ciudadana no puede convertirse en una ritualidad de ese famoso decir de la época colonial, que si bien tenía un cierto sentido de resistencia (se acata, pero no se cumple), aquí opera, al contrario: incapacidad de hacer las cosas de otra manera, con otro enfoque diferente a la ritualidad burocrática habitual.

Implica una directiva desde el despacho del Alcalde para orientar la acción del gobierno distrital a ejercicios de participación ciudadana basados en desarrollo de cultura ciudadana y fomentando la creatividad para que dentro del área de competencia de cada institución se proponga cómo pueden ser esos ejercicios participativos.

No se trata de paralizar la acción gubernamental distrital en espera del “milagro participativo”, sino de ir hallando esos espacios que permitan ese encuentro con los ciudadanos de una manera eficaz y de modo correspondiente a la misión de cada entidad.

Por otro lado, no es un proceso que aparezca de la noche a la mañana ni se logre tan fácilmente. Los ciudadanos no están acostumbrados “a participar”, por muchas razones. A las asambleas de propietarios de conjuntos residenciales hay que amenazar con la imposición de sanciones para lograr la asistencia a las reuniones. A veces, son procesos tediosos, que requieren tiempo y dedicación y éste no siempre existe. Hay poco reconocimiento a quienes se dedican a velar por los intereses comunitarios. Es un oficio, muchas veces ingrato. Pero hay que intentarlo, acompañado de una fuerte dosis de cultura ciudadana, no tanto de amenazas por el incumplimiento o la abulia, sino por la convicción de cuidarnos todos en nuestros intereses y búsqueda de bienestar y bienvivir. Hay grados de participación. No podemos esperar que todo el mundo participe de igual manera, pero en la medida en que haya conciencia ciudadana sobre los propios intereses y se actúe en consecuencia se logrará un ambiente participativo.

El control participativo de la Gestión Municipal o Distrital debe entenderse como un colaborador eficaz de la misma gestión, sin pretender constituir obstáculos o pequeños poderes de favorecimiento personal. Hay entidades distritales como la Veeduría que tiene un programa de constitución de veedurías ciudadanas que es interesante estimular con reglas de juego previas establecidas. El control ciudadano no es un lastre o no debe serlo, sino por el contrario la multitud de “ojos” que ven para que la gestión sea exitosa. Me permito recomendar la lectura y consulta permanente del libro “Manual del Concejal” obra escrita y actualizada por Alfredo Manrique R., será un buen instrumento referencial para la labor de un gran número de concejales que han sido electos y son “primíparos” en ese ejercicio y para los que ya hayan sido y vuelven también es muy útil.

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*Víctor Reyes Morris, sociólogo, doctor en sociología jurídica, exconcejal de Bogotá, exrepresentante a la Cámara, profesor pensionado Universidad Nacional de Colombia.

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